Capitulo 1

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Me dijeron que haces maravillas

Nueva York, 23 de Diciembre del 2025, 12:58am

El invierno se hacía presente en la ciudad de Nueva York, una fina capa blanca de nieve cubría las banquetas de la gran ciudad, los copos de la nevada habían dejado las calles brillantes. Estigia tomo un sorbo a su bebida, sintió el calor descender por su garganta hasta postrarse en su estómago, era solo un pequeño placer que se podía permitir en su viaje. Sus manos se calentaron a través del envase sus guantes resguardaron el calor. Casi podía sentir el tiempo detenerse a su alrededor con cada trago, cerró los ojos, no; el tiempo no se detenía, y menos en esa ciudad. Sintió por última vez el líquido descender por su garganta y tiro el envase a un contenedor de basura.

Sabía perfectamente a donde se tenía que dirigir, fácilmente podía mezclarse entre los newyorkinos, nadie se percataba de su presencia, su cabello cubierto por un gorro de lana desgastado, unos guantes tintos, un saco beige largo que cubría hasta su rodilla y una bufanda que solo dejaba a la vista sus ojos verdes como las esmeraldas. Cualquiera pensaría que solo se resguardaría de la fría ciudad. Era la una de la mañana y la gran ciudad se encontraba como si fuera plena tarde de navidad, pareciera que todo mundo sabía que algo se aproximaba; sin embargo, para la buena fortuna de Estigia, o tal vez de ellos, nadie sospecharía lo que estaría a punto de suceder.

Dio vuelta suavemente a la derecha donde lo vio, la persona por la cual se encontraba ahí, podía confundirse con cualquier empresario millonario y excéntrico; pero eso no le concernía a ella, había aprendido hace mucho a no cuestionar solo proceder. El hombre se encontraba de espaldas fumando un cigarrillo tranquilamente recargado cerca del portal de un prostíbulo. El chocar de sus tacones con el congelado piso hizo un leve eco en la calle hasta llamar la atención del hombre, ambos sabían porque se encontraban ahí.

- Me hablaron de tu puntualidad, sabía que no me decían la verdad – la voz del hombre era rasposa y apenas audible, claro ejemplo de un hombre que había fumado toda su vida.

- ¿Tantas ansias traía? ¿Acaso lo bueno no se hace esperar? – El hombre sonrió dejando ver unos dientes amarillos y oscuros. Pudo haber sentido asco, si hubiera sido la primera vez que veía alguien así – Llámame Gia cariño, ¿Quieres que entremos? – ladio la cabeza levemente hacia el motel de la acera de enfrente del prostíbulo, mientras extendía su mano

- Adelante preciosa – el hombre beso su mano para luego envolverla con la suya y encaminarla al lugar señalado.

El motel era barato y sus clientes más recurrentes eran prostitutas del local de enfrente, con hombres insatisfechos sexualmente. El hombre pidió una habitación para dos horas, tomo las llaves y se encamino con ella a su habitación. Estigia pudo sentir asco, de no haberse encontrado en lugares peores anteriormente, cuando el hombre entro a su habitación se dirigió directo a la cama sin tientos, Estigia no pudo evitar sonreír y cerrar la puerta tras de sí con la punta de su zapato, la sonrisa del hombre no tardó en hacerse presente. Estigia comenzó a desabrochar su saco lentamente.

- Así que dígame ¿Quién le hablo de mis servicios? – Dijo mientras eliminaba el último botón, dejando ver un delicado juego de lencería. El hombre se recargo en su cama, colocando todo el peso de su cuerpo en sus antebrazos. Retiro suavemente la bufanda que rodeaba su cuello dejando ver su rostro desnudo ante él. No le gustaba que sus "clientes" partieran sin conocer su rostro.

- ¿Quieres que te hable de alguno de tus clientes? – Su mano se sumergió en el interior del bolsillo de su saco, el metal frio inundo sus sentidos y lo saboreo como si fuera una cuchara para el postre.

- No me molestaría en lo absoluto, la verdad es que estoy ansiosa por saber que te platicaron de mi – sostuvo firme el pedazo de metal saboreando el frio entre sus dedos.

- Digamos, - El hombre se levantó guardando distancia – que me dijeron que haces maravillas. – Una sonrisa se curveo en los labios de Estigia era culpable por jugar con la sus clientes, pero no era pecado divertirse; sin embargo no disponía de ese tiempo.

- Oh, no sabes cómo – Fue un movimiento rápido, repentino, un pedazo de metal atravesando la epidermis y sumergiéndose en su cuerpo, había disparado en el cráneo, una muerte rápida y poco escandalosa. Había procurado mantener la distancia un metro y la sangre no le salpicaría y así había sucedió, no era como si le importara mucho las salpicaduras, pudo haberlo matado con una navaja, pero no pensaba arruinar su saco y menos con ese frio. Y así fue una muerte más un alma menos en el mundo, con esa era la vida ciento treinta que tomaba con sus manos, y si, las contaba, y no, no sentía arrepentimiento.

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⏰ Last updated: Feb 12, 2018 ⏰

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Los ojos del diabloWhere stories live. Discover now