New guy in the school

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—TaeHyung, espero a que estés listo o no te llevaré a la escuela— habló la madre de el chico mientras ella tomaba sus cosas dispuesta a dejarlo solo.  Porque, conociendo a su hijo, sabía que no estaba listo.

—Ya estoy, mamá— bramó el castaño bajando las escaleras con cansancio, no quería tener que esperar el fastidioso autobús, ni quería caminar.

—Estás en segundo año de secundaria, deberías empezar a utilizar el transporte público— suspiró ella—, no te podré llevar cuando estés en la universidad.

—Lo sé, mamá— contestó, rodando los ojos en claro signo de molestia. A veces odiaba que le recordara que no le quedaba mucho antes de tener que hacer su propia vida sin depender de ella—. ¿Podemos irnos ya?, no quiero ganarme un pase a detención otra vez.

Obedeciendo, su madre salió primero, se subió al carro y encendió el motor. Ella tenía claro que no iba a lograr nada. Sabía que su hijo era alguien terco, incluso en situaciones donde la mayoría de las veces no le beneficiaba en nada. Un caso perdido, lo llamaban. A pesar de eso, no podía negar que lo amaba con su vida, sin embargo, su comportamiento obtuso solía ser una molestia; una vez el castaño se subió, soltó un suspiro antes de avanzar el coche para salir de la calle. Una vez llegaron, se estacionó en la misma esquina de siempre, ubicada a una cuadra antes de la escuela, y sacó el seguro acostumbrada a dejarlo en ese lugar porque a él le daba vergüenza que sus amigos lo vieran bajar del auto de su madre.

—Sigo sin saber cuál es el punto de dejarte tan lejos, Taehyung. Tienes claro que no es problema para mí conducir hasta la entrada— espetó ella, antes de ver a su hijo bajar, dejándola confundida y con las palabras en la boca al escucharlo—: Porque sería suicidio social.

Por otro lado, Jeon Jeongguk acababa de llegar y ya estaba recibiendo miradas de todo tipo, puesto que él se veía físicamente menor de lo que aparentaba y, por consiguiente, un blanco fácil para las burlas. Caminó hasta el aula con las manos aferradas a las correas de su mochila, conteniendo las ganas de llorar ahí mismo. Se sentó al fondo y bufó, tragándose el nudo en su garganta. Todos parecían detestarlo como si fuera una peste, y él no lo podía entender, ¿cuán podridos estaban los estereotipos de esta gente como para odiar a alguien sólo su apariencia?

A los segundos después un chico entró en el aula. Castaño, alto y con una sonrisa cuadrada, casi parecía satisfecho. Saludaba a todo el que se le cruzaba, por lo que a Jeon le pareció que era alguien popular. Una vez estuvo en su lugar, observó  a Jeongguk brevemente extrañado, frente a él. Eso bastó para que se pusieran nerviosos los dos. Ambos tenían esta sensación de haberse visto en algún lado, además Taehyung nunca olvidaba una cara.

—¡Muy bien, alumnos, buenos días!— gritó el profesor haciendo su camino dentro de la sala, entretanto el nerviosismo del pobre pelinegro crecía más y más. Tener que presentarse frente a toda una clase dispuesta a burlarse de ti no ayudaba en lo más mínimo—. Como sabrán hace dos meses comenzamos las clases, sin embargo, hoy se nos une un nuevo compañero, Jeon Jeongguk.

Todo el mundo volteó a verlo, excepto el castaño quien no quería mirarlo hasta asegurarse de saber dónde lo había visto.

—Hola— susurró el mencionado, sin levantar la mirada ni evitar sonrojarse.

—Bien, ahora comencemos con la clase, luego podrán conocerlo— bramó el profesor, indicando la página en la que debían hacer una actividad.

TaeHyung salió del aula tan rápido como un rayo en cuanto sonó la campana, quería llegar a entrenamiento lo antes posible. Sabía que así se despejaría su mente. No podía quitarse la imagen del chico nuevo, estaba tratando de recordar dónde coño lo había visto. Y no poder recordar lo estaba estresando en demasía.

—¡Por favor, suéltenme!— aquella tímida voz llegó hasta sus oídos en un chillido.

