Quienes somos nos delata

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Rosario, invierno del 99.
Casa de los Howlett.

El señor y la señora Howlett conversan en el salón de su gran casa. Ella está de pie junto a él, que lee el periósico sentado en la mesa mientras fuma un cigarro. Fuera nieva y reina la calma en la noche de la casa, mientras los siervos y las limpiadoras duermen. Únicamente una cosa rompe la paz.

Sra. Howlett: Realmente es un problema que nuestro hijo sea un metahumano. No podemos criar algo que sea capaz de matarnos cuando crezca, aunque sea por accidente.

Sr. Howlett: ¡Ni se te ocurra tocar a mi hijo!- gritó con un tono amenazante. Tomó aire y continuó- Tal vez sea un meta, pero es sangre de mi sangre y no puedo evitar quererlo.

Sra. Howlett: Sabes que no es así. Su verdadero padre era un metahumano peligroso, ¿por qué crees que quiero abandobarlo ahora que aún estamos a tiempo?

Sr. Howlett: cierra el pico. No vuelvas a desautorizarme ni como padre, ni como amo de esta casa.

Sra. Howlett: ¡estoy harta! No soy tu esclava, soy tu mujer y tengo el mismo voto que tú en esta decisión. Él debe marcahrse.

El señor Howlett se levanta furioso de su asiento y toma a la señora Howlett del cuello, la tira violentamente contra el sofá. Se saca el cigarro de la boca y lo acerca a la cara de la indefensa mujer.

Sr. Howlett: esto es lo que pasa por desobedecerme, el día en que ese pive me lastime, yo mismo me voy a encargar de demostrarle quién manda en esta casa...

Desde las escaleras un adolescente emerge a gran velocidad y arremete contra el señor Howlett. Le golpea con una sartén en la cabeza y lo deja aturdido. El cigarro cae al suelo. La señora se frota el cuello y comienza a toser bruscamente. Cuando el señor Howlett se da la vuelta, comprueba que el joven era el hijo del leñador que trabajaba en la casa.

Sr. Howlett: ¡Miserable! -Gritó airado- ¡Te voy a matar!

Lo cogió del brazo y lo zarandeó hasta tumbarlo. Se sacó el cinturón y propinó un par de golpes al joven en la espalda. La señora Howlett corrió a socorrerlo antes de que este cometiera una locura. Él se la quitó de encima de un empujón y se levantó rápidamente para volver a tomarla del cuello. Consiguió levantarla tanto, que sus pies dejaron de tocar el suelo, apoyada contra la pared, la señora Howlett solo podía dignarse a luchar por poder respirar. Iba a matarla. Sin embargo, sintió calor en su vientre, como si se le hubieran derramado una taza de café caliente en el vestido. El violento señor Howlett la miró desconcertado. Volvió a bajarla al suelo y dejó de presionar su gaeganta. Ambos agacharon la mirada. Las entrañas del señor Howlett se habían esparcido por todas partes. La sangre de su estómago se mezclaba con la que caía de su propia boca, y con el sudor y la humedad de este. Seis cuchillas afiladas habían atravesado su cuerpo desde la espalda. Quitó las manos de encima de la señora Howlett y, automáticamente las cuchillas se desclabaron de él. Cuando miró hacia atrás para descubrir a su asesino, lo vio. Era su propio hijo.

Sr. Howlett: Vení acá tarado- pronunció con la voz rasposa y dolorida, nientras la sangre saltaba de entre sus labios. Después miró a su esposa y al hijo del leñador, que contemplaba la escena desde el suelo- Todos, todos ustedes son unos miserables.

Aquello fue lo último que dijo antes de morir ahí mismo, arrodillado e indispuesto. La señora Howlett miró a su hijo asombrada, confundida y aterrada, pero con cierto agradecimiento. Él estaba igual de asustado. Mas el terror se apoderó de la ella cuando descubrió que las cuchillas que habían apuñalado a su marido, salían de entre los nudillos de su propio hijo. No pudo evitar soltar un grito y sostener su cabeza.

Hijo Howlett: ma... puedo explicarlo.- comentó el joven asustado entre lágrimas.

Sra. Howlett: ¡alejate monstruo. Sos igual que tu padre!¡Salí de acá!- Gritó ella histérica.

Todas las luces de la casa se encienden y empieza a haber murmullo. El primero en aparecer a gran prisa es el leñador, con un hacha en la mano. Al conteplar la escena averiguó rápidamente lo que sucedía, ya sabía de antemano que todo esto pasaría. Levantó a su hijo del suelo y después se acercó al muerto sin reparar en el pequeño Howlett.

Sra. Howlett: ¡No, vos no! ¡Largate!- gritó refieriéndose al leñador.

Este de una patada tumbó el cadáver del sr. Howlett, dejándolo boca arriba.
Miró al asustado niño con las cuchillas aún fuera y le dio una orden.

Leñador: vos y tu hermano (refiriéndose a su hijo) tienen que irse. Y guardá esas armas, o van a querer matarte.

El muchacho se dio cuenta rápidamente de lo que insinuaba el leñador.

Hijo Howlett: papá- dijo asombrado y apunto de llorar de nuevo -.

El hijo del leñador lo levantó rápido del suelo y lo llevó casi arrastrado hasta la puerta, para finalmente adentrarse al frío bosque lluvioso de invierno. Tras cerrarse la puerta, el leñador levantó su hacha y la clavó hasta cuatro veces en el cadáver del señor Howlett.

Sra. Howlett: ¿por qué lo encubrís así? Es un asesino. Monstruos como ustedes no pueden ir vagando libremente por ahí sin causar estragos. Deberían estar muertos.

El leñador la miró airado y se encaró a ella sin pensarlo: Tu hijo hoy te salvó la vida, ¿no deberías estar agradecida con él por eso?

El chófer y las limpiadoras llegaron minutos después. Una hora más tarde, la policía detuvo al leñador, acusado de asesinato y de rapto a dos menores desaparecidos, la señora Howlett se quedó con los bienes de su marido.

Mientras tanto, los dos muchachos fugitivos tuvieron que sobrevivir en un mundo hostil cargado de gente sin disposición de aceptar a dos seres cuya naturaleza fuera contra la humanidad. Ahora dependían el uno del otro para protegerse. El pequeño Howlett, que en realidad se llamaba Johannes, era el mayor de los dos. Sabía robar con discreción y protegía a su hermano con sus poderes metahumanos, hasta que este también los desarrolló. Jeremiah, el hijo del leñador, era más atuto y ágil, y en vez de cuchillas, era capaz de afilar sus uñas y colmillos para desgarrar a cualquier rival que se le pusiera delante.

Jeremiah: ¿Y ahora qué vamos a hacer lo dos solos? Solo somos niños. -preguntó preocupado unas horas después de salir de la casa.

Johan: ocultarnos, nadie puede saber quiénes somos, ni dónde estamos.

Jeremiah: pero debemos buscar gente como nosotros, solo así vamos a sobrevivir.

Johan: No, si nos precipitamos sabrán quiénes somos, y lo que somos nos delata y eso nos hace vulnerables, propensos a cualquier ataque.

Jeremiah: y, ¿quiénes vamos a ser ahora?

Johan: los mejores en lo que hagamos, aunque lo que hagamos no sea bueno.

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