LEJANA

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Odio decir adiós. El silencio es mi cómplice más fiel. Lo ideal es que una noche, sentada junto al velador, repita los cientos de defectos que nunca te encontré. Los repita hasta memorizarlos y a la mañana siguiente- para tu suerte- yo ya no esté. Nos evitamos una charla innecesaria, cargada de dramas, excusas y mentiras. Vamos, evitemos las innumerables formas de expresar esa típica frase:  No eres tú, soy yo ; o esas bobas interrogantes que se usan a menudo cuando la inseguridad te desborda: ¿Es por alguien más, verdad?. Evitemos que tus ardientes ojos se claven en los míos y me supliquen que no te odie. Evitemos que mi pecho se infle de tristeza,  para luego suspirar un...te extrañaré. Evitemos que estas lágrimas recorran mis mejillas y varen en mi boca, porque sé que es imposible que varen en la tuya. 

Sin duda un escape silencioso es la mejor opción. Desde que el destino me arrebató el único adiós que yo necesitaba, ya ninguno es indispensable para mí. En fin, no es el mejor momento para recordar a mi padre, ni aquel accidente. Sólo cerraré mis ojos y esperaré que esta pena escape de mi cuerpo en algún  suspiro, uno tan frío que quizá se vaya contigo. 

CenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora