21/02/18
Jadeos excesivos, golpes fervientes, gemidos exóticos, todo esto y mas lo escuchaba detrás de mi lugar de trabajo, 2:30 am para ser exacto, la vida de un recepcionista en el turno de madruga es algo absurda, tanto que te enferma, tanto que no se puede considerar una vida. En la miserable y tenue dignidad que me quedaba, escuchaba como los huéspedes tiraban, mientras veía películas de romance, ¿acaso esto ya no era demasiado?, lo pude presenciar todo, el encuentro de la carne, el compartir de la cebada, los chistes malos, la sonrisas cómplices, las miradas que no necesitaban mas palabras, era como un pequeño juez o me gustaba imaginar que lo era, dictaminando según las acciones de los huéspedes quienes posiblemente terminarían en 3ra base y podrían follar como si no existiera un mañana, créeme no exagero con esto ultimo, mi trabajo residía en un hostel para extranjeros, el flujo constante de personas de toda Europa, Norteamérica, Australia y cuanto lugar recondido existía, me hacían creer que estaba en medio de un gran aeropuerto, donde todos los pasajeros tan solo despegaban con nosotros por dos noches y después seguían su curso, obviamente este juego de observar tan solo era un leve pasatiempo pues como ya lo hice entender antes, la soledad es un requisito indispensable para poder afrontar este tipo de empleo, tan solo jugaba a esto las primeras 2 o quizás 3 horas de mi turno, y por lo general los escuchaba follar las horas siguientes, preso de mi lugar de trabajo, monitoreado constantemente, me hacia entender que tan solo era una rata de laboratorio cumpliendo con llegar a su pedazo de queso al final del laberinto, todo esto acompañado del silencio, del abandono que mi vida social o si pudiera al menos llamarla así, me mostraba cruelmente. Es que son pocas las personas normales que se quedan toda la madrugada despiertos, y las pocas conversaciones que podía mantener, levemente las soportaba mi mal genio, conversaciones estúpidas sobre cuestionamientos aun mas estúpidos, sin sentido, era poco realmente muy poco, ahí comprendí o dude de la importancia de mantener un pequeño contacto con la gente, el desperdiciar un par de minutos haciéndoles creer que por algún motivo nos importa su vida, preguntando ¿como están? ¿que carajos hacen? y demás banalidades que todos mantienen o siguen como ley estandar a la hora de empezar a charlar con alguien, a decir verdad aun no logro encajar o no me siento cómodo iniciando una conversación con alguien, porque mi mente siempre esta en otro lugar, analizando las personas, sus comportamientos, sus gestos, sus palabras; siempre queriendo identificar al monstruo detrás de la cortina de amabilidad y reciprocidad que nos han inculcado al momento de estar presentes con la otredad, demasiadas veces me decía ¿por qué se cohíben tanto?, diga lo que tiene que decir, y esta es otra de las muchas cuestiones por que la que aveces odio hablar con la gente ''los rodeos'', las cosas no son tan difíciles de decir, ¿por qué no simplemente las dicen? siempre participando de este interminable juego de mascaras al que llamamos socializar.
Pero como les venia relatando, lejos de todos mis múltiples complejos y cuestionamientos, les iba contando de apoco como trasncurría el día de hoy, después de que mis hermosos y muy cordiales huéspedes, consumaran el acto sexual cayendo completamente dormidos, fundidos en ese mágico momento, para mi obviamente, digo ¿quien ama escuchar a otros follar?, nadie según pienso, pero lejos de todo posible fetichista que lea esto, y retomando con la nada apreciable lucha contra el aburrimiento, había adoptado muchas manías, y quizás posibles costumbres que desencadenaren algún tipo trastorno mental, como el apagar todo y quedarme en silencio viendo la nada, dejando que mi cerebro me atormentara de apoco cuando escuchaba ruidos o los imaginaba, ver a todos los indigentes desde el balcón o tan solo ver películas de terror hasta que fuese mas pánico que persona cuerda. Pero no todo era tan deprimente como se los planteo, había demasiado tiempo libre, y me pagan por no hacer nada, amaba eso de mi trabajo, mientras que algunos se mataban en jornadas extensas y pesadas, yo me ganaba la vida haciendo nada, leyendo, escribiendo, revisando redes sociales, viendo documentales o cualquier cosas que saltara a la pantalla de mi ordenador, la vida era sencilla y eso me agradaba, ademas ni que hablar de los amaneceres, todos los días aquella mágica escena me redimía y de cierto modo sentía que expiaba todas mis penas, me liberaba de mis culpas y de lo mas importante de no hacer nada (hablo de mi trabajo), todas las mañanas con un buen café recién hecho viendo el amanecer, me parecía perfecto y sentía que todo valía la pena, pero como tristemente somos animales diurnos con una leve capacidad de adaptamiento mi cuerpo agonizaba lentamente, moría con el leve pasar del segundero, las agujas tan solo me decían - te que poco tiempo, y como el amanecer me desvanecía en cuestión de minutos y como un vil vampiro, huía sin remedio a mi cueva oscura y fría, para volver a empezar cuando ya todos dormían, cuando ya era demasiado tarde para tener una vida.
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bitácora de un vampiro de cuidad
RandomAnécdotas, historias surrealistas, algunas un tanto insanas y otras un poco menos cuerdas y sobre todo demasiada cotidianidad, tanta que te aburrirás.