Prologo

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Templo                                                                                                                                                                                      

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'El secreto es como morir'                                                                                                                                                

Desde el principio de los tiempos, el secreto ha sido siempre como morir.  El iniciado de veintiocho años bajo la mirada hacia el cráneo humano que sostenía en las palmas de sus manos. Era un cráneo hueco, como un cuenco, lleno de un vino rojo sangre.

               -Bebetelo- se dijo-. no tienes nada que temer.    

Tal y como era tradición, había comenzado ese viaje ataviada con la vestimenta ritual de lo herejes medievales que cunducia al cadalso: la camisa abierta para dejar el pálido pecho al desnudo, la pernera izquierda del pantalón enrollada hasta la rodilla y la manga derecha remangada hasta el codo. Ademas, una gruesa soga alrededor del cuello: el 'cable de remolque', lo llamaban los hermanos presentes, iban vestidos de maestro.                                                                    

Los hermanos que lo rodeaban iban todos ataviados con el atuendo completo: delantal de piel de cordero, banda y guantes blancos. Alrededor de sus cuellos colgaban joyas ceremoniales que brillaban cual ojos fantasmales en la tenue luz, la mayoría llevaban un corto pedazo de tela que les cubría el rostro, nada mas se le notaban los ojos, unos pequeños orificios para que respiraran. Todos los hombres alrededor ocupaban posiciones de gran poder en la vida real, y sin embargo el iniciado sabia que sus rangos mundanos nada significaban dentro de esas paredes. Pero allí todos los hombres eran iguales, hermanos jurados que compartían un lazo místico.

Mientras contemplaba la intimidante asamblea, el iniciado se pregunto quien en el mundo exterior se podría imaginar a ese grupo de hombres congregados en un mismo lugar... O que lo hicieran en ese lugar. La sala se asemejaba a un santuario sagrado en la antigüedad.

La verdad, sin embargo, es mucho mas extraña.

'Estoy tan solo a unas manzanas de la casa blanca'

ese colosal edificio, situado en el numero 1733 de sixteenth street de Washington, era una replica de un templo precristiano: el templo del rey Mausolo; el mausoleo original...., un lugar en el que descansar al morir. En la entrada principal, dos esfinges de diecisiete toneladas vigilaban las puertas de bronce. El interior era un ornamentado laberinto de cámaras rituales, pasillos, criptas selladas, bibliotecas e incluso un muro hueco donde se encontraban los restos de dos seres humanos. Al iniciado le habían contado que todas y cada una de las salas de ese edificio escondía un secreto, aunque el sabia que ninguna sala contenía secretos mas profundos que la gigantesca cámara en la que ahora estaba arrodillado con un cráneo humano en las palmas de las manos. 

'El templo'

esa sala era un cuadrado perfecto. Y cavernoso. El techo se encontraba a unos espectaculares treinta metros de altura y lo sostenían una serie de monolíticas columnas de granito verde. Rodeaba la sala una gradería de asientos de oscuro nogal ruso con piel de cerdo curtida a mano. Un sitial de diez metros de altura dominaba el muro occidental y, en el otro extremo, oculto a la vista, había un órgano de tubos. Los muros eran como un caleidoscopio de símbolos antiguos: egipcios, hebraicos, astronómicos, químicos y otros todavía desconocidos.

Esa noche, la sala del templo estaba iluminada por un serie de cirios cuidadosamente dispuestos. Su tenue resplandor estaba únicamente acompañado por los pálidos rayos de luz de luna que se filtraban por el amplio oculo del techo de un solido bloque de mármol belga, pulido y de color negro, que estaba situado en el centro mismo de la cámara de plata cuadrada.

        -El secreto es como morir-, se recordó el iniciado.

        -ha llegado el momento- susurro una voz.


El simbolo perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora