LUCAS, ES MI NOMBRE

1º

     Hoy no he vuelto a soñar, me he pasado toda la noche evitando mis pensamientos extraños y fuera de lugar, intentando no ceder y dejar libre a mi mente. Porque le temo, temo tantas cosas, temo sentir, temo poder ser yo finalmente, temo tener que ocultarme ante la mirada de todos. Miedo, poseo mucho miedo.

     —¡Lucas! ¡Sal de una vez! La comida se enfría —Gritaba papá desde el jardín, a él si le importaba que su comida este a la perfección. Pero ¿Pensará lo mismo de su familia?—. Vamos hijo, que no puedo estar esperándote todo el día ¿Que os parece si te movéis más rápido?

     —¡Lo siento! —Contesté, me había quedado mirando el techo, al parecer era mi mejor distracción—. ¡Ahora he de ir! Solo me faltan algunas cosas.

     Mis pies se sentían ligeros, pero no libres, mi mente quería ser liberada, pero no sentirse ligera ¿Era acaso que aquel sentimiento se apoderaría de mí cuanto antes? No sabía qué hacer, ni siquiera podía tomar razón de esta situación que era tan confusa para mí.

     —¿Dónde has estado, cariño? —Mamá siempre tan curiosa, podía sentir aquel interés a lo lejos—. Estaba preocupada, pensaba que no querrías comer.

     —No pienses eso Amanda. Yo sé que mi muchacho no se perdería de un día de campo tan especial como este ¿No es así Lucas? —Seguía mi padre, intentando no quemar una de las chuletas, su pasión se calentaba de la misma manera que su corazón al ver a mi madre. Era algo tan mágico, me preguntaba cuándo podría sentir lo mismo.

     —Está bien, no he dicho nada ¿Vale? —Sonreía cortando un poco de carne para degustar de aquella delicia—. Oh...Está delicioso Freddy, no puedo creer que alguien se esté perdiendo esto.

     —Madre —Hablaba Isa, mi hermana, la pobre siempre era criticada por sus gustos culinarios, era vegetariana y muy estricta, me gustaría algún día poseer aquella lealtad y compromiso—. Sabes que soy vegetariana por ley, ninguna insinuación me hará cambiar.

     —Como tú digas Isa, pero esto —Señaló el filete recién cosido, se podía notar el dulce sabor con el que deleitaba mi paladar—. Es un manjar inigualable de lo que te estás perdiendo.

     —Bueno ya, dejen de hablar de eso. Creo que hay muchas cosas más importantes que los gustos extraños de Isa —Reía Mateo mientras la cara de Isa cambiaba de expresión. Me preguntaba cómo podía soportar tantas acusaciones. A veces quisiera preguntarle, así tal vez, no sé, podría llegar a decir mi verdad. Pero ¿Sería lo correcto?

     Mi mirada se centraba en la inmensidad del cielo ¿Acaso Dios tendría un lugar para mí? O ¿Es que solo somos abominaciones como nombra la Biblia? ¿Podremos algún día ser capaces de no huir de lo que realmente somos y sentimos? Sentir que en verdad valemos la pena tanto como otras personas lo valen, tanto como todo el mundo se hace valer.

     —¿Lucas? ¿Qué miras? —Preguntó Dana, mi hermana menor, estaba en secundaría, pero aun así la molestaba, me recordaba mucho a mí—. Estás algo distraído.

     —No es nada Dana —Sonreí levemente—. Solo pienso.