Soledad

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Ya siguiendo la tradición de contar mis encuentros amorosos, voy acontar uno que, al igual que el de las Violetas, marcó mi vida de muchas maneras.

He de entrar en el relato con una justificación del porque, ambos eventos, tienen a mujeres de protagonistas y es que, en mi vida, el contacto con el sexo femenino ha sido escaso (comparado con mis propios amigos) y, dicho sea de paso, en el amor no me ha ido siempre como yo he querido.

Comienzo esta historia donde se quedó la anterior aunque ambas ocurren en momentos similares, yo creo que de ahí nace el que sean tan importantes las dos. Entre los eventos que me llevaron al Poseídon y al Exesos (como ahora me he enterado que se llama el segundo table),tuve y creo aún tengo, el plan de programar un videojuego.

Los videojuegos son de las cosas que más me gustan, desde que tuve en mis manos al viejo gordo bigotón de Mario supe que ese iba a ser un hobby que me duraría toda la vida; 24 años después sigo jugando aunque no la cantidad de tiempo que solía. Tenía ideas, que, dentro de mi cabeza sonaban fantásticas y quería aterrizar las todas con algún grupo de amigos que lograran plasmar toda mi materia gris en un juego, que representara un reto y lograra algo de fama.

Así que me junté con algunos excompañeros de Sam's Club donde trabajé y de donde me despidieron haciendo me firmar mi renuncia, un clásico en la burocracia departamental... por cierto, si los que me corrieron están leyendo esto, vayan y metan se un pepino por el culo...

Como les decía; me junté con mis excompañeros para realizar el proyecto que nos convertiría en una compañía desarrolladora de videojuegos a nivel mundial, nos daría oficinas y agua embotellada, algunas secretarias sexys en minifaldas y saquitos a juego. Para eso se tomó la decisión de usar la casa de uno de ellos como centro de operaciones, nuestro Helicarrier, nuestro Cubil Felino, nuestra Atalaya, nuestro base secreta a prueba de cualquier infiltración de nuestros potenciales competidores que no sabían de nuestra existencia.

Dicha casa, está por demás decirlo, contaba con todas las comodidades,incluyendo ser la más cercana de todos nosotros. Como recordarán yo vivía hasta donde el aire perdía su hermoso nombre, a unos metros del centro de perdición llamado Violín. También tenía Internet(que nos robábamos del vecino), computadora, una sala espaciosa y una consola de xbox, por si nos aburríamos del proceso creativo tan exhaustivo como se podrán imaginar.

Ahora viene lo bueno. Donde la conocí a ella. Donde nuestras vidas se juntaron, porque siguen juntas aunque cada uno camine en lados diferentes de la calle. Ella era, o es, novia de uno de mis excompañeros; el dueño de la casa y desde el principio su buena vibra nos contagió a todos. A decir verdad, no la recuerdo con exactitud, solía ser una regla que aún predico, el no ver con detenimiento a las novias de mis amigos. Cuando pones demasiada atención en alguien pueden pasar dos cosas, o le encuentras todos los defectos o le encuentras todas las virtudes y en ambos casos,siendo la novia de compañero, representaba un problema grave en la relación de ambos por lo que me mantuve al margen prestando mayor atención a los integrantes del equipo.

Lo siguiente es digno de una serie de eventos desafortunados, pero en este caso los atribuyo más a la buena fortuna y a una suerte arribita de la del perro. Estuve en el momento justo, en un espacio que parecía que había sido diseñado usándome de molde.

Era noche cuando volví a mi casa, sola y aburrida; llena de polvo y basura; seguía sin trabajo, sin compañía, sacando dinero al día y tratando de no morir en el camión urbano cada vez que se le ocurría al cabrón conductor tomar las curvas como si de la Nascar se tratara. Eran aproximadamente las 10 de la noche, poco antes, hora en la que pasaba el último camión en mi colonia, a la cual solo entraba y sigue entrando solo una ruta. Acababa de ir a la tienda a comprar mi pieza de pan y mi refresco que constituirían mi cena de esa noche. Me senté en la silla del escritorio y me dispuse a revisar las pocas actualizaciones de facebook y a ver alguna película que previamente había descargado en casa de mis padres.

No recuerdo si ya la tenía como amiga en esa red social o si la agregué esa noche que llegué a cenar mi sobre dosis de azúcar en mi casa puerca. El chiste es que hablamos por mensaje de texto y le puse toda la atención que no le había puesto en vivo. Nos descubrimos gustos afines, inclusive gustos que en mi juventud no llegué a ver en las chicas; nos hicimos buenos amigos con velocidad y ha sido, hasta ahora, una amistad fuerte y duradera.

Tampoco recuerdo si fue esa misma noche u otra después que me confesó que ella y su novio habían terminado su relación de años y que él, se había ido de la casa dejándola sola. Recuerdo que me mencionaba esa soledad y me partía el corazón en pedazos; veía la propia reflejada en el monitor del ordenador, un pantalla igual de negra que mis ánimos, mi visión del futuro, mis ganas de salir adelante. Y fueron esas soledades, tan parecidas y desdichadas, y fuimos nosotros dos incapaces de estar en soledad lo que nos llevó a planear ver una película en su casa, la cuál aún tenía la pantalla, de las pocas cosas que habían sobrevivido al embate de la mudanza de su ahora exnovio.

Recuerdo haberle dicho a un amigo mi plan de ver películas con ella y me regaló dos o tres condones. Cuando los vi y a pesar de haberlos aceptado, le dije que no era para tanto, yo solo iba a ver películas y que, eso de que se llega a tercera base en las supuestas "noches de película" era solo una leyenda urbana. He de admitir que mi gusto por el cine es, a veces, mayor que mi gusto por el sexo y que,prefiero una buena sesión de séptimo arte. De todas maneras, esa noche me bañé y como raras veces me puse camisa, un poco de loción;aunque iba a ver películas no quería parecer un vagabundo; ya suficiente era el que ella pagara todo y aparte pusiera su casa como para no hacer un poco de esfuerzo en el aspecto físico de mi ser.

Llegué a su casa. Me encontraba extrañamente tranquilo, seguro. Abrió el portón que daba a la calle; avanzamos el pasillo que conecta dicha reja con su casa, puesto que vive en una especie de privada, en el última casa, al fondo a la izquierda. Cuando entré a su casa y la pude ver bajo la luz del foco de cien watts me llevé una grata sorpresa. Era muy guapa, lo sigue siendo, con una figura que estoy seguro levanta envidias en muchas mujeres de su edad; sin dietas asesinas ni ejercicios exhaustivos; una belleza natural que aún hoy, el puro recuerdo me saca del vacío de mis pulmones dos o tres suspiros.

Esa noche me tocaba a mí poner la película por lo que llevé algunas opciones por demás extrañas y terminamos escogiendo una película tailandesa que no terminamos de entender bien. Un rato antes de verla, sentados sobre unos cogines y una colchoneta en el suelo,frente a la pantalla, nos pusimos al corriente sobre los dimes y diretes de nuestras vidas en sus eventos más próximos. Platicamos tan largo y tendido que de las dos películas que teníamos planeadas solo pudimos ver la de Tailandia que nos dejó un sabor raro en la boca. Quisiera escribir un párrafo completo sobre ella pero no lo lograré, no la recuerdo, era demasiado rara inclusive para mí además de que la mayor parte del tiempo me lo pasé viéndola a ella;a media luz seguía igual de hermosa.

Terminando la película o poco antes de terminar, dijimos nuestras últimas líneas de la noche, inmediatamente después, me besó.

Fue un beso tan fulminante e inesperado que me golpeó con fuerza el cerebro, toda mi química se volvió loca, mi estómago se lleno de plumas y mi piel se erizó mientras mis músculos temblaban; solo duró un segundo. Se retiró apenada y aunque no hubo palabras,pudimos ver en nuestros ojos el reflejo de esa soledad que nos trajo al encuentro; nos volvimos a besar.

Y la besé, solo eso; la besé palmo a palmo en su boca, mejillas,frente, pecho, bajé hasta el abdomen y bese su vientre y un poco más abajo; ahí me detuve, me detuvo y volví a subir. Temblaba, y como temblaba, de emoción, de sentimiento, de tristezas acumuladas. Ella me devolvió todos los besos que llegaron a sus labios y se dejó querer y por un momento, tan pequeño como un grano de arena y tan rápido como un electrón, hubo amor, un amor que se esfumó porque no era de nosotros, era del espacio que había sido diseñado para nosotros, hecho con molde a nuestra imagen y semejanza.

Terminamos la noche acostados, acurrucados, yo atrás de ella, abrazándola, protegiéndola, acompañándonos en nuestra soledad, porque al final,al llegar la mañana, nos fuimos y volví a estar solo. Y la acompañé dos veces más, donde no hubo besos, solo un abrazo profundo y una noche de sueño, sin miedo ni preocupación.

Porque para eso fui hecho, para acompañar, y lo he hecho toda mi vida;porque mi soledad se funde con la de los demás y cuando me voy, ya la he consumido toda.

En esa noche comprendí que lo mío era un don; donde puedo brindar compañía y a veces, si se me permite puedo dar amor, fulminante como un electrón y tan pequeño como un grano de arena.

VioletasWhere stories live. Discover now