Marcos
¿Él? ¿Quién era él? Si ella era la chica que había oido gritar a la noche, él podía ser su atacante. En ese caso ambos estábamos en peligro, o quizá solo yo, un humano entrometido que no había huído a tiempo y que por sentir pena por una criatura indefensa se había condenado a enfrentarse al veradero monstruo.
Un paso, otro, y otro. La espera se hacía muy lenta y mi corazón amenazaba con salir disparado del pecho. Entonces paró. Aguanté el aire en mis pulmones y un fuerte golpe se oyó fuera, como de algo cayendo sobre el suelo. Tragué saliva e incliné mi cuerpo hacia delante para intentar ver algo por el pequeño hueco que la puerta dejaba aún sin respirar. Una mano me agarró rápida el tobillo y giré mi cabeza hacia él. La chica tenía los ojos fuera de sus órbitas observándome y agarrándome el tobillo cada vez más fuerte. Sentí miedo.
-Corre.- Susurró.
La puerta se abrió de golpe dando un portazo contra la pared y la chica ahogó un grito. Sin pensarlo mi cuerpo hizo caso. Corrí.
Alice
Podía sentir su miedo, era aún mayor que el mío. Lo mío más que miedo era dolor. Escuchaba los latidos de esa persona que se aproximaba lentamente por el pasillo, los reconocí, como un bebé que siente quien es su madre después de nacer. Cuanto más se aproximaba mi sangre se calentaba.
Dolor.
Solo sentía dolor en mis venas, un dolor que se extendía y que aumentaba cada segundo.
De repente caí en la cuenta de que el chico estaba ahí, paralizado, muerto de miedo. El chico que se había preocupado de mí después de que yo le atacara, probablemente estuviera a punto de morir.
Agarré su tobillo con fuerza, y con la poca voz que tenía a causa del dolor le dije que corriera. Su miedo aumentó mientras yo notaba que me iban a explotar los ojos en cualquier momento.
La puerta se abrió haciendo que una potente luz me cegara y aumentara mi sufrimiento. Lo último que recuerdo antes de desmayarme es ver una mancha negra desplazarse rápida hacia la luz.