Giró en la esquina del pasillo donde, contra los casilleros, un chico contenía a Jeongguk mientras el otro saqueaba la mochila del menor. Buscaban dinero, principalmente, pero lo que fuera que les sirviera, lo robaban. Estos bastardos, pensó. Tenía claro que no debía interferir si no quería recibir una buena paliza después, sin embargo, su obsesión por meterse en problemas siempre le traicionaba. Así que, no pudo evitarlo. No era justo que el primer día de aquél chico fuera una mierda, objetaba en su mente, él ya sabía lo qué se sentía.

—Déjenlo— ordenó en un tono seco, acercándose a ellos.

—¿O qué, nos darás nuestro merecido, TaeHyung?— preguntó, en un tono burlesco, Park ChanYeol.

—Claro, si eso es lo que quieren— murmuró el castaño, para luego encestar un golpe seco en la mandíbula del contrario, obligándolo soltar a Jeongguk.

—Maldita sea, Tae— chilló su compañero, al cual no reconoció, mientras se acercaba para auxiliar al herido.

—¿Estás bien?— preguntó al azabache, el cual tenía sus ojos perdidos en el rostro del castaño, casi con admiración.

—S-sí, e-estoy bien— tartamudeó. El pobre chico no pudo evitar sentirse atraído, su aura desprendía seguridad, y por consecuente, refugio para él.

—Lo vas a pagar caro— replicó ChanYeol con dificultad.

TaeHyung lo sabía, no debió entrometerse a sabiendas de lo que le esperaba después, pero algo dentro de él de decía que valía la pena; mientras se alejaban, Jeongguk recogió sus cosas cohibido, habían robado su dinero para el almuerzo. Suspiró con una mueca para luego acercarse al chico que le había salvado el pellejo.

—Muchas gracias, realmente le debo una— el pelinegro hablaba con dificultad. Rehuir de ello le era imposible, se sentía vulnerable pero, a la vez, protegido junto a él.

—No hay de qué— musitó el castaño, casi hipnotizado con la mirada del contrario que yacía en frente suyo—. Sólo procura mantenerte alejado de ellos. 

—Lo haré— contestó con un asentimiento paulatino. Estaban sumergidos en los ojos del otro, tanto así que no se percataron en la presencia de Jimin, quien había llegado corriendo a su lado hace un par de segundos.

—Tae— habló, haciéndolos pegar un salto del susto y cortando así aquella tensión—, el entrenador te está buscando como loco.

—Mierda— musitó el mencionado mientras, sin siquiera despedirse, salía disparado de allí seguido de Jimin quién le dedicó una breve mirada al pelinegro, intrigado pero sin tiempo para desarrollar el pensamiento.

Por otro lado, Jeongguk se había quedado estático, ¿por qué no había podido quitarle la mirada al castaño? Con el esclarecedor sentimiento de desconcierto, hizo su camino hacia su próxima clase, pensando en cómo hacer para evitar encontrarse con los bravucones esos; no le dio más vueltas al asunto y decidió concentrarse en la clase que le tocaba. Llegó sentándose en el fondo, como siempre sería desde ahora.

—Buenos días, alumnos— saludó la profesora—, hoy, antes de comenzar la clase, quisiera responder una pregunta que me hicieron hace un momento, aquí afuera— hizo una pausa breve antes de seguir—: ¿Por qué cuando estamos enamorados nos sentimos como drogados?— toda la clase rió, y Jeongguk no fue la excepción—. Pues, como verán, cuando estamos con esa persona, o simplemente pensamos en ella, nuestro cerebro libera endorfinas tales como la adrenalina, oxitocina, serotonina, entre otros. Materia que reforzaremos hoy, por cierto; como decía, la principal es la dopamina, que se libera en grandes cantidades, haciendo a nuestro cuerpo reaccionar a ella. Estudios demuestran que el cerebro de una persona enamorada es igual al de una persona adicta a la cocaína, lo que explica, muchas veces, la dependencia emocional y física. ¿Me explayé bien, hay dudas?

Cuando la mayoría afirmó, comenzó respondiendo preguntas pendientes. Jeongguk, a pesar de estar poniendo atención, no podía dejar de pensar en TaeHyung, si es que así era como se llamaba. Nadie antes le había defendido, o notado siquiera. Quizás era un acto desinteresado de su parte, pero, cómo saberlo. Aún así, iría a agradecerle más tarde, sí, con dos cojones.





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