Furia y Destrucción: Parte 2.

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Los humanos estaban completamente asustados, un hombre no muy alto se acerco a mi junto con otro, ambos tenían armaduras pesadas y grandes espadas con escudos hechos de llamas de Infernó, se decían algunas cosas que no entendía al principio, se separaron y yo solo los seguía con la mirada, se pusieron a mis lados de forma contraria, y uno se abalanzo contra mi, su espada no pudo cortarme, ya que la tome con mi armadura y la destruí con mi fuerza y flamas, dejo caer su espada rota y ágilmente se separo de mi cubriéndose en su escudo, el otro intento aprovecharse de mi guardia baja, pero Tótem lo embistió mandándolo unos metros lejos, los dos se miraban y se encaminaron otra vez a atacarme, yo estaba demasiado cansado por usar tan largo tiempo mis llamas, así que desaparecí mi armadura y mi espada, dejando me casi desnudo si no fuera por un pantalón y unos grilletes que me puse a mi mismo. Los hombres detuvieron su ataque y empezaron a dar vueltas a mi alrededor con una sonrisa de satisfacción.

- Se rindió - dijo al que le destruir su espada.

- Es un cobarde, y parece no entendernos - dijo su compañero alejándose de Tótem.

- Los entiendo y no me he rendido, solo que es una perdida de tiempo matar a humanos cuando solo vengo a hacer negocios para protegerlos de las hordas de demonios que se acercan a estas tierras - dije yo, y aquello los sorprendió, parecían completamente confundidos.

- Aquí no puede llegar ni una bestia! - grito el que había intentado pelear conmigo tirando su escudo - Es un lugar sagrado, las bestias nunca se acercaran gracias al sacerdote - afirmo y me golpeo, pero no me hizo daño, era débil.

- ¿Sacerdote? debe de ser un inmortal, o un mortal que engaña muy bien, en cualquier caso, ustedes son débiles.

Del cielo cayo contra mi un dragón y lanzo lejos al imprudente que me golpeo, cree mi armadura de nuevo y aquel ser me intento freír con sus llamas que salían de sus fauces, sus llamas solo me calentaban y me sentía relajado en ellas, abrí la boca por la serenidad de ese calor, y me empecé a tragar aquellas llamas, sabían muy rico, eran esplendidas, Aquel lagarto se dio cuenta he intento emprender vuelo de nuevo, pero lo tome de la cola y lo hice caer al suelo, recree mi Enorme espada y antes de que pudiera volver a intentar escapar... le corte la cabeza.

- Maldición, es cierto, hay un inmortal aquí.

Del cielo se escucho una voz, era de la misma raza que Era, y antes de que dijera algo...Le llene el brazo de llamas.

- Argh! - aquel ser se estaba retorciendo ahora en el suelo, del fuego y el humo que había alrededor salieron bastantes guerreros con armas de gahena, aunque no me asesinarían, crearían heridas que tardarían demasiado en curarse. - Matadlo, es un orden malditos esbirros, protegedme!

Parecían una gran armada, y yo tenia una furia que no podía controlar, las negociaciones habían terminado con uno de los que mandaban aquel lugar en medio de la nada, tome mi espada, al primero le corte la cabeza limpiamente, mientras un segundo cortaba mi casco dejando descubierta parte de mi cara, dio una zancada con gran poder haciendo que el suelo retumbara y grietas enormes abrieran la tierra dejando que una presión apartara a cualquier ser cercano varios metros, Tótem también asesinaba junto a mi, de solo un blandir de espada pude cortar a varios a la mitad, tanto mi armadura como mi espada estaban llenas de sangre, pasaba sobre los cuerpos de los luchadores caídos sin honor alguno, y el fétido olor a muerte tomaba la zona dejando verme en el reflejo de la sangre aún caliente, parecía un monstruo, mi armadura estaba algo dañada, y mi casco se había desprendido de mi cabeza en algún momento, también había asesinado a mi mascota Tótem, lo único que quedaba en vida dentro de aquel aro de fuego era aquel ser inmortal que envió a sus guerreros a una muerte sin sentido, al igual que me abandono Frimost a mi hace poco tiempo.

NEPHILIMIUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora