Que duelen...

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—Mamá, quiero cortarme el pelo...

—¿Te volviste loca, Valentina? No, de ninguna manera.

—¿Por qué no? Es más cómodo usarlo corto, no me gusta largo, se me enreda mucho.

—Cuídatelo más y no se va a enredar. ¿Y esas uñas?

—No tienen nada...

—¿Cómo que no? Están sucias, ve a lavarte las manos, esas no son las manos de una señorita.

—¡Es que no soy señorita!

—¿Ah no? ¿y qué eres?

—Soy un...

—¿Un qué, Valentina? Ni se te ocurra salir con cosas raras, ¿entendiste?

—¡No es raro!, ¡soy un niño! Por eso no me gustan los vestidos, las faldas y el pelo largo, porque eso es ropa de niña, y yo soy un niño, mamá.

—¡No vuelvas a repetir eso! Te llamas Valentina, eres una niña y te vas a comportar como tal, así que más vale que te quites esas ideas de la cabeza porque vas derechito al psicólogo.

—No me importa lo que digas, soy un niño, ¡y no quiero usar más ropa de niñas!

. . .

Mamá, ¡soy un chico!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora