- Pimpollo... Pimpollo! Mica! Levantate, llegamos
Siento la cálida mano de mi tío entre mis sueños, y, de mala gana, me despierto. Estoy de costado, y babeé durante la noche. Me recorre un pequeño escalofrío al tocar el pegote en mi mejilla.
- Llegamos. Llegamos a montevideo- Me repite mi tío
- Ah, ¿Si?- digo, con los ojos entre cerrados. Me levanto y me despierto del todo. Me doy cuenta de que ya bajaron todas mis cosas, y, por primera vez, le doy un vistazo al lugar. Es una calle de adoquines, pero con luces a ambos lados. A lo lejos se oye una música. No reconozco el estilo. Observo las casas. La mayoría son viejas, de dos pisos y lúgubres, no hay muchas pintadas, y las que lo están, están en colores mate oscuros. Pero, a juzgar por las luces rojas que tintinean en el cielo, hay edificios altos. La vereda no es muy larga, tampoco corta. Mi tío me señala calle abajo
- Para allá está el puerto, y la aduana
Entrecierro los ojos para intentar ver en la oscuridad. Nada, mañana veré qué hay. Inspiro hondamente, para saborear el aire. No se siente el salitre del mar, y, aunque estemos en la ciudad, no huele a contaminación. Sin embargo, el aire no es puro. Huele a un festejo pasado, a una tristeza alegre, lo que me humedece los ojos.
- Como dijiste que se llama el barrio?
- Ciudad Vieja- dice mi tío inflando el pecho, como orgulloso de donde vive.
Claro. Ciudad Vieja. Los adoquines, las casas. Me gusta. Sonrío.
- Tiene alguna historia? Osea, de el nombre?
- Sí, pero te la cuento adentro, que hace frío.
- Dale.
Cierto. Hace frío. En pleno verano, es increíble cómo refresca en la noche, pensar que hoy me moría de calor al medio día... Bueno, capaz que exagero, pero ta.
Me abre una de las mitades de la puerta doble a la casa y me encuentro con una vista preciosa. A la entrada te encontrás en una escalera en ele, con un descanso en la curva. Los escalones son de mármol, y la escalera es ancha, rodeada de paredes de cerámicas verdes en el metro más cerca del suelo y cemento por arriba, en el medio, cada medio metro hay agujeros en la pared, tapados por puertitas de vidrio, que contienen plantitas y conchas marinas, entre estos, costaneros verticales, con el mismo protector caoba de la valla en la Ancap. A los tres metros y medio se termina la pared de la izquierda y se ve una baranda de metal con madera. Luego de lo que cálculo será un metro de piso, se ve otra pared de unos 5 metros. La pared de la derecha sigue hasta el techo. Por más que es de noche, una claraboya en el alto techo deja pasar de lleno la luz de la luna, todo está iluminado de manera que el mármol brilla y da una sensación mágica. Subo los escalones con mi mochila al hombro, y me paro en el descanso a mirar hacia arriba. Noto algo raro. Las estrellas. Por más que la luna está brillando a todo fulgor, las estrellas no están. Mi tío, un par de escalones abajo, parece notar una expresión un tanto confusa en mi cara y me dice
- Son las luces de Montevideo, en la ciudad casi no se ven. Pero un día de estos te voy a llevar a el cabo polonio.
Ni idea de que es el cabo polonio, no le pregunto, muero de ganas de ver el resto de la casa.
Subo el resto de la escalera y me encuentro en un hall de tres metros por siete, estaría vacío de no se por plantas que cuelgan de cuerdas en las paredes y otras en el suelo. Hacia la izquierda y derecha hay puertas, y, sin poder decidir, sigo a mi tío por la de la derecha. Las puerta tienen la mitad de arriba con cuatro vidrios y el mismo color de las baldosas, verde oscuro brillante, que contrasta con las paredes blancas, que también tienen baldosas también en el metro de abajo, el suelo es de finas y largas maderas que van en fila de lado a lado, en dos columnas. Cuando mi tío abre la puerta, me escurro antes de que el pase, para observar la habitación. Tiene el mismo techo alto, y otra claraboya permite ver el cielo y entrar la luz de la luna. Es un living, tiene un sofá para tres en uno de los lados largos, en frente tiene una televisión plasma. En medio hay una mesita ratona con la parte de arriba de vidrio, se ve como un rectángulo con las puntas cortadas. En la pared de la puerta por la que entramos, a la izquierda hay un sillón para una persona, en la pared de la tele, más cerca de este lado que del otro, hay otra puerta, entreabierta, por donde entra una luz cálida. y en la pared de en frente tambien, junto a un estante de pared donde hay varios libros y un teléfono. Cuando estoy a punto de abrir la puerta de en frente, mi tío me dice:
- No querés oír la historia y tomarte un chocolate?
Decido dar media vuelta y sentarme en el sillón grande, con mi tío.
- Bueno, la cosa...- En ese momento entra mi tía con dos tazas de chocolate por la puerta entreabierta, los deja en la mesa, me dirige una sonrisa y pega media vuelta hacia lo que supongo es la cocina.
Mi tío se aclara la garganta
- Como te decía- dice en voz alta y mirando con recelo a su esposa.- La historia de ciudad vieja- Se toma un par de sorbitos de chocolate- La ciudad vieja es, como te habrás imaginado, la parte más vieja de Montevideo. Desde la conquista está acá. Durante muchos años tuvo un0a muralla alrededor, así que para buscar agua, la gente que vivía aquí, debía pasar la muralla e ir hacia lo que hoy en día es el barrio "la aguada". La muralla fue tirada abajo en...- se tapa los labios con los dedos
- ¡1829!- grita mi tía desde la cocina
- Eso! La tiraron abajo en 1829, dejando la puerta en pie, puerta que hoy en día es un destino turístico. A mediados de 1800, construyeron el "Teatro Solís", un teatro muy conocido del Uruguay. Eso es todo.
- Ya?- se me escapa, decido seguir- Me imaginaba... No sé, pestes, batallas y todo eso
- De todo eso hubo, pero no importa mucho, lo que si es digno de ser contado, es que durante muuchos años estuvo sitiada por Artigas, un caudillo oriental que apostaba por unir varios países de América y formar las "Provincias Unidas del Río de la Plata". Cómo te imaginarás, fracasó. Sin embargo hoy día es el prócer del Uruguay.
Durante este rato estuve recostada en el sillón. Poco a poco me duermo en el cómodo cuero sintético, y me abraza un mundo de sueños vinculados con enfermedades, gente a caballo y un tal Artigas, en mi mente, un joven alto y pelirrojo.

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Cambio, Que Mas Queda?
Novela JuvenilUna chica de 17 años se ve obligada a irse con sus tíos a Uruguay después de que su padre cayera preso