Encuentro

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Yui no pensó mucho cuando se adentro en el bosque.

Estaba asustada, sus piernas le dolían y el sudor cubria su frente. Sus ojos rosados estaban a punto de soltar sus lagrimas retenidas, sus costados quemaban como nunca lo habían hecho, cada vez mas, la desesperación la consumía ¿ya lo había dicho?

No importaba, correría kilómetros si eso significaba estar alejada de esos trillizos del demonio.

Uno de los juegos favoritos de esos tres era seguirla, como si estuvieran en un laberinto: ella era la rata, obviamente, y ellos, los científicos que sabían a donde iría. Si se sentía segura, ellos saldrían de la nada a molestarla, complacidos de sus gritos horrorizados y sus manos aferradas a su pecho, tratando de calmar sus latidos desenfrenados. Daría vueltas por aquí y por allá, inútilmente tratando de escapar.

Ese día en particular acabo dentro de ese bosque en el cual nunca se había molestado en explorar. Se detuvo y con su mano se apoyo en un árbol, el aire lleno sus pulmones y se sintió aliviada, por fin descansará.

¿Cuanto hasta que los Sakamaki lleguen a ella?

Solo que esa vez, no fueron los vampiros.

En un principio, aquella masa negra no le pareció mas que un simple enjambre de bichos, hasta que se volteo: dos esferas blancas brillaban en medio de esa negrura. Sus instintos le indicaron lo de siempre...

Corre y no pares.

Asustada, no, ¡horrorizada! Salio corriendo una vez mas. No tuvo su merecido descanso y siendo algo despistada termino en una combinación fatal en el momento, su pie se atasco en un tronco y cayó, con las ultimas fuerzas que le quedaban, se levanto y siguió.

No quería morir, no aqui, no ahora.

Las lagrimas se desbordaron por sus pálidas mejillas, las piernas temblaron, débiles. Yui nunca pensó que algún día desearía que algún vampiro estuviera cerca de ella, la masa negra le daba mas miedo que sus trece captores juntos en una misma habitación, de solo pensarlo le daba escalofríos.

—Dios, salvame solo una vez.

La rubia no podía mas, su cuerpo ya había llegado al limite. Tratando de esconderse fue detras de un arbol y ahi se desplomó, en el sucio suelo de los bosques, sus ojos querían cerrarse, tal vez si hiciera un...

—No cierres los ojos humana.

Yui se sorprendio, esa voz no la conocía.

—Estamos igual que tu, basura—la segunda voz sonó mucho mas profunda que la primera, Yui sucumbió a su miedo una vez mas. Casual te encuentras muchos seres sobrenaturales en un bosque.

—¿I-igual?—cuestiono con voz temblorosa.

-—Si, igual. Esa cosa que estas viendo no son animales, te matara y te comerá si no aceptas nuestra ayuda.

-—¿De verdad? No me había dado cuenta.

—¡Deja el sarcasmo mujer! ¿¡Sabes que es esa cosa!? ¿¡Lo sabes!?

La rubia no tuvo el valor de ver a los seres que le hablaban, el enojo que sentía la otra persona le traía malos recuerdos.

—¡Callate idiota! —grito el otro.

—Ugh.

—No te diremos nuestros nombres, no tenemos. Pero te diré otra cosa: nos necesitas y nosotros a ti. Esa bola negra es un ghawl.

—¿Ghawl?

—Son seres que se alimentan de humanos, como tu por ejemplo. No tienen forma definida, pueden ser cualquier cosa, los veras convertidos en esa masa negra así es como guardan energía— el largo pelo negro del hombre que por fin se había dignado a mirar caía sobre el suelo, Yui se levanto de su posición fetal, esa que formo unos momentos antes, los ojos turquesas del mismo la siguieron en sus lentos movimientos. Observo con miedo el sangrante abdomen del mismo, este, al darse cuenta, sonrió con sorna.  La delgada muchacha aparto la mirada y la dirigió a la otra persona que ahí estaba.

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