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Julieta se alejó de sus amigas para ir hacia el campo de fútbol. Nerviosa, tomó asiento en las gradas y esperó a que el chico de las cartas llegara. Hace unas semanas, ella estaba segura de que el baile sería diferente; se imaginaba bailando toda la noche con Zed y sus amigas,ahora ni siquiera sabía cómo le pudo gustar ese chico. Miró las estrellas, no quería estar en ningún otro lugar, no había otro lugar mejor que las gradas a las 8:30 y no podía estar haciendo otra cosa mejor que esperar.

Malcom corrió al auto; había comprado flores, flores rojas para Julieta. Tal vez era mucho, tal debió fingir una enfermedad y seguir con las cartas. No, decidió dejar de esconderse, esa chica le gustaba y mucho, no podía continuar escribiendo. Era hora de hablar en persona y dejar que las cosas pasaran. Caminó a las gradas. Primero rápido, quería llegar, y después lento, no sabía lo que le diría. 

Finalmente estaba a unos metros de Julieta, ella miraba al cielo, no había notado a Malcom. Se acercó y tocó el hombro de la chica. 

Querida JulietaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora