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Perdona que te escriba,
suelo escribirle a lo muerto

y aunque tú aún vivas,
en mis textos es en lo único que permaneces con vida.

Eras la rutina que a veces me causaba melancolía,
eras todo aquello que acababa con mis alegrías.

Un día desperté y noté que robabas mis fantasías,
que era una persona que caminaba vacía por la vida.

Creía tenerlo todo a tu lado,
y la verdad si lo tenía todo,
pero ese todo era sólo tuyo,
¿Qué era mío?
Nada,
ni tú ni la vida me pertenecían.

Llego el día en que solté tu mano
y sentí como todo había cambiado,
comencé a sentir que me había enamorado,
no de alguien más,
ni de ti,
ni de mi,
me enamoré de la vida.

Hoy soy una persona que es feliz, que sus huecos ya tuvieron fin.

A fin de cuentas comprendí,
que eras la carga a mi vida vacía,
que no me dejabas ser feliz y que me hacías creer que mi felicidad habitaba en ti.

Y aunque no sepa más de ti hoy te escribo sin fin, vació los vacíos que dejaste en mi,
ahora los lleno con todo aquello que por ti jamás comprendí,
hoy soy feliz y otra persona me mostró lo que es amar y ser amada de vuelta,
algo que contigo nunca sentí.

-Paulina Obeso

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