Corría el año del 2011, la verdad no sé, quería empezar mi cuento con una acercamiento veraz sobre la fecha y el clima, luego ponerme romántico por como el cielo se teñía de anaranjado en el atardecer y como las flores de temporada perfumaban el ambiente; pero no era así.
Mi colonia era gris y sucia como cualquier colonia popular cuando se deja en manos de los propios habitantes, que devoran cada centímetro de áreas verdes para luego defecarlo en el mismo lugar. El césped era seco, las señoras caminaban con playeras semitransparentes departidos políticos, donde el candidato impreso ni siquiera era delas elecciones más próximas; los niños, descalzos y con la cara manchada de mocos de al menos 12 horas, jugaban y se divertían en la tierra llena de botellas rotas y jeringas usadas. Un paraíso si me permiten decirlo.
En la esquina de dos calles con nombres de regiones europeas vivía yo,un pequeño espacio de noventa metros cuadrados hecho completamente de concreto. Dos habitaciones con sus espacios delimitados para los closets, un baño diminuto pero con un excusado ovalado (nada es peor que un excusado redondo), por último una cocina que al principio era integral y con un mueble de esos que se cuelgan de la pared, pero todo eso se lo llevó mi exesposa y solo me dejó una mancha de aceite que marca la orilla del mueble.
Justo estaba pasando por una separación con proceso de divorcio que me dejó horriblemente solo en una casa que, siendo tan pequeña, no podía parecer solitaria. Con el suelo lleno de cosas y sin muebles para poder acomodarlas; sin utensilios para limpiar y con un mes de Internet que auguraba acabarse sin que yo pudiera pagar la mensualidad. Sin trabajo y con el ánimo por los suelos lo único que quería era irme de casa, así que diario debía tener lo suficiente para poder tomar la ruta 37 que pasaba justamente en la entrada de mi colonia; después iba a casa de mis padres donde desayunaba, comía y cenaba antes de volver de nuevo a casa.
Por otro lado, y para entrar en contexto, tengo 6 amigos lo cuales, si algún día llegara a medir, los consideraría mis mejores amigos.Somos noventa por ciento de diferentes entre nosotros, el diez por ciento restante es el que compartimos en pequeñas partes y es, lo que creo, nos mantiene unidos a través de ya veinte años. Por desgracia no podemos juntarnos o vernos todos juntos durante todo el tiempo, así que mantenemos, a modo de temporadas, una intrincada red de convivencia social donde solemos juntarnos en parejas o tríos y nos vamos turnando a fin de convivir entre todos al final. Esto claro sin darnos cuenta, es un proceso como el de cualquier animal que cambia de pelaje en las estaciones.
En ese tiempo justamente me juntaba con dos de ellos. Uno tenía un trabajo con el horario muy flexible y en esa época permanecía muchos días en casa de mis padres donde le habían recibido como inquilino permanente. El otro vivía aún con sus padres y trabajaba en un horario comercial en una tienda de colchones; su novia había quedado embarazada y ella aún vivía también con sus padres, estaba en la frontera en donde te conviertes en un adulto independiente, dependiente de tus hijos y de tu esposa.
A ellos dos les agradezco infinitamente el motivo por el cual escribo esta historia.
Quiero creer que la energía que yo despedía era más fuerte que mis esfuerzos para mantenerme estoico y fuerte a los ojos inexpertos de desconocidos. Quiero creer que por ser mis amigos de toda la vida,pudieron percibir la desesperación en la que estaba sumido. Quiero creer que simplemente fue un golpe de suerte.
La entrada de mi colonia estaba a solo unos metros de lo que en el estado denominamos, zona de tolerancia; también le decimos "Las Violetas" porque dicho terreno está junto a un pequeño camino que lleva a un rancho cuyo nombres es "Las Violetas";también le decimos "Violín", quiero creer porque rima con violetas. En dicho terreno hay aproximadamente 10 edificios de los cuales cinco, funcionan como table dance; ya saben, un montón de chicas y no tan chicas de muchos tamaños y formas, se contonean en ropa diminuta, bailan en un tubo de aluminio y conviven con los caballeros por una remuneración y alguna bebida.