03. Give It To Me

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  I can't live like a dog when I'm born to be a tiger

Me desperté unos minutos antes de que sonase el despertador que me había prestado Jimin. Me senté en la cama y bostecé sonoramente al buscar mi móvil en la mesilla de noche. Ni una llamada. Era de esperar. Mis padres ya estaban acostumbrados a nuestras fugas hasta la casa del pelirrojo, por lo que ni se molestaban en marcar ni una sola vez para preguntar si estábamos bien o si podíamos volver al hogar.

No me enfadaba el hecho de que no lo hicieran por mí, sino que no lo hicieran por Jungkook. Ese pequeño pelinegro «protegido» por sus dos conejos de felpa en el otro lado de la cama, era lo que más me preocupaba en el mundo. Que un niño de cinco años tuviera que sufrir la experiencia de ver el desdén y el mutuo desprecio con los que se trataban sus, hasta aquel momento, maravillosos padres, era descorazonador. Y por aquel motivo, mi único propósito era el de hacer todo lo posible para que mi hermano siempre luciera esa tierna sonrisa de conejito que adoraba todo el mundo.

Aún así, por más que me costara, me levanté con lentos movimientos para no despertar a Kookie y me dirigí al baño con el uniforme del instituto. Después de prepararme, bajé hasta la cocina, donde un adormilado Park Jimin se quedaba medio dormido mientras agarraba la sartén de las tortitas. Me acerqué a él despacio para no alertarlo. Aunque no necesitaba tanta delicadeza: podrían caerse veinte cajas llenas hasta el límite encima de mí y él seguiría tan tranquilo contando ovejitas.

- Tú y tus gustos americanos ya son típicos en los desayunos, ¿no crees?

Jimin dio un pequeño respingo cuando apoyé una de mis manos en su hombro. A causa del susto, golpeó el mango de la sartén y un par de pequeñas tortitas salió volando por el aire. Afortunadamente, sorprendiéndome incluso a mí, conseguí atraparlas a tiempo con un bol que reposaba en la encimera.

- ¡Wow! Buena recepción capitana -aplaudió mientras yo dejaba el bol en su sitio y hacía una reverencia-.

- Gracias hermano -cogí las dos tortitas y las comí junto a un poco de zumo de naranja-. Oye, ¿vas a ir a clase o tienes uno de tus días zen?

- Necesito una buena siesta. Esta cara bonita no se mantiene sola -tomó el zumo restante de mi vaso y siguió preparando tortitas-. Además, creo que sería mejor que me quede con el pequeño