Capítulo treinta.

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¡Es que no es posible! ¡Ni siquiera se giró a verme cuando coqueteaba descaradamente delante de ella con alguna de las otras del lugar!
Al parecer de verdad... de verdad ya no le importo ni en lo más mínimo.
Llegué a mi casa y me tiré exhausto en mi lindo sillón, había ido a la oficina de Robin y se me había hecho tarde allí. Tomé el control y prendí la tele.
—Conquístala, llevándole música a la puerta de su casa. Estamos completamente seguros de que caerá rendida a tus pies.
No puedo creer que la televisión me acabara de decir eso. Era como... una sugerencia. Pero... ¿de dónde voy a sacar yo músicos a estas horas y un lunes?
Scarlett se acercó a mí y se sentó a mi lado.
— ¿Qué te pasa? —me preguntó.
—No te importa, ocultadora de información —le dije resentido.
—Si lo dices por _______, de verdad te digo que no sé qué le pasa. Te juro que hoy le pregunte, y me dijo que de verdad ya no quiere tener nada que ver contigo, y que si para hacer eso tendría que dejar de hablarte y mirarte, pues que estaba dispuesta a hacerlo.
— ¿Me hablas enserio? —dije sin poder creerlo.
—Eso me dijo ella —aseguró.
—Tengo que irme —dije y me puse de pie —No me esperes despierta...
Corrí hasta el baño me duché, me cambié y salí de mi casa lo más rápido que pude. Ya eran las 12 de la noche y si seguía perdiendo mi tiempo iba a llegar más tarde aún.
— ¿Están listos? —les pregunté. Todos ellos asintieron. Había estado casi 2 horas buscando músicos y les había ofrecido el doble de lo que cobraban para que vinieran conmigo —Cuando escuchen un regaño, luego de eso... comienzan a tocar.
Todos volvieron a asentir. Los hice subir en el ascensor y nos bajamos en el piso 6.
Yo ya había encontrado la forma de entrar al edificio sin que nadie me abriera con la llave. Eso se llama ser un genio. Les hice un gesto para que se quedaran escondidos del lado de los ascensores, mientras yo iba hacia el loft. Me acomodé bien y respiré profundamente.
Mi plan de arrepentimiento y conquista comenzaba aquí. Toqué el timbre, y luego miré mi reloj. Maldije por lo bajo al darme cuenta de que ya eran las dos de la mañana. Pero ya estaba jugado, no iba a irme hasta que me atendiera...
Volví a tocar, ya que nadie contestaba. Volví a hacerlo dos veces más.
— ¡Ya va, maldita sea! —la escuché gritar desde adentro.
Eso, para nada, pero para nada, es un buen comienzo. La puerta se abrió y su pequeña figura estaba metida dentro de un sexy camisón, le llegaba hasta por apenas arriba de las rodillas. Tenía el pelo todo desordenado y una cara de dormida terrible. Sus ojos se abrieron bien.
— ¡Grítame, aviéntame con lo que quieras, golpéame, ódiame, pero ya no me ignores! Me estas acabando —le dije antes de que me pudiera decir algo.
—No puedo creerlo —habló ella y volteó hacia la izquierda — ¡Son las dos de la mañana Mendes, estaba durmiendo! ¿No pudiste decirme esto mañana en la Universidad?
La música comenzó a sonar y ella frunció el ceño. Yo sonreí para mí mismo. Ella clavó sus ojos en mí.
—Te traje música —le hablé. Me miró frustrada.
—A veces de verdad me parece que te esfuerzas en ser intolerable, ¿Acaso lo quieres convertir en un deporte? —me preguntó —Tengo vecinos...
—No lo hice con malas intenciones —me disculpé poniendo mi mejor cara de niño bueno.
Ella soltó un suspiro y me miró.
—Dile a los músicos que se vayan, y entra. Así terminamos en serio con esto —me dijo y entró a su departamento. Me di vuelta e hice mi mejor gesto de 'victoria' Fui hasta donde estaban los muchachos y los despaché, lo más rápido que pude. Volví y subí. La puerta estaba abierta. Entré y ella estaba haciendo algo en su pequeña cocina. Me acerqué y me miró.
—Eres tremendo, ¿sabes? —me dijo. Sonreí levemente.
—Algo tenía que hacer para que me hablaras, ya no... no podía aguantar tu... soberbia.
— ¿Mi soberbia? ¿Me estas llamando soberbia? —preguntó clavando su chocolate mirada en mí.
—Sí cariño, eres muy, pero muy soberbia...
—Solo con la gente que lo merece, y creo que tú lo mereces —dijo. Se acercó a mí y me entregó un vaso de jugo. La miré y miré el vaso.
— ¿No tienes algo más... fuerte?
— ¿Alcohol?
—Podría ser —dije.
—No, yo no voy a darte alcohol —me dijo.
—Vamos, no seas miedosa, tomemos un poco... para entrar en confianza.
—Yo no quiero entrar en confianza contigo —me aseguró.
— ¿Qué pasó? ¿Qué hice de malo para que hoy me ignoraras completamente? —le pregunté.
Me miró fijo y se alejó de mí, se agachó a buscar algo debajo de una de las mesadas. Me quedó al frente una linda vista de su trasero al estar agachada. Tragué saliva sonoramente... hace tanto, para mi gusto, que no estoy con una. Mucho menos una así, como ella.
—Sí, aquí hay algo —dijo y se incorporó.
— ¿Qué es?
—Vodka.
—Mmm, amo el vodka.
—Eres un asqueroso y repugnante alcohólico.
—Y con orgullo.
Negó con la cabeza y se acercó a mí para agarrar mi vaso y llenarlo con aquel espeso líquido transparente. Cuando lo llenó, la miré y lo tomé de un trago. Ella me miró bien.
—Por Dios, eres un loco —aseguró. Reí por lo bajo y volví a llenar el vaso.
—Deberías probarlo —le dije.
—No, no. Ni loca —me dijo. Alcé el brazo hasta sus ojos y lo acerqué un poco ella —No, no voy a tomar eso...
—Vamos vegetarianita, nada va a pasarte. Además de que esto no viene de ningún animal. No te va a venir nada mal tomar un poco...
Mordió sus labios y miró el vaso, para luego mirarme a mí. Pude leer en sus ojos, el debate que estaba dentro de su cabeza. Se preguntaba porque me había dejado entrar, y porque estaba planteándose tomar aquello. Levantó su mano y tomó el vaso.
Reí divertido al ver la expresión de su cara cuando el líquido entraba en su boca. Lo alejó y un poco de vodka se escurrió por sus labios. Cerró los ojos con fuerza y respiró profundamente.
—Esto... esto es un asco —dijo cuando al fin pudo hablar.
—Claro, como si nunca hubieses tomado alcohol —dije negando con la cabeza levemente.
—Sí, sí tome alcohol en mi vida... pero nunca esto —me dijo —Es horrible.
—Pero no sabes lo bien que te hace —dije divertido. Nos sentamos en el sillón frente a la tele y ella la prendió, como queriendo estar con alguien más que conmigo sola en su casa.
La miré y tomé un poco más de la botella para luego pasársela.
— ¿Acaso quieres embriagarte? —me preguntó.
— ¿Por qué no? —le dije. Ella tomó la botella y bebió un largo trago. Reí cuando lo alejó de ella y volvió a fruncir el ceño —Ya te está gustando, ¿verdad?
—Es horrible —dijo y rió —Pero... se vuelve... adictivo.
—Como todas las cosas que dan placer —acoté y la miré fijo.
Ella apartó la mirada de mí y dirigió su vista al frente.
— ¿Sabes? Nunca te pregunte sobre tu color favorito —me dijo. La miré extrañado.
— ¿Quieres saberlo? —le pregunté.
—Sí, ¿Por qué no?
—Me gusta el rojo... es un color lindo, fuerte...
—Apasionado —agregó ella y tomó un poco de vodka. Sonreí sin que me viera.
— ¿Y tú color favorito?
—No tengo un color favorito... me gustan todos los colores.
—Oh, eres una chica multi-color.
Ella rió divertida y la miré divertido.
—Que palabra más tonta...
—Demasiado diría yo —dije sin dejar de reír.
— ¿Celtics o Lakers? —me dijo. La miré como si eso fuera obvio.
—Lakers, eso no se pregunta.
—Tenía mis dudas, eres medio extraño...
— ¿En serio lo crees? —ella negó divertida y mordió sus labios.
—Mmm, ¿Qué más puedo preguntarte? Tus defectos, dime tus defectos... No, ya sé todos tus defectos. Mejor tus virtudes... No, también las sé —dijo divertida.
—Ya sé, yo digo tus defectos y virtudes, y tú dices las mías —le dije.
—De acuerdo —me dijo. Asentí y la miré fijo. Era mejor que ella comenzara.
—Comienza tú —dije.
—Bueno, primero diré tus defectos. Eres impulsivo, cínico, irrespetuoso algunas veces, mujeriego, egocéntrico, narcisista, vicioso, ninfómano —dijo todo de corrido y sin respirar. La miré realmente divertido.
—Ahora yo —dije calmando mi risa —Tú eres soberbia, testaruda, terca, mal pensada, irracional y muy, muy vengadora.
— ¿Yo soy mal pensada? —dijo sin poder creerlo.
—Muy mal pensada —dije divertido —Ahora di mis virtudes...
Se quedó callada mirándome fijo. Tal vez no quería decir mis virtudes.
—Bueno no tienes muchas virtudes... Bueno si tienes varias virtudes —dijo bajando la mirada.
—Anda, dímelas —le dije queriendo escuchar aquello.
—Tú... tú eres sincero, directo, apasionado, tierno, divertido, inteligente... y eres un chico bastante guapo —dijo despacio y sin mirarme.
— ¿Bastante guapo? Yo diría completamente guapo —le dije, ella rió por lo bajo.
—Pero ahora me toca a mí. Resumiendo... tú eres un amor, te podría comer a mordiscos. Pero si de verdad quieres saberlo eres... hermosa, dulce, inteligente, muy inteligente, centrada, con convicciones inamovibles, simpática, divertida. Pero sobre todo, eres la cosa más sexy que yo haya visto jamás...
—Me falto decir que eres muuuuuuy versero —agregó.
—Y tú muy desconfiada —le dije.
—Y tú muy tonto...
—Y tú muy loca...
— ¿Quieres pelar?
—Inténtalo —la desafié.
—Tú inténtalo —me dijo mirándome fijamente.
—No, yo te reté primero...
—Me tienes miedo... Cobarde.
—La cobarde eres tú, tú eres la que siempre está huyendo de mí —negó con la cabeza —Sí, no te hagas la tonta. Sabes de qué hablo.
—Yo huyo de tu intento de abuso.
— ¿Yo quiero abusar de ti?
—Sí, sí quieres —me dijo.
—Sí, sí quiero, ¿Y qué? —pregunté mirándola fijo.
—Ya basta —dijo —Creo que si seguimos así vamos a terminar por agarrarnos a los golpes.
— ¿Para luego reconciliarnos? Yo creo que no tendría ningún problema...
—Shawn... —dijo con tono de advertencia.
— ¿Qué? Es la verdad cariño, como tú misma dijiste soy muy directo.
—Creo que tuve que ponerlo como defecto, no como virtud.
—Te encanta que yo sea así, admítelo...
Seguimos hablando mientras sin darnos cuenta tomábamos vodka, como si fuera agua. Siempre se podía hablar con ella de lo que fuera, porque es una mujer inteligente, la cual tiene criterio y decisión. Hasta comenzamos a hablar de fútbol. Tomé la botella y volví a tomar un largo trago.
Ya no quemaba como al principio, y podía decirse que el alcohol en sangre que yo tenía ya era el de un ebrio. _______ no dejaba de reír, hasta cuando estábamos callados reía. Me quitó la botella de la mano.
—Dame eso acá —dijo y bebió haciendo que otra vez se le derramara por los labios. Rió divertida y se limpió la boca —Tengo un secreto para contarte —habló en voz más baja como si alguien pudiera escucharla. Me acerqué un poco más a ella —Pero no se lo digas a nadie...
—Te lo prometo —le dije y tomé un poco más.
— ¿Me lo juras?
—Te lo juro cariño —levanté mi mano en forma de juramento.
—Es sobre Caspar —susurró. Reí por lo bajo.
— ¿Caspar Lee?
—Sí– dijo asintiendo.
— ¿Qué pasa con Caspar? —le pregunté.
—No era nada bueno en la cama.

(Si ven algún error de adaptación, háganmelo saber)

SWEET OBSESSION. »Shawn Mendes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora