Capítulo 1.

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Jungkook se despertó a las siete de la mañana, intentando no hacer ruido para no despertar Aiko.

Cerró la puerta de su cuarto detrás de si y abrió las cortinas del salón, dejando ver las preciosas vistas que ayer por la noche cuando llegaron no pudieron ver.

Una hermosa plaza, rodeada de edificios de no más de cinco pisos, antiguos. Todo antiguo, con la pinta que Jungkook justo se habría imaginado que tendría la cuna de toda la música clásica. Soltó un suspiro, viendo cómo los primero rayos de sol rozaban la fachada del edificio en el que ellos estaban y se anudó los pantalones del pijama a la cintura.

En a penas veinte minutos se había vestido, desayunado y decidido que no cogería el coche, iría andando hasta el conservatorio.

Le dejó el desayuno preparado a Aiko, volvió a entrar a su habitación para besar a la chica en la frente como despedida y se marchó rumbo al primer día de conservatorio.

Un desastre.

Eso había sido.

Había llegado tarde por querer ir andando, había olvidado las partituras en casa y era muy tarde para volver a por ellas. Se había perdido en el enorme conservatorio y había tirado el café por encima de un profesor de tuba.

Eran las dos y trece cuando entró por la puerta de casa y se derrumbó sobre el colchón.

Aiko lo vio entrar como alma en pena y arrastrarse hasta la cama, observando como el chico cargaba con aquel montón de partituras. Se apoyó en la encimera de la cocina y soltó un pequeño mal de ojo para quien quiera que hubiese hecho pasar un mal primer día a su novio.

—Jungkook...

Mientras abría poco a poco la puerta negra de la habitación, vio al chico sentado en la cama, con la cabeza entre las manos y en completo silencio.

—Buenos días—susurró el moreno—. ¿Qué tal tu mañana?

Jungkook alzó el rostro y dejó ver una amplia sonrisa.

No quería preocupar a Aiko.

—Bien, bien. He sacado algunas cosas de las cajas, he montado algunos muebles—Aiko se arrodillo frente a Jungkook y se apoyó en sus rodillas, mirándole a los ojos—. ¿Y tú?

Jungkook tomó una larga bocanada de aire y parpadeó varias veces.

—Bien. Aún no he conocido a mi profesora de piano ni a ningún alumno. Solo he terminado el papeleo y hablado con un par de profes.

—Genial. ¿Mañana conocerás a tu profesora? ¿Cómo era? Katy Shama... No, Kathia Shama...

—Shamavski. Kathia Shamavski. Es una de las mejores pianistas del mundo. Recibió el premio a solista del año durante cinco años seguidos y a ganado cientos de concursos por todo el mundo. Es como el Amancio Ortega del mundo empresarial, solo que ella en el mundo de la música clásica.

—¿Acabas de decir que Amancio Ortega es el mejor empresario del mundo? —Aiko alzó una ceja y se rió—. Si, probablemente lo sea.

Ambos se quedaron mirándose el uno al otro.  A Aiko le hacía feliz escucharlo hablar de aquello que amaba tanto y ver cómo los ojos le brillaban de alegría al demostrar que se sabía de memoria todas aquellas obras y conciertos.

—Ey, voy a hacer la comida. ¿Me ayudas? —susurró el moreno. Aiko asintió con rapidez y se levantó, arrastrando al chico hasta la cocina.

Comieron con tranquilidad y entre risas, planearon lo que harían ese fin de semana, qué monumentos y qué sitios visitarían, a dónde irían a comer y a qué conciertos y fiestas irían.

violinist ♨ j.jungkook ※ j.hoseokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora