Between Two Hearts

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Al amanecer desperté hecho mierda, no podía dejar de pensar en esa chica cuya tímida sonrisa me daba vida y la felicidad que no había sentido desde que solía ser un niño. Me encontraba jodido.
¿Cómo pudo sucederme esto? Es una cuestión que a día de hoy no sé responder. Sólo sabía que con el simple hecho de pensar en aquel nombre, los músculos de mi rostro se movían formando una sonrisa tan amplia que era imposible de ocultar.
Me sentía frágil, como el primer fino hilo de seda que crea una araña para construir su morada.
Mis piernas se estremecían mientras caminaba hacía mi auto, la emoción de pensar que en cuanto llegara a la Secundaria podría verla por los pasillos, entre el barullo propio de las conversaciones entre adolescentes, al rededor de sus amigas, o quizás sola frente a su casillero, me enloquecía y no era correcto, en aquellos momentos me odiaba por ello, estaba mal pero no podía evitar sentirme así.

Mientras conducía sentía como los nervios se apoderaban de mi, estaba a minutos de volver a verla y sentía cada vez más como mi corazón se aceleraba, creí que mi pecho estallaría de un momento a otro.
Al bajar del auto mis piernas temblaban, ¡Mierda, como temblaban!... Pero me las arregle para no hacerlo notorio. Al caminar por los pasillos ahí estaba Mollie, sacando sus libros del casillero y charlando con una de sus amigas, se veía tan preciosa... hasta la misma Diosa Venus sentiría envidia de lo hermosa que era, con esa mirada angelical y esa sonrisa de la que mil hombres desearían ser causantes.
No pude evitar sonreir al ver aquella escena.
-Billy, buenos días- Dijo una voz femenina sacándome del trance. Era Natalie, ruborizada frente a mi.
-Natalie... yo... buenos días.- Dije torciendo media sonrisa, pero sin dejar de mirar de reojo a la señorita Morgan.
-Te ves cansado, ¿Está todo bien?- Respondió tocando mi hombro sin alejar su mirada de mi persona.
-Todo bien. Sólo insomnio...- Reí entre dientes. -Son los nervios... esto... es un poco difícil el comienzo de tu primer trabajo como profesor.-
-Tranquilo, te acostumbras pronto.-
Sonreí apaticamente.
Sonó el timbre dando inicio oficial al día escolar, Mollie se había ido a clase y yo debía impartir literatura.
-Nos vemos Natalie.- Dije secamente. 
Ella sonrió como si le hubiese dicho un cumplido.
-Hasta luego.- Noté como se mordía los labios para contener la sonrisa.
No me malentiendan, ella era una mujer muy bella, no mentiré, pero no tenía ese "algo" que Mollie destilaba por cada poro, no tenía esa sonrisa, esa timidez, esos ojos...
Si esa adolescente no se hubiera topado nunca en mi camino, mi historia con Natalie hubiese sido muy distinta, se los puedo asegurar.
Camine hasta mi salón y al entrar todo el mundo dejo de hacer ruido, permanecí unos minutos en silencio, estaba perdido en mis pensamientos.
Sobé mi frente con mis dedos y di inicio a mi primer clase del día.
Entre más pasaba el tiempo mi ansiedad por ver aquella carita tallada por los mismos ángeles crecía. Pero a la vez me sentía peor conmigo mismo, era incorrecto sentirme de aquella forma, sentía un vacío en el pecho cada vez que recordaba que era mi alumna, que tenía cuatro o cinco años menos que yo y mis sentimientos hacia ella eran inmorales, deplorables, detestables... nefastos.
Recordar esto, por mas masoquista que suene, me tranquilizaba, ponía mis pies en la tierra. Me hacía entender que estaba mal y que aún si ella me correspondiese, nunca estaríamos juntos.
Al llegar la hora del almuerzo fui a la sala de maestros, Natalie y Marcus me hicieron un espacio en la mesa en la que se encontraban.
-¿Qué tal tu día Bill?- Preguntó Marcus al verme.
-Estupendo.- Mentí con media sonrisa en el rostro. -Aunque ser profesor no es tan fácil como muchos piensan.-
-Así es Bill, en la universidad no nos preparan para lidiar con 30 o 40 monos con las hormonas alborotadas, tienes suerte de que tus grupos son tranquilos.- Bromeó y yo reí ante tal comparación. Natalie, con los ojos brillantes, hizo lo mismo al verme.
Me sentía mal por mi compañera, porque la que provocaba ese brote de estupidez y felicidad en mi, era una niñata a la que nunca tendría oportunidad si quiera de tomarle la mano o acariciar su rostro.
Marcus le dio un codazo discreto a Natalie y en ese momento ella titubeo un poco.
-Bill... Billy, hummmm... Este fin de semana Marcus... Marcus y yo iremos a un bar de rock en la ciudad, estábamos pensando... en... yo... te... ¿Te gustaría ir con nosotros? Podemos conocernos más, tu sabes, los tres somos los docentes más jóvenes y...-
-Yo... claro, me encantaría salir con ustedes.- Dije.
Ambos asintieron y sonrieron.
La charla continuo hasta el fin del receso, luego de la campana cada uno tomó sus cosas y se dirigió a sus respectivas aulas.
Me encontraba pensativo, estaba a un par de horas de ver a Mollie y todo en mi era una combinación de felicidad, angustia y enfermedad.
Todo me daba vueltas. Sentía repulsión hacia mi mismo.
El último período llegó y ahí estaba ella...  sosteniendo su mejilla con la mano derecha, risueña y simplemente hermosa. Hice lo humanamente posible para contener mis emociones.
-Bien chicos, supongo que todos hicieron su tarea... pasen uno por uno a revisión, la firma de hoy cuenta como asistencia.- Dije, y así lo hicieron. Y yo sudaba tanto... no sé si podría actuar natural al tenerla a mi lado. Me arrepentía de haber hecho aquella petición.
-Hola profesor Hargrove.- Dijo Mollie en voz baja. Y sólo podía sentir como esa dulce voz me estremecía y me hacía temblar como un niño asustado... pero me contuve.
-Señorita Morgan.- Dije secamente.
Ella entrelazaba sus dedos mientras estaba a mi lado y yo leía su ordenada y bien escrita tarea. Tenía un nudo en la garganta, sudaba frío y ella sólo me miraba calificar su trabajo.
Me costaba creer lo que me sucedía.
Cuando tomó su cuaderno me miro con una pequeña sonrisa que literalmente me provocó un pinchazo en el corazón.  El dolor de tenerla tan lejos estando físicamente tan cerca de mi era demencial. 
Cuando me incorporé continúe con la clase esperando que ninguno de mis alumnos entendiera mi lenguaje corporal y se enterara de lo que me sucedía, era peligroso dejarme llevar por esa sonrisita. 
Mientras impartía mi clase noté sus bellos ojos siguiéndome mientras caminaba por todo el salón, explayándome sobre los orígenes de la religión y su papel en las sociedades antiguas. Ella me mira... Me mira... No. Son tonterías, es mi imaginación. Pensé.
Sin darme cuenta mi tono de voz subió y el nerviosismo desaparecía, me sentía más cómodo, tal vez era porque... quizás si estaba llamando su atención y eso me hacía sentir bien.
Si una persona más cuerda hubiese estado en mi lugar, supongo que hubiesen renunciado desde el primer día con cualquier excusa, por más tonta que fuese, con tal de no vivir la agonía de comenzar a enamorarse de una alumna de preparatoria. Pero desde el primer instante en que la vi, ella se robo mi sentido común y yo no podía hacer nada contra ello. Estaba doblegado ante esa muchachilla aunque ella no lo supiese.
-Pueden dar su opinión, son puntos extras sobre el examen.- Dije.
Mollie comenzó a hablar dando una cátedra extraordinaria, por la opulencia de sus palabras se nota que sabía muy bien de lo que hablaba y me maravilló aún más, pues no sólo era hermosa, también era sumamente inteligente. Parecía que lo hacía a propósito, que sabía que yo me estaba enamorando de ella y hacía lo posible para hacer crecer ese sentimiento en mi. Oh Mollie...
Me quedé estupefacto cuando terminó de hablar pero antes de que pudiese decir algo otra de mis alumnas irrumpió:
-¿No te cansas de demostrar lo ñoña y rara que eres? Sabelotodo...-
Angelina, de cabello negro hasta la cintura, un metro sesenta y siete, piel bronceada, de talle esbelto, era una arrogante, presuntuosa, malcriada, probablemente de padres acomodados, de esas chicas que creen que tienen a todo el mundo lamiendo la suela de sus zapatos... evidentemente me enervo escucharla hablar así de la dulce Mollie, pero no podía dejar ir por completo mi molestia o sería sospechoso para todo el grupo.
-¡Angelina! No permitiré ese comportamiento en mi aula con ninguno de sus compañeros o compañeras, te llevarás tarea extra.-
Sólo me miró y sonrió, pero no le tome importancia. Al escuchar esto, Mollie abrió sus ojos algo incrédula, se sonrojo y me miro tiernamente en agradecimiento, me voltee hacia el pizarrón ya que no pude evitar sonreir de oreja a oreja y evidentemente no dejaría que me vieran así.
La clase termino y Angelina esperó a que todos salieran del aula para quedarse a solas conmigo.
-Profesor...- Dijo sonriente. -¿Podría perdonarme por esta vez?- Prosiguió, fingiendo voz de niña pequeña.
-No.- Replique con firmeza. -Para mañana un ensayo de 1000 palabras sobre el origen de las instituciones sociales. Y que no se repita su insolencia en mi presencia.- 
-Pero... profesor...-
-Sin peros señorita. Espero su ensayo mañana.-
Tomé mis cosas y salí del aula, al llegar a la salida ahí estaba Mollie con la chica que la acompañaba por la mañana.
-Hasta mañana profesor Hargrove.- Dijo ella con una pequeña sonrisa en el rostro.
Sólo asentí y seguí caminando. Quería responder, pero no salieron palabras de mi boca. Sólo suspiré al llegar al auto.
Entenderán que aquella muchachita me volvía débil y torpe, y aunque a cada momento que pasaba en su presencia mi miedo se esfumaba, no podía evitar que su encanto me idiotizara. Estar en su presencia era como volver a ser pequeño, como estar ebrio, drogado o aturdido despues de recibir una paliza. Era un cúmulo de sensaciones que crecían cada vez más y no lo podía evitar. A pesar de estar consciente de que era inaudito sentir algo por ella, les admito que acepté la realidad de las cosas: Me estaba enamorando de Mollie Morgan, su profesor estaba cayendo profundamente por ella.
Al llegar a casa me senté y en la sala y encendí un cigarro, tenía mucho que pensar... mucho que considerar, a pesar de que me sentía un poco más tranquilo, había cosas que no dejaban de dar vueltas en mi cabeza.

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⏰ Última actualización: May 02, 2018 ⏰

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Young Lust  (Billy Hargrove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora