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El iniciado dejo su que su mirada se posara sobre la distinguida figura ataviada con una túnica blanca que tenia ante si. 'El venerable maestro.' Ese hombre, de casi sesenta años, era todo un icono norteamericano, muy querido, robusto e incalculablemente rico. Su cabello, antaño oscuro, ya estaba encanecido, y su famoso rostro reflejaba una vida de poder y un vigor intelecto.

        - Haz el juramento -dijo el venerable maestro con una voz suave como la nieve al caer-. Completa tu viaje.

  El viaje del iniciado, como el de todos los demás, había comenzado en el primer grado. Aquella noche, en un ritual parecido a ese, el venerable maestro le había tapado los ojos con una venda de terciopelo y, tras colocarle una daga ceremonial sobre el pecho desnudo, le había preguntado:

       - ¿juras solemnemente por tu honor, sin estar influenciado por motivo, mercenario o indigno alguno, que libre y privilegios de la hermandad?

        - Lo juro - Habia mentido el iniciado.

        - Que te remuerda, pues la conciencia - le advirtió el maestro-, y te sobrevenga una muerte inmediata si tracionas alguna  vez los secretos que te saran revelados.

    En  aquel momento, el iniciado no sintió miedo alguno. 'Nunca descubrirán cual es mi autentico propósito aquí.'

     Esa noche, sin embargo, le había parecido notar una aprensiva solemnidad en la sala del templo, y su mente comenzó a repasar todas las advertencias que había recibido durante ese viaje, todas las amenazas de las terribles consecuencias que sufriría si le ocurriera compartir alguna vez los antiguos secretos que estaba a punto de conocer. 'Me rajaran el cuello de oreja a oreja..., me arrancaran de cuajo la lengua..., extraerán e incineraran mis entrañas..., y las arrojaran a los cuatro vientos..., me extirparan el corazón y lo arrojaran al suelo para que sirva de alimento a las bestias femelicas...'

      - Hermano -dijo el maestro de ojos grises mientras colocaba su mano derecha sobre el hombro del iniciado-. Haz el juramento final.

  Armándose de valor para dar el ultimo paso de su viaje, el iniciado movió se musculosa constitution y volvió su atención al cráneo que sostenía entre las palmas de las manos. El vino carmesí se veía casi negro a la tenue  luz de los cirios. En la cámara se hizo un silencio mortal, y pudo sentir la mirada de todos los testigos que permanecían a la espera de que tomara su ultimo juramento y se uniera a sis filas de elite:

El simbolo perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora