Epílogo

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Grandes ramos de rosas blancas nos daban la bienvenida a la última morada de Song Ha Woo.

El hospital psiquiátrico había encontrado a Ha Woo vagando por las calles sin identificación solo llevaba consigo un papel con un dibujo.

Hablaba muy poco y estaba desorientado, avisaron a las autoridades pero no recibieron respuesta.

El director del hospital decidió atenderlo y cuidar de él, los exámenes revelaron la condición de su enfermedad y preguntaron a otros hospitales sobre un paciente similar.

Estuvo internado por meses en ese sitio.

Cuando dieron con la identidad de Ha Woo llamaron inmediatamente al tutor responsable.

Me llamaron a mí.

Ha Woo había cambiado a su tutor en una de las citas médicas.

Pero era tarde para él, para mí. Ha Woo había empeorado, no reconocía a nadie ni podía hablar bien. La enfermedad lo había consumido en su totalidad.

Había repetido mis sentimientos incontables veces en su agonía pero él ya no estaba, el Ha Woo del que me enamoré estaba muy lejos de ser el hombre que ahora veían mis ojos.

A veces lloraba y tenía minutos de lucidez en los que gritaba pidiendo ver a la rosa.

Dolía.

Dolía saber que aunque lo tuviera frente a mí... ya lo había perdido. Este era dolor del que Ha Woo quería protegernos pero cuando algo está destinado a suceder simplemente te alcanza no importa lo mucho que huyas de eso.

No podía pensar en todo el miedo y la angustia que sintió cuando anduvo vagando en las calles sin poder recordar que alguien lo estaba esperando.

Me quedé a su lado hasta que dejó este mundo, como la luz de sus ojos se apagaba con la última nevada.

Mi primer amor me había dejado atrás.

En su testamento había pedido que fuera yo quien regara sus cenizas en el río Han a la hora de la rosa por supuesto yo entendí esa referencia.

El abogado de Ha Woo me acompañó hasta el lugar, las manos me temblaban pero no sentía frío, no sentía nada.

Tomé un puñado de sus cenizas dejando que el viento se lleve lo último que quedaba del hombre que alguna vez me amó, que alguna vez amé.

Antes de que se marchara el abogado me dejó una nota, era la última voluntad de Ha Woo.

Estaba escrita a mano, su letra.

《Una vez me preguntaste porqué me sentaba en ese banco a la misma hora, he recordado la razón.

Mi madre solía tomar el té conmigo a esa hora en nuestro jardín, después que se marchó continué tomando té a esa misma hora.

El parque me recordaba a ese jardín, por eso me sentaba en ese banco todos los días. Era como estar con ella.

Me gustaría que me acompañaras a tomar té en nuestro sitio Yang Mi.

Tuyo, siempre.

Song Ha Woo》

Desde el inicio estuvimos a destiempo y aún así lo encontré, aún así me encontró... aún así no bastó.

Ha Woo me enseñó que las historias de amor no necesitan ser largas para dejar huella. Hay amores que duran poco pero que impactan más. Él me había dado la historia de amor más bonita que iba a recordar, la del primer amor.

Ahora debo marcharme porque tengo una cita para tomar el té.

El primer amor de la flor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora