Renee caminó por los pasillos de Beacon Hills High School con la vista en el piso. Llegó hasta su casillero tomó los libros correspondientes y se dispuso a llegar a su clase.La menor de los Keen era invisible la mayor parte del tiempo y Julia Keen era, probablemente, la causante de ello. Según la según la señora de la familia, Renee era un desastre total; la baja autoestima de la chica era, seguramente, uno de sus mayores méritos.
En el transcurso al aula la rizada chocó con alguien: Stiles Stilinski.
El chico solo murmuró un 'lo siento' y siguió su camino, claro que lo hizo. Renee lo había visto desde el primer semestre, pero él no la había notado. Si no había notado las largas miradas que ella le dedicaba, no la notaría ahora. Renee tragó saliva al pensarlo.
En eso consistía su día a día, pasearse de clase en clase solitariamente y sufrir en silencio.
No tenía amigos, porque según su madre nadie la soportaría. Y ella siempre creía que Julia Keen estaba en lo cierto, aun cuando la mujer disfrutaba de hacerla sentir miserable.
Pasaron las horas y todo fue como comúnmente. Renee debió disfrutar ese poco tiempo que le quedaba de normalidad, o como fuese que le llamara a su vida.
🌕🌗🌑
Renee no podía estar más cansada. Había ido a comprar cosas para comer. Su padre no estaba en casa, y probablemente no lo estaría por una semana; su hermano había salido a la ciudad con un amigo, o al menos eso fue lo que dijo; y su madre, ella simplemente se había desaparecido, nada nuevo.
Cargando tres bolsas y corriendo al empezar a sentir las gruesas gotas de lluvia caer sobre su cabeza, trató de tomar las llaves del bolso trasero de su pantalón. Al intentarlo las llaves se cayeron, la chica suspiró. Dejó las bolsas en el suelo y juntó las llaves, abrió la puerta y tras tomar todo de nuevo lo puso en el comedor.
La casa estaba muy oscura, cuando Renee iba a prender las luces de la sala se detuvo en seco. Estaba viendo una silueta.
Tomó lo primero que vio, un florero, e ignorando que acababa de mojarse los pies con el agua de las flores que Julia había llenado con exageración, preguntó con voz temblorosa:
—¿Quién eres?
El desconocido no se movió ni contestó, eso puso —increíblemente— más nerviosa a Renee.
—¿Qué haces aquí? ¿Quieres robarnos? Mira que mi padre está por llegar y si intentas algo...
—Ambos sabemos que nadie de tu familia vendrá a rescatarte —habló por primera vez la figura, Renee se lamentó porque la pequeña esperanza de que lo estuviese imaginando se apagó.
—Voy a llamar a la policía si no te vas en este mismo momento —contestó con voz temblorosa, ignorando la presión que sintió en su pecho por las palabras del hombre.
—No te dañaré, Renee.
—¿Cómo sabes...?
—Necesito que me escuches —la interrumpió, acercándose con pasos lentos, teniendo en cuenta lo nerviosa que la ponía.
—¡No voy a escucharte! —dijo ella, y armándose de valor aventó el florero en dirección al hombre. Lamentablemente falló y terminó con la porcelana hecha añicos.
—No creo que tu madre se alegre mucho al ver eso.
La chica abrió los ojos como platos, en ese momento la idea de que el hombre acabara con su vida no le pareció tan mala.
—¡Claro que no se alegrará! Dios, ella va a matarme — dijo y soltó un gran suspiro de lamento. Volteó de nuevo con aquel hombre—. ¡Y todo es tu culpa! Llamaré a la policía, sí, eso haré. Ellos van a venir y te van a llevar.
—Renee, no has escuchado mi propuesta —habló él con una tranquilidad genuina, dio el ultimo paso para quedar tan solo a unos centímetros de ella.
El olor varonil del hombre que ahora podía distinguir llegó hasta su olfato y le hizo temblar las piernas. A Renee no le hubiese sorprendido si en cualquier momento caía al suelo.
—Oh no, he leído libros con hombres increíblemente atractivos y con la palabra peligro casi tatuada en la frente ¿y sabes? Nunca termina bien. Ahora, te pido que te vayas de mi casa o llamaré a la policía... ¡Y ahora si lo haré!
—¿No estás cansada de vivir así? —preguntó él alejándose detrás de ella para empezar a tocar distraídamente las cosas a su alrededor, la chica no contestó; lo estaba. No se giró—. Sola. Parecer la mascota en vez de un miembro de la familia.
—Cállate —murmuró Renee en voz baja. Estaba a poco de romperse.
—Yo puedo cambiar eso —cuando sintió el aliento de él en su nuca, Renee no pudo evitar dar un pequeño salto. Se giró y alejó al mismo tiempo para poder mirarlo a los ojos, aquello hizo que Derek continuara—. Yo puedo hacer que todo mejore.
—Cuéntame... —la chica dudó un segundo, pero después tragó saliva eliminando el nudo de su garganta—, cuéntame más sobre ello.
Derek sonrió.
🌕🌗🌑
La menor de los Keen miró su brazo una vez más y una sonrisa se dibujó en su rostro.
¿Había hecho lo correcto? No lo sabía, pero tenía en cuenta que, en ese punto, nada podría empeorar. No había nada que perder.
Derek le había advertido sobre las consecuencias que podría traer. Pero no le importaban mucho si pensaba en los beneficios. Podrías morir, le había dicho Derek, ya podía ver a su madre llorando inconsolable, pero no de dolor, sino para llamar la atención y causar lástima, algo en lo que Julia era experta.
Renee suspiró y se acostó en su cama sin dejar de dar vueltas a ello, pero con el sueño consumiéndola poco a poco. En algún momento de la lluviosa noche se quedó dormida.
🌕🌗🌑
Renee despertó gracias a los gritos de su madre. Al parecer se había dignado a volver de sus usuales vacaciones.
—¡Renee! ¡Baja ya holgazana! ¿Quebraste mi jarrón de porcelana? ¿Tienes idea de cuánto cuesta algo así? Era de mi abuela.
La chica restregó sus ojos y acomodó su cabello que seguía húmedo por el baño de la noche anterior.
Julia seguía gritando como desquiciada, pero en ningún momento subió las escaleras. Renee se preparó para ir a la escuela ignorando aún a su madre. Fue entonces que recordó su brazo, lo miró y se dio cuenta de que la herida la casi se desvanecía por completo, era un hecho que había funcionado.
Lentamente bajó las escaleras.
—¿Qué esperabas? El desayuno no se va a hacer solo —murmuró Julia en cuanto la vio bajar.
—Lo sé. Ya me voy a clases, nos vemos.
—¡Renee vuelve aquí!
—Nos vemos en la tarde Julia.
Y dejando sin palabras a la Keen mayor, salió de su casa. Lo mejor estaba por empezar.