-Sí. A veces los matrimonios comen ciertas cosas en ciertas noches. El viernes es noche de pizza, el jueves de ensalada, el domingo de sándwiches. Podemos hacer los lunes noche de hígado.
-¿Tenemos que decidirlo ya? -preguntó él-. Porque me gustaría probar más delicias culinarias tuyas antes de centrarnos en una. Y por cierto, yo cocino bien. Creo que algunas parejas se reparten los días de cocinar.
-¡Oh, no! Creo que cocinar es mi deber -insistió ella con un entusiasmo sospechoso.
Harry no sabía mucho de matrimonios, pero sabía que cualquier esposa que trabajara fuera aceptaría encantada la posibilidad de compartir el trabajo del hogar. O se burlaba de él o había admitido a una loca en su casa. Y Harry estaba seguro de que Alison tenía motivos ocultos para actuar como una esposa entusiasta, sólo le faltaba saber cuáles eran.
Extendió el brazo a través de la mesa y le tomó la mano.
-Me gustaría mucho ayudar -dijo.
Alison se levantó con rapidez y soltó la mano.
-Tengo que recoger.
-Te ayudaré.
-¡No! -se detuvo un momento-. Lo haré yo. Tú termina el postre.
Se llevó los platos con rapidez. Harry tenía que admitir que le había gustado mirarla a través de la mesa. Solía comer en el mostrador de la cocina, normalmente algo ya preparado pasado por el microondas. Y era agradable tenerla en la casa y oírla moverse por la cocina.
-¿Seguro que no quieres que te ayude? -preguntó.
-No, estoy bien.
-Tengo que decirte que...
Un grito resonó por la casa antes de que tuviera ocasión de advertirle del peligro del triturador de basura. Harry corrió a la cocina y vio a Alison de pie ante el fregadero con la cara y la blusa manchadas de papilla marrón.
-¡Ha explotado! -gimió ella con el hígado líquido escurriéndose por sus manos y su nariz.
Harry reprimió una carcajada y tomó un paño de cocina.
-Olvidé avisarte -dijo. La volvió hacia sí y le limpió las mejillas con gentileza-. Cuando lo conectas, sale volando esa cosa de goma. Hay que sujetarla.
-¡Qué asco! -exclamó ella, sacudiéndose el hígado de las manos.
-No seas tan niña -se burló Harry-. Acabamos de comernos ese asco.
-Mi blusa está destrozada.
-Te compraré otra -Harry le pasó el paño por el pelo y no pudo aguantar más la risa-. Esto huele tan mal como sabe.
Alison lo miró sorprendida.
-Yo creía que te gustaba.
Harry miró sus hermosos rasgos. Había cambiado mucho con los años, pero a veces veía todavía a la chica que había sido.
Le pasó el paño por los labios y a continuación, sin pensarlo, bajó la cabeza y recorrió el mismo camino con la boca; su intención había sido parar allí, limitar la caricia a una muestra de afecto, pero el besó lanzó una oleada de calor por todo su cuerpo y Harry lanzó un gemido, le tomó el rostro entre las manos y volvió a besarla.
Esperó a que ella respondiera, a que se abriera a él, le diera alguna señal de lo que sentía; ella le echó los brazos al cuello y se apretó contra él y Harry supo que besarla no había sido un error.
Le recorrió los labios con la lengua, incitándola a rendirse, aprovechando la ocasión para explorar el calor más allá de sus labios. De la garganta de ella salió un suspiro y él le puso una mano en el pelo y la obligó a responder a su lengua con la de ella.
Había besado a muchas mujeres, pero no podía recordar una sensación como aquélla. Quería poseerla completamente, apartar todo lo que había entre ellos excepto la realidad del deseo. Le dio la vuelta y apoyó su espalda en el frigorífico para apretar su cuerpo al de ella hasta que no pudieran saber dónde terminaba uno y empezaba el otro. Y aunque su mente hervía de sensaciones y su cuerpo, de pasión, Harry sabía que por el momento no iría más allá de ese beso, que esa comunicación silenciosa donde parecían contarse sus pensamientos más secretos terminaría en unos segundos más.
Las manos de ella empezaron a desabrocharle la camisa y él lanzó un gemido y entrelazó los dedos de ella con los suyos. Si empezaban con la ropa, no sabía si podría parar, así que le abrazó la cintura y sujetó las manos de ella a su espalda.
Siempre se había lanzado de cabeza a una seducción, ansioso por buscar satisfacción inmediata. Tal vez ése había sido siempre su problema, centrarse en los placeres físicos y nada más. Con Alison quería más y por primera vez en su vida creía que podía encontrarlo.
Por el momento, bastaba con el beso, que era un anticipo de lo que podían compartir en el futuro. Se apartó y la miró, atónito por la increíble belleza de su rostro. Alison tenía los ojos cerrados y los labios húmedos y ligeramente hinchados.
-¿Por qué no me dejas limpiar la cocina mientras terminas de recoger? -murmuró él con un último beso suave.
Ella abrió los ojos y parpadeó.
-Siento esta suciedad -dijo.
Harry le acarició la mejilla y sonrió.
-No es problema. Estás muy guapa con hígado en el pelo.
Ella sonrió y salió de la cocina. Harry respiró hondo y se apoyó en la encimera. Alison se había escondido toda la noche detrás de aquella fachada extraña de la compañera perfecta y luego había pasado en un instante de esposa a amante ansiosa. Cuando estaba con ella, tenía la sensación de aventurarse en territorio desconocido. No se parecía a ninguna mujer de las que había conocido.
Movió la cabeza y empezó a limpiar la papilla marrón de la encimera y del suelo. La vida prometía ser mucho más interesante con ella en la casa.