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Chanyeol no ha dejado de mirar la manera en que aquella persona ejerce los dobleces de la hoja de papel, así como aquellos largos y ágiles dedos que manipulan el papelito serena y hasta elegantemente, debe admitirlo. No despega la mirada, le gusta observarlo pese a no conocer nada de él salvo su nombre. Si le preguntasen acerca de su afinidad por aquel chico, Chanyeol no dudaría en responder que le encanta ese curioso hábito suyo de construir aves de papel.

Lo extraño no termina allí, sin embargo. Ha visto que ese sujeto suele hacer una figurilla y luego dejarla en cualquier parte en la que se encuentre: sobre la mesa de la cafetería aledaña al instituto, aquel lugar que más frecuentan los dos por separado; encima de la mesa o si no es que dentro de algún libro de la biblioteca del cuarto y último piso, sitio secreto de ambos, nuevamente sin tener contacto; en el salón de clases, donde con frecuencia Chanyeol le puede observar armar una figura de papel y dejarla sobre el pupitre antes de tomar sus cosas y salir al concluir la clase, sin dársela especialmente a alguien, sin cruzar palabra con nadie.

Esta vez Chanyeol se siente diferente, como si ya no fuera correcto sólo mirar de lejos y admirar en secreto, tal vez las palabras del profesor de Historia de la Cultura le impactaron sobremanera en cuanto mencionó que la gente es complicada: en la adolescencia por ejemplo, les gusta una persona por años incluso, pero ni porque estén por terminar la escuela jamás se acercan a hablarle. Chanyeol no se posiciona dentro del mismo ejemplo, él sólo siente curiosidad por su compañero de clases pero una incomodidad escoce en su mente y es que ya no le parece suficiente ver sus concisos dobleces de lejos y cómo sonríe apenas tantito al acabar su figura para dejarla sin dueño en algún lugar cualquiera.

Se muerde el interior de la mejilla para obligarse a levantarse e ir, y justo así lo hace. Y tal vez le tiemblan las piernas. Y tal vez el corazón le pulsa de súbito con fuerza. ¿Por qué? Maldita sea, solo voy a hablarle a un compañero. Sin dejar de mirarlo atraviesa las cuatro mesas que los distancian y se posiciona a un lado de la mesa del chico, quien con la cabeza gacha empeñada en construir su nueva figura de papel no se ha dado cuenta de que alguien espera nervioso enfrente.

—H-hola, ¿puedo sentarme? —no le queda más opción que vacilar tras un rato.

Entonces el contrario finalmente levanta la mirada tras tenerla mucho rato baja, Chanyeol se asombra brevemente por esas iris amarillas a contra luz, agotadas pero atentas en la voz gruesa que se ha elevado.

—Oh, sí —se recompone casi al instante y se pone derecho, sonriendo tantito por afabilidad—. Hay mucho espacio y además no es mi mesa, no tienes que preguntar algo como eso.

Chanyeol se avergüenza por su tonta petición y toma asiento frente a él, observándolo con atención ya que nuevamente está retomando su labor de armar un ave con un pedazo de hoja de cuaderno. Posición relajada, movimientos suaves de mano, concentración solamente en la mirada. Chanyeol se queda mirando atento una serie de detalles que espera jamás olvidar, primeramente esas manos esbeltas donde una de las muñecas porta un reloj que le ciñe tan bien y le da un contorno estilizado. Luego se dirige al cabello del contrario y al color adquirido por los rayos de sol hasta volverlo de miel, cayéndole por la frente hasta cubrir esos ojos cansadamente concentrados.

De pronto, aunque con lentitud, alza la mirada y se topa con Chanyeol. —¿Algún problema?

—¡Ah! No... Es sólo que —anda, torpe, por lo que has venido—, me da mucha curiosidad lo que haces y, bueno...

—¿Esto?

—Sí. ¿Es un ave, no es así?

—Una grulla, específicamente.

Las mil rosas y grullas de papel ✽。 chanbaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora