Aquella tarde, después de bajarme del colectivo (algunas paradas antes), me quedé dando vueltas por el barrio.
Mi barrio, en el que había vivido toda mi vida, me parecía distinto. Como una gran escenografía. Y yo era un actor en esa obra. Un actor de reparto.
Me sentía liviano y pesado a la vez, si es que acaso eso es posible. Tenía frío y calor. Transpiraba y las orejas me ardían.
Mucho más tarde de lo que debía, me decidí a ir a casa. Ensucié mi ropa deportiva para no levantar sospechas y traté de encontrar alguna excusa convincente para explicar mi demora. Nunca me habían pedido explicaciones, pero al saber que tenía que mentir, me sentía en inferioridad de condiciones.
En casa no habia nadie. Encontré una nota en la puerta de la heladera explicando que mis padres habían salido, no recuerdo a dónde, y que la cena estaba en la heladera para calentar en el microondas. No cené.
Subí a mi cuarto, tenía mucho en que pensar. No sé cuanto tiempo estuve así, tirado en cama y con la luz apagada. Hasta que sonó el teléfono.
-¿Hace mucho que llegaste? Creí que me ibas a llamar.¿cómo te fue?-obviamente era Mariano.
-No, llegué recién-fue todo lo que atiné a decir.
-¿Y? Contame qué te dijo...
-Nada...no...no estaba. Eso no estaba- mentí de la forma mas convincente que pude.
-¿Y por que tardaste tanto en volver?
Así son los amigos, uno quiere estar solo, pensar, terminar la conversación y ellos lo someten a uno a un interrogatorio.
-Lo que pasa es...es...que me perdí. Me perdí. No encontré la parada del colectivo para volver. Me fui caminando para el otro lado-realmente ni yo me lo creí, mi voz estaba toda temblorosa, muy poco convincente.
-¿te pasa algo, estás un poco raro?- insistió él.
-estaba yendo para el baño cuando sonó el teléfono.
-Ah, bueno-Mariano se rió.-Anda tranquilo no quiero que te ensucies los pantalones por mi culpa. Nos vemos mañana.
Y cortó. Por fin.
Tenía muchas cosas en qué pensar, muchas cosas que no entendía.
Prendí la tele, buscando algo que me distrajera un poco. El lío que tenía en mi cabeza era como un gran ovillo que no tenía ni principio, ni final. Al menos por el momento. Al menos para mí.
Me encontré mirando "Tarzán en New York", una de esas tantas películas horribles, con uno de esos tantos tarzanes horribles. La historia era así, unos cazadores capturaban a Chita y la subían a un barco. Tarzán se subía a otro barco para ir a rescatarla, y el barco lo llevaba a Nueva York. Al llegar, se tiraba al río y se trepaba al puente (ése que aparece en todas las películas) y se quedaba parado con expresión de oligofrénico, mientras los autos pasaban y la gente le gritaba cosas en un idioma que él no entendía. Después se enganchaba a una rubia fenomenal (Jane) y rescataba a Chita. Pero eso no es lo que importa. Lo que importa es que yo me sentía cómo Tarzán en el puente.
Desnudo y rodeado de cosas que no entendía.
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LOS OJOS DEL PERRO SIBERIANO
Novela JuvenilNos quedamos un rato en silencio, envueltos en el perfume de las hierbas. Hasta que le pregunté. -¿Por qué nunca hablamos de Ezequiel? Apoyó las cosas en el piso con mucha calma. Estiró su mano cómo si quisiera acariciarme. Me miró. Bajó la mano. L...