Ella colgó el teléfono y se quedó parada dándome la espalda. Esperé a que girara pero no lo hizo. Me senté en la cama.
— Oye, ¿Por qué no me miras? —le pregunté. Lentamente se giró a verme, con los brazos sobre su pecho... cubriéndose – Ooooh, ¿ahora te pintó la vergüenza?
— No seas tonto... claro que tengo vergüenza... no es algo que haga siempre —me dijo.
— Eres la criatura más hermosa que vi en mi vida.
— Mentira — me contradijo.
— ¿Quieres que te lo demuestre? —le pregunté. Ella rió y se acercó a la cama, para acercarse a mí y depositar un dulce beso sobre mis labios.
— No, porque sé exactamente qué clase de demostración está pasando por tu perversa mente en estos momentos... ahora debemos levantarnos y bañarnos, y...
— ¿Bañarnos juntos? — la detuve. Ella arqueó una ceja y se puso de pie.
— No, claro que no — me dijo.
— ¿Por qué no? — pregunté como un niño pequeño.
— Porque no – contestó – Es tarde Shawn... por tu culpa ya no fuimos a la Universidad...
— ¿Por mi culpa? Disculpa cariño, pero eras tú la que no quería parar anoche.
Hizo un gesto de indignación.
— ¡Claro que quería parar!
— ¿Segura? – dije con tono seductor.
— Bueno, en realidad... no. Pero ese no es el tema ahora, lo que importa ahora es que tú te bañas en este baño y yo voy al de abajo – me dijo.
— No, no, no espera – dije y me puse de pie.
Ella tapó sus ojos rápidamente y giró dándome la espalda.
— ¡Cúbrete! — chilló. No pude evitar soltar una sonora carcajada.
— Mmm, me parece que de verdad el día te vuelve tímidona — dije mientras me acercaba más a ella.
— ¡No te me acerques! — me advirtió. Sonreí y me acerqué más hasta tener su espalda contra mi pecho. Ella se paró erguidamente.
— ¿Por qué?
— Shawn... no seas atrevido — susurró un tanto agitada.
— ¿Vas a dejar que me bañe contigo? – le pregunté y acerqué mi boca a su nuca, para comenzar a besarla tiernamente.
— N... no — dijo con un poco de dificultad.
— Por favor — rogué y coloqué mis manos en su cintura para acercarla más a mí.
— No y es mi última palabra Mendes — dijo firmé y se alejó para comenzar a bajar las escaleras.
— ¡Esta bien! Tú te lo pierdes — le dije y me volví a acostar en la cama pesadamente.
— ¡Levántate y entra a ese baño! ¿Me escuchaste? — me habló desde abajo.
— No, no quiero — dije como un niño de 5 años.
— Será mejor que lo hagas cariño — me dijo y sonreí ante su forma burlona de llamarme así.
— ¿Qué pasa si no lo hago?
— Sufrirás las consecuencias...
— ¿Y cuáles son las consecuencias?
— No voy a besarte más, por el resto del día – me dijo.
Rápidamente me levanté de la cama y busqué mis cosas, para entrar a bañarme. No quería semejante castigo solo por no hacer lo que me decía.
— Esta bien, está bien... ya entro — dije y obedientemente entré a ducharme.
Me di una refrescante ducha y salí cambiado. Bajé las escaleras y me dirigí hacia la cocina. Detuve mis pasos al verla allí parada, preparando el desayuno, envuelta en una salida de baño. Su pelo estaba mojado, y caía pesadamente a ambos lados de sus hombros.
Ella levantó la mirada y me miró. Una sonrisa se curvó en su perfecta boca, haciendo que me diera cuenta de algo. Siempre que ella me sonreía de esa manera, mi corazón se aceleraba.
— Pensé que la ducha te había tragado — me dijo — Por poco y subo a buscarte...
— ¿Y porque no lo hiciste? Así tenía una buena excusa para meterte conmigo debajo de aquella tibia y relajante agua — le dije.
— Por eso mismo no subí... sabía que eras capaz de eso — dijo y volvió a mirar hacia lo que estaba haciendo.
— ¿Qué cocinas? — pregunté.
— Estoy cortando fruta... así comes un poco de fruta — dijo sin dejar de cortar.
