Capítulo único

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Era tarde, demasiado tarde quizás para andar por los pasillos de Hogwarts, pero a él no le importaba. Seguía caminando por aquellos pasillos sin perder la esperanza, porque si la perdía, entonces ya definitivamente no le quedaría nada más allá de todas las ilusiones que había depositado en aquel día, que por ahora había resultado un gran fracaso. Aún, a solo una hora de despedirse del día de su nacimiento, albergaba la esperanza de que apareciera alguien de repente caminando por aquellos pasillos y, destruyendo la atmósfera de olvido que todos parecían haber construido entorno a él y a su cumpleaños, le dijera con una sonrisa en el rostro:

– Por Salazar, hoy es tu cumpleaños, ¿no? ¡Draco, tío, felicidades!

Eso era todo lo que pedía para aquel día. No pedía una montaña de regalos ni tampoco una fiesta sorpresa a la que estuviera invitada medio castillo ni mucho menos quería un millón de felicitaciones, como tal vez hubiera deseado años atrás. Sólo pedía recibir una felicitación de alguien, sin importar quién diantres fuera ese alguien. De hecho, estaba tan obsesionado con obtener una felicitación por parte de alguien que incluso no le importaría que esa persona fuera San Potter, la Comadreja o la sangre sucia... ¡Por Salazar, si tu padre te escuchara! ¡Eres un Malfoy, no un fracasado! ¿Qué diablos haces rogando una felicitación de la boca de Potter, Weasley y Granger? ¡Es patético y desesperado!

¿Mas acaso no estaba desesperado por recibir una jodida felicitación? No era el hecho de ser felicitado en sí lo que ansiaba, sino más bien anhelaba sentir que le importaba a alguien en el mundo... Necesitaba saber que al menos una persona en el planeta agradecía el día de su nacimiento porque se alegraba de que estuviera vivo, ya que últimamente sentía que su existencia únicamente servía para hacer desdichada la vida de otros. Bien era cierto que este año no estaba haciéndole ningún favor a nadie tratando de averiguar cuál era el mejor modo de infiltrar a los mortífagos a través del armario evanescente, pero había esperado que al menos Goyle, Crabbe, Nott, Zabini o Parkinson se acordaran de su cumpleaños. Ellos eran los únicos "amigos" que tenía y ni siquiera ellos lo habían recordado.

Miró su reflejo en uno de los cristales de las vidrieras que decoraba el pasillo de la segunda planta. Se veía tan ridículo con aquella expresión de orgullo a pesar de las tristes circunstancias, su exagerado e impecable aspecto de niño rico y aquella mini-tarta de chocolate robada de la cocina de Hogwarts en la mano. Todo le resultaba tan ridículo, triste y patético como él mismo. Había tenido que robar a los elfos domésticos una tarta, que comería solo en la Sala de los Menesteres, puesto que evidentemente nadie se había molestado en regalarle una... Ni siquiera sus padres le habían regalado una después de todo lo que él estaba haciendo por ellos... Después de que él mismo se uniera a los Mortífagos por obligación para eximir a su padre de sus errores, para salvarle la vida; después de pasar los días y los días buscando el modo más efectivo de infiltrar a los mortífagos en Hogwarts; después de buscar día tras día la Sala de los Menesteres y en su interior el armario evanescente; después de tratar con sudor y lágrimas averiguar el funcionamiento de aquel estúpido objeto... ¡Después de todo ello, no había recibido ni una jodida tarta ni una jodida carta por su cumpleaños! ¡No había recibido absolutamente nada! ¿De verdad se merecía pasar su cumpleaños de este modo considerando que probablemente en unos meses, cuando tuviera que enfrentarse a Dumbledore, estaría muerto? Pues él sabía a la perfección que no sobreviviría en aquel duelo a muerte. ¿Cómo iba a matar a Dumbledore, que era uno de los mejores magos de la historia, saliendo ileso? No había probabilidad alguna de que sobreviviera frente a él, así que... ¿De veras era tanto pedir una sola felicitación por su último cumpleaños? ¿Acaso estaba excediéndose al pedir algo de atención en un día tan especial como era su cumpleaños?

Estaba en la segunda planta y entonces la recordó a ella, a Myrtle... Ella seguramente se había acordado de su cumpleaños. Después de todo, Myrtle y él se parecían muchísimo. Ambos estaban solos, no contaban con nadie, y quizás es por ello por lo que se llevaban tan bien; tal vez es por ello por lo que Myrtle accedió a compartir con él su cuarto de baño y él con ella sus penas. Sí, Myrtle era definitivamente la única persona en la que se podía apoyar ahora mismo y ella le tenía mucho aprecio, así que estaba seguro de que aquella noche lo esperaría en el cuarto de baño como cada noche, pero esta vez lo felicitaría e incluso tal vez le tendría preparado un pequeño regalo. Sonrió esperanzado, quizás ella sí se había acordado de él. Abrió la puerta y la sorpresa fue tal que las lágrimas le embargaron y no pudo hacer nada por refrenarlas. Myrtle no estaba allí por primera vez en lo que llevaba de curso... Le dio una patada al primer lavabo que encontró pues después de ver que ni siquiera un fantasma se alegraba de su existencia, sí podía afirmar que estaba solo.

Feliz cumpleaños, Draco MalfoyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora