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Azzell, día de la caída.

Supo que estaba en problemas cuando el suelo sobre el que tenía sus pies tembló violentamente, haciéndole perder el equilibrio y caer con torpeza antes de llegar hasta la puerta que lo llevaría a casa. Cuando dejó de ver los ojos llenos de preocupación del príncipe por el otro lado, remplazando ahora la vista por su patético reflejo en el cristal, y la tierra dejó de estremecerse, no le quedó duda de que estaba atrapado.

Corrió hacia la frontera aún cuando sus piernas temblaban como gelatina, sin importarle que su vista estuviera nublada por sus lágrimas y su mente nublada por el miedo. Él quería irse, quería regresar con Jungkook y abrazarlo, pero el trazo de la puerta ya no estaba ahí en lo absoluto. Todo se trataba de un muro de cristal sólido que le impedía, de ahora en adelante, cruzar hasta el otro lado y volver a casa. Por temor a hacer más daño a la frontera, tocó suavemente con sus manos el delicado material, que a la vez era tan poderoso, tocando a penas con las yemas de sus dedos el lugar donde vio a su amigo por última vez.

Quiso pedir por ayuda al darse cuenta de la situación, más no sabía como hacerlo sin que se dieran cuenta de que era un niño perteneciente al reino de Hiserytze. Era muy fácil saberlo, no le había costado mucho trabajo el identificar las diferencias que tenía un reino y otro: Azzell parecía algo lejano a ser el reino donde alguien deseaba vivir, a pesar de estar lleno de maravillas, hermosos paisajes y magia que no permitía llegar hasta el otro lado, las personas no parecían disfrutar de alguna de esas cosas. Los habitantes parecían sólo tener rechazo hacia su propio hogar, en especial tratándose de la familia real. Los niños ahí no jugaban, tampoco reían, sólo andaban de allá para acá cumpliendo las ordenes que sus mayores le imponían y no gozando de algún tipo de derecho que no fuera tener una casa —porque no se pensaría en llamarlo hogar— y comida, como si no necesitara más.

Era lo que distinguía al príncipe y a sus amigos cuando atravesaban la frontera, nadie sabía de quién se trataba cuando empezaron los rumores de haber visto a unos niños corriendo y jugando en los prados, o todos tachaban de loco a quien juraba haber escuchado melodiosas risas entre los árboles del bosque cercano a la frontera. Ellos eran diferentes, Hoseok lo supo desde siempre, sus amigos no le habían prestado atención a ese detalle tanto como él, pero sabía que algo andaba mal con su presencia en el otro reino. Con la presencia de sus amigos todo era diferente, se sentía seguro porque Jungkook estaba siendo entrenado para saberse defender con lo que se le pusiera enfrente y salir ileso —su tío era estricto respecto a eso pero era de ayuda, después de todo—. Taehyung era el indicado siempre para maquinar planes en segundos, sabiendo guiarlos entre los terrenos desconocidos. Mientras que con Jimin, él era perfecto en el aspecto donde se necesitara buscar escondites, encontraba potencial en cualquier lugar donde su pequeño cuerpo entrara, así como para los demás. Y al final, él mismo Hoseok era quien estudiaba los alrededores, grabándose detalles que pudieran ser de utilidad o no más adelante, marcando mentalmente cuales eran los lugares que debían frecuentar con más seguridad y a cuales podían regresar sin problema alguno. Los cuatro se complementaban, él solo no era mucho que hacer, y menos en el desconocido reino.

Estigmatizado ➳YK.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora