CAPÍTULO 1: PRÍNCIPE AZUL

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                         Valentinne había vivido toda su vida en el mismo pueblito. Probablemente siguiera viviendo ahí hasta morir. A sus veinte años, no tenía grandes ambiciones más que seguir trabajando en su puesto de bibliotecaria. No pretendía viajes por el mundo, ni autos caros, ni ropas exclusivas. Era lo que vulgarmente se llama una conformista. Y era feliz siéndolo entre sus libros que la transportaban a realidades mágicas, complejas y profundas que le llenaban el alma.

                         Había trabajado en esa biblioteca pública por dos años junto a Rosie, su mentora, quien era una anciana solitaria, medio hippie, amante de los perros. Su otro compañero era el también anciano señor Grey, un funcionario público estirado y obsesivo por el orden.

                      Val y Rosie se llevaban estupendo, tenían el mismo sentido del humor algo sarcástico y un poco oscuro.

- ¿Cómo van las chicas del cabaret?- llegó Samuel saludándolas con la misma alegría de siempre, dejando el casco de su moto sobre el escritorio e intentando arreglar el desastre de su cabello oscuro alborotado. Solo consiguió dejarlo aún peor.

                        Sam trabajaba medio tiempo en la biblioteca como chico de los mandados. Era descarado y algo vago, un mujeriego incansable a pesar de no ser particularmente guapo. Le gustaba coquetear con lo que se moviera, excepto con Val, en quien no parecía interesado debido a que eran compañeros de trabajo y , al parecer, él tenía una estricta política de no comer donde defecaba, en sus propias palabras.

- Llegas tarde.- le disparó Val sin levantar la vista del computador.

- Lo sé.- se rió Sam con sus dientes perfectos, lanzándose sobre su escritorio.- y valió la pena cada m-i-n-u-t-o.- remarcó las letras solo por molestar a su compañera.

- ¿Era buena...?- saltó Rosie con una risa.

- Una diosa...- respondió el muchacho agrandando más su sonrisa pícara.

- Deténganse....- les pidió Vale.- no quiero detalles.

- Ok.- sonrió Sam y se acomodó.- los lunes son tan aburridos.- exclamó bostezando.

- No llevas ni dos minutos en el trabajo...- le espetó Val. De alguna forma, el chico lograba ponerla de mal humor. No le gustaba esa actitud relajada, despreocupada y tontorrona de la cual se sentía orgulloso, aparentemente.

- Como sea, los lunes son horribles.- siguió afirmando sin perder el buen humor.

                       Val decidió ignorar lo que saliera de su boca, no fuera que hablando con él se le pegara lo idiota.

                      A media tarde, la muchacha ya se había desocupado, así que partió a su rutina diaria de traer refrigerios. Un te verde para Rosie, un té sin azúcar para el señor Grey, un café negro para Sam y algo dulce para ella, que en esta ocasión era un mokaccino.

- Creo que la remesa de nuevas ediciones llegará durante la semana.- le informo el señor Grey.- así que tendrás que catalogar todo.- Val dejó su té sobre la mesa con un asentimiento.

- Tan pronto lleguen.- le aseguró ella.

- Gracias linda.- Rosie recibió su té con entusiasmo.

- Por nada.- le sonrió de regreso.- aquí tienes.- entregó el café caliente y amargo as su compañero, quien parecía ensimismado en su pantalla. Val consideró una mala idea ver que era lo que lo mantenía tan concentrado. En el momento que accidentalmente advirtió las imágenes de mujeres semidesnudas con grandes pechos, su idea se confirmó.

- Gracias.- respondió el muchacho sin una pizca de vergüenza ante el hecho de haber sido descubierto viendo pornografía.

- El wifi no está para eso.- le reprendió la muchacha. Sam ni siquiera la miró, se limitó a encogerse de hombros y reír como si la reprimenda le produjera enorme alegría. No parecía afectado por nada que le dijeran. Val no comprendía como era que el señor Grey aguantaba tanta idiotez con su carácter estirado y estructurado.

Se dio por vencida y regresó a su trabajo.

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- Buenas tardes.- dio una voz ronca que Val reconoció de inmediato a pesar de haberla oído solo en un par de ocasiones.

              Era Victor, el rubio de ojos verdes e hijo único de la privilegiada familia de la ciudad. Muchacho estudiante de medicina, que vacacionaba en el caribe en verano y en el invierno se iba a los Alpes suizos. Amado y adorado por todos, Val no era la excepción, tanto que pasaban por alto su superficialidad y la extraña entonación que la clase alta se enorgullecía en usar.

- Buenas tardes.- saludó Val, consciente de que su metro sesenta y sus setenta kilos de busto y caderas, enfundados en un vestido suelto que asemejaba la moda de la regencia, no impresionarían al príncipe del pueblo.- ¿en qué podemos ayudarle?- sonrió mostrándole su sonrisa pareja y blanca sin necesidad de tratamientos.

- Busco al señor Grey.- respondió el chico sin sonreírle de regreso.

- En seguida.- Val fue en busca de su jefe y se sorprendió cuando al regresar con el señor Grey pisándole los talones, encontró a Victor hablando muy de cerca con Samuel, quien no parecía muy interesado en lo que fuera que el rubiecito le estuviera diciendo. Al verlos llegar, el príncipe se cuadró de hombros y sonriéndole amistosamente se despidió de Sam, quien le hizo un vago gesto de despedida sin despegar la vista de la pantalla de su teléfono.

                        El señor Grey invitó al muchacho a su oficina y se perdieron tras la puerta cerrada. Val no pudo evitar mirar intensamente a Sam con la esperanza de leerle la mente y saber que podían tener en común ellos dos como para hablar bajito y de cerca.

- Deja de mirarme.- le pidió Samuel después de unos quince minutos de violentas ojeadas por parte de Val.

- ¿D...de qué hablas?.- intentó disimular ella. - ¿Por qué habría de mirarte?

- Porque quieres saber qué hablábamos Levian y yo.- respondió simplemente, tecleando a la velocidad de la luz en su celular.

- ¿Po...por qué querría saber eso?- reclamó indignada, arreglando su escritorio.

- Porque, obviamente, - remarcó - el tipo te gusta.- respondió con tranquilidad.

- ¿de dónde sacaste esa idea?.- chilló Val con la cara incendiada.

- El tipo es un idiota, no es buena idea que te enganches de ahí.- aconsejó el muchacho chascón, abriendo aplicaciones en su teléfono.

- Estas asumiendo muchas cosas.- le reclamó Val indignada.- en todo caso, quien me guste no es tu problema.- remató dándole la espalda al consejero. Si ella se hubiera girado se habría encontrado con que Samuel la miraba con lástima.

- No digas que no te lo advertí.- le dijo en voz baja y sin prestarle más atención se paró de la silla y salió pitando.

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⏰ Last updated: Feb 12, 2018 ⏰

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