De repente recordé que día era hoy. ¡El cumpleaños de mi madre! Comencé a buscar en los bolsillos de mi pantalón mi celular, y lo encontré.
— Cariño, ¿puedo usar tu teléfono? — le dije.
— Claro que sí — dijo ella.
Tomé el teléfono y me alejé un poco de la cocina, para sentarme en la mesa que estaba en medio de la sala. Le puse tonó y miré el número que ayer me había dado mi padre. Respiré profundamente y comencé a marcar.
Mi corazón latía desesperado... juro que tenía miedo.
Llevé el teléfono a mi oído y esperé a que sonara.
—El número solicitado no corresponde a un cliente en servicio. El número solicitado no corresponde a un cliente en servicio. El número solicitado no corresponde a un...
— ¡Demonios! — rugí y colgué.
El maldito bastardo me había engañado. Aquel no era el número de mi madre. ¿Cómo pude ser tan estúpido y creer que de verdad él iba a dármelo?
Sentí como unas pequeñas manos se apoyaban en mis hombros y luego bajaban hacia mi pecho. Cerré mis ojos y sentí como ella apoyaba su mentón sobre mi hombro izquierdo. Sus manos acariciaron mi pecho en forma de consuelo...
— Tengo algo para ti — me susurró al oído.
Abriendo los ojos, giré mi cabeza para mirarla. Alejó su mano derecha de mi pecho y me la mostró. Un pequeño papel estaba entre sus dedos. Lo tomé y la miré extrañada.
— ¿Qué es esto? — le pregunté.
— Ábrelo — dijo ella y se alejó de mí para sentarse sobre mi regazo.
Acomodándola bien sobre mí, miré extrañado el pequeño papel que me había dado. La miré a los ojos y luego decidí abrirlo.
Karen.
Mis ojos se abrieron como platos al ver el nombre de mi madre en aquel papel y debajo un número. Más que extrañado volví a mirarla.
— ¿Qué... que es esto? — le dije confundido. Ella me sonrió y acaricio mi rostro.
— Es el número del celular de tu madre — me dijo.
— ¿Qué? — dije sin poder creerlo.
Ella asintió con la cabeza, sin dejar de acariciar mi mejilla.
— Vamos, llámala — dijo mientras tomaba el teléfono.
Pero entonces la detuve, agarrando su mano suavemente con la mía. Me miró fijo a los ojos, y me hizo sentir en el aire.
— ¿Cómo lo hiciste? — le pregunté.
— No pude evitar escucharte ayer... bueno en realidad me acerque a escuchar. Lo siento si soy metida pero... tenía que hacerlo. Además después de lo que tu padre me dijo... con más razón aun.
— ¿Qué te dijo mi padre?
— Mmm, no tiene importancia...
— Dímelo, cariño – le pedí.
— Me dijo que hiciera que odiaras a tu madre... que dejes de pensar en ella y en querer llamarla y encontrarla — me dijo — Perdona si digo esto, pero tu padre es un imbécil.
Sonreí divertido y capture sus labios en un tierno beso. Sus labios se movieron suaves sobre los míos. Se alejó despacio y me miró.
— No puedo creer que lo hayas conseguido — dije y volví a mirar el papel — ¿Cómo fue?
— En un momento, en el que estabas con tu padre en la oficina, la secretaría se fue a no sé dónde y me acerqué a su escritorio, me puse a revolver sus cosas hasta que encontré el nombre tu madre...
— ¿Cómo sabías el nombre de mi madre? — le pregunté.
— Scarlett, una vez me la nombró — dijo haciendo un gesto con los hombros — Entonces anoté su nombre y unos datos más. Ayer por la tarde comencé a averiguar sobre ella. Hasta que encontré un número que había, pero que era de Londres. Luego llamé y me atendió una mujer... le pregunté por ella y me dio este número.
— ¿Está segura que es ella? — le pregunté.
— Sí, por todo lo que me dijo la mujer, si es ella... así que por favor llámala – dijo y levantó el teléfono hasta mi rostro. Suspiré y lo tomé.
Comencé a marcar el número y coloqué el tubo en mi oreja. Comenzó a sonar y sentí como mi corazón se aceleraba más que antes. _______ aun estaba sentada sobre mí, por lo que coloqué uno de mis brazos alrededor de su cintura y la apreté un poco.
— ¿Hola? — escuché su voz y me paralicé. Pensé que nunca más en mi vida iba a volver a escuchar su dulce voz — ¿Hola? — volvió a decir.
Intenté hablar pero las palabras no salían de mi garganta. Era como si me hubiese olvidado de cómo hablar.
— Vamos Shawn, dile algo — me dijo _______.
— ¿Shawn? – preguntó sin poder creerlo. Las palabras se atoraron más en mi garganta — ¿Shawn hijo, eres tú?
_______ me quitó el teléfono y lo llevó a su oreja.
— ¿Señora Mendes? — Le preguntó y sonrió — ¿Qué tal? Mi nombre es _______ y... estoy aquí con su hijo Shawn — guardó silencio y me miró con una pequeña sonrisa — Si es él... ¿Están aquí? ¿Dónde? Oh sí, lo conozco — dijo asintiendo —– Está bien, dentro de un rato estamos por ahí... adiós — dijo y colgó.
— ¿Está aquí? — le pregunté. Ella sonrió mostrándome todos sus dientes.
— Llegó hace unos meses de Londres... se está quedando en un campo, que está a una hora de aquí. Nos espera allí — me dijo.
— No es cierto – dije mientras una pequeña sonrisa se curvaba en mis labios.
— Si lo es... tenemos que ir para allá ahora mismo — dijo y se puso de pie.
Un poco atontado me puse de pie. Ella se giró a verme.
— ¿Qué pasa? — preguntó.
— Que eres lo mejor que se pudo haber cruzado en mi camino – le dije y rápidamente me acerqué a ella para abrazarla.
Sus pequeños brazos se levantaron y me apretaron más cerca de ella.
¿Cómo tuve el valor de siquiera negar lo mucho que ella vale, lo mucho que significa para mí?
Cualquier otra, se hubiese dejado manejar por mi padre... Pero no ella, ella no se iba a dejar manejar jamás por nadie. Y eso era lo que más me gustaba.
Despacio se alejó de mí y se puso en puntas de pie para besar cortamente mis labios.
— Vamos, debemos ir ya — me dijo e intentó alejarse.
Pero entonces la tomé de la cintura y la apegué a mí. Me miró con algo de sorpresa.
— Esperé toda mi vida por esto... no pasa nada si espero unos minutos más — le dije y me acerqué más a ella para besarla.
Su boca se abrió despacio para mí. Nunca había experimentado algo así. Nunca me había gustado tanto besar a alguien. No solo se podía encontrar placer en un beso... hasta ahora no era consciente de eso.
No se cuanto tiempo estuvimos así, besándonos suavemente. Recorriendo cada centímetro de su delicada boca.
— Ya... deja de besarme así — susurró sin separar sus labios de los míos.
— No puedes pedirme eso — le dije por lo bajo.
Sus pequeños brazos se colocaron alrededor de mis hombros, mientras ella se ponía en puntas de pie, para llegar mejor hacia mí. Mis brazos la rodearon por la cintura, abrazándola casi asfixiantemente.
Se alejó despacio y acaricio mi nariz con la suya.
Abrí mis ojos y junté nuestras frentes. Ella sonrió levemente y mordió su labio.
— ¿Realmente esto está pasando? — me preguntó.
— No lo sé... tal vez yo este soñando...
— O tal vez yo este soñando.
Levanté mi mano y acomodé un poco su cabello, para luego bajar mis dedos por su mejilla, y llegar hasta su boca. La acaricie despacio, con cuidado. Como si fuera algo que realmente pudiera romperse.
— _______ — le dije.
— ¿Qué? — preguntó.
— ¿Qué somos ahora? — pregunté. Ella sonrió y se alejó completamente de mí.
— Estamos comenzando... podríamos llamarlo 'Amigos con derecho'
— Pero sin derecho a estar con otra persona...
Sus ojos brillaron de manera especial.
— ¿Me estas queriendo decir que serás solo para mí? — dijo algo sorprendida.(Si ven algún error de adaptación, háganmelo saber)