Ella

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Una luz tenue, cálida y parpadeante de un poste daba una sombra fría de su silueta en el piso. El ruido de los taxis que pasaban se perdía en la música rock del bar que estaba en la misma cuadra, sonaba lamento boliviano y al ritmo de las guitarras se movía lentamente. Un chicle rosado detrás de unos labios fucsias era masticado libremente. Una cartera gastada y vieja de cuerina, pasada de moda colgaba de su brazo. Unos tacos que sabe Dios de que tamaño eran soportaban su peso y un top de la más delgadas de las telas cubría la parte superior de su torso. Ella esperaba que pase algún sujeto para convertirlo en cliente, seduciendo con su mirar al que pasaba atacaba su más débil deseo carnal. Hasta que después de varios semáforos en rojo y varios tarareos de canciones de rock en español pasó él. Un tipo de esos que cuando miras piensas que no hay nada más en que puedas enfocar tu mirada, con casaca de cuero marrón, un Marlboro a medio consumir entre los dedos, una barba descuidada y una voz tenebrosa-mente tierna, paso diciendo hola otra noche más sin siquiera detenerse por casualidad. Era la quinta noche que pasaba de esa manera, la misma casaca de cuero y con ese mismo olor a tabaco y ella tiernamente concentrada en cada detalle que desprendía su caminar, elegante, pausado, pero no tanto, era un minuto donde ella literalmente se lo comía con los ojos hasta antes de voltear la esquina, así era ya la rutina, verlo pasar decirle cosas como "papi ¿vamos? ¿Tienes ganas?" y él solo sonreír y responder un hola y seguir su camino hasta la esquina donde voltea. Esa noche no fue diferente a las demás pero se percató de un detalle que no dejaría escapar ninguna mujer, menos ella claro, que estaba muy próxima con muchos, esa mirada que te dice quiero que me sigas mirando, esa misma mirada que pones cuando sabes que te están observando con curiosidad felina, esa misma mirada le dejó una incógnita tatuada en su lado más débil, y fue como la chispa de curiosidad que días más tarde le daría la razón a lo que siente ahora. Con unos pasos de mujer cansada pero coqueta sujetando su cartera media vieja y luchando por caminar decente con esos tacos rojos, caminó por los mismos pasos donde su galán incógnito había pasado dos minutos antes, sentía que cada paso era un kilómetro más lejos de donde quería llegar, eso sumado al peso de nerviosismo y a la intriga de no saber que vería cruzando la esquina, le daban una tensión emocional pre encuentro, se sentía víctima de intimidación. Faltando la distancia de un poste para llegar, las ideas revoloteando solo se escuchaba a ella misma diciendo ¿qué haces? Estas loca. El lugar era propicio para un asesinato, un fuego cruzado o algo similar. Pero los pasos se daban por si solos y ella sujetaba su bolso cada vez menos fuerte, sin importarle lo que pase fuera de un metro a la redonda, los brazos estaban un poco cansados, y la fiesta anterior le había dejado una resaca infernal, ya no eran los mismos años donde se despertaba con los ánimos primaverales, ahora le costaba un poco, las piernas cansadas, unas ojeras que se perdían en una mirada tristemente consolada por el trabajo que había adquirido hace unos años, ese mismo que desempeña todas las noches, sin embargo, con todo el peso de la vida, solo se concentraba en llegar a la esquina donde yacían las esperanzas de ver a su hombre, seguía caminando y la soledad era acompañante traicionera, el silencio era interrumpido por el sonido de su chicle y de sus tacos, el sonido de los bares no importaba, pero los pasos eran cada vez más elegantes, seductores y uno que otro desliz disimulado, se iba acercando y los sentimientos de angustia le carcomía la paciencia, los nervios le hacían sudar las manos y la desesperación y angustia disfrazada de intriga aumentaban a cada segundo, hasta que antes de cruzar faltando dos pasos para llegar a la esquina, sintió un apretón en el brazo izquierdo, era una mano fuerte, obviamente de hombre mayor, un miedo le impacto los nervios como un choque eléctrico, hizo que se le enfríe el cuerpo entero, solo atino a dar un brinco de espanto y de tratar de soltarse con unas ganas despavoridas, pero fue en vano, la mano le sujetaba tan fuerte que en 4 segundos se sostenerla ya le dolía el brazo, hasta que escucho las palabras con sabor a ebriedad diciendo: Oye mi amor,relájate, vamos por el doble de lo que cuestas, a lo que ella reacciono con un tirón de su  brazo soltándose bruscamente diciendo: suéltame imbécil , caminando con más prisa sujetando con fuerza su cartera hasta llegar a la esquina donde a lo lejos vio al tipo de casaca marrón , fue cuando el miedo que sentía del tipo que le apretó el brazo, los nervios de ver a su galán, la angustia y los deseos te tenerlo, se apaciguaron con una sonrisa.
Caminó hacia él.

El Asesinato De Karla Donde viven las historias. Descúbrelo ahora