Capítulo 1:" ¿En qué puesto? "

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Día 1: Lunes.

Cuando la limusina paró frente al edificio, los ejecutivos que esperaban en el vestíbulo se quedaron en silencio. El nuevo propietario de la empresa Sistemas Devlin, el multimillonario canadiense Justin Bieber , había llegado. Su reputación de hombre sin piedad lo precedía y la tensión podía mascarse en el ambiente. Todo el mundo esperaba un montón de despidos para antes de fin de mes.

Clare la esbelta recepcionista, estaba pálida como una muerta, sus ojos clavados en las puertas de entrada a punto de abrirse. Unos segundos más tarde iba a verlo por primera vez en catorce largos e interminables meses...

Su compañera, Jayne, una rubia charlatana, le susurró:

—Seguro que no es tan guapo como en las fotografías.

Clare respiró profundamente, clavándose las uñas en las palmas de las manos. Desde que Justin Bieber había añadido la empresa Sistemas Devlin a su imperio internacional, nadie parecía interesado en hablar de otra cosa. 

No quería que Justin la viera, pero eso iba a ser imposible porque tenía la desgracia de trabajar en el mostrador de recepción. Y por eso estaba tan nerviosa.

—De hecho, seguro que de barbilla para abajo Justin Bieber es gordo y bajito y tan sexy como un paquete de detergente —siguió Jayne, burlona.

En inmediata contradicción de ese augurio, un hombre entró en el edificio. Con sus anchos hombros, caderas estrechas y largas y poderosas piernas, poseía el físico de un atleta. Desde la cabeza castaña hasta las suelas de sus zapatos italianos era, para cualquier mujer con ojos en la cara, un hombre espectacular.

—Debo de estar soñando... —murmuró Jayne mientras los ejecutivos rodeaban a Justin Bieber, desesperados por causarle buena impresión—. ¡Guapo de morirse y encima, forrado!

—Sí —murmuró Clare, nerviosa, incapaz de apartar los ojos de aquellos rasgos hermosos y bronceados que tan bien conocía. Se sentía mareada y el deseo que había vuelto a despertarse en ella al ver al hombre la hacía avergonzarse de sí misma. Porque el agridulce recuerdo de la última noche que había pasado en los brazos de Justin Bieber se había convertido en un secreto del que se sentía culpable.

Mientras Justin se dedicaba a saludar a los miembros del consejo de administración, Clare aprovechó para salir discretamente del mostrador y dirigirse al almacén, pensando quedarse allí hasta que no hubiera moros en la costa.

—¿Clare...?

Clarese quedó inmóvil. La rica y profunda voz masculina que había pronunciado su nombre por sorpresa casi había conseguido que se le parase el corazón. Lentamente, Clare se dio la vuelta. Los hombres que rodeaban a Justin se habían apartado como el Mar Rojo.

Con el corazón latiendo tan aprisa que temía desmayarse, Clare se encontró con un par de ojos de color miel con puntitos dorados, rodeados de largas pestañas negras. Justin, que había dado un paso adelante, movió una mano en un gesto autoritario para indicar que se acercara. Su rostro de rasgos fuertes parecía tan duro como el granito.

—¿Trabajas aquí? - preguntó. 

Dolorosamente consciente de que eran el centro de atención de los sorprendidos ejecutivos y rodeados de un completo silencio, Clare asintió.

—Sí —consiguió decir, casi sin voz.

—¿En qué puesto? —demandó él, el fabuloso rostro tenso, los ojos deslizándose sobre ella como estalactitas de hielo.

—Estoy en recepción —contestó Clare en un suspiro.

Justin apretó la mandíbula. Y, con un frío gesto de despedida, se alejó de ella... otra vez.

Él hijo del Canadiense©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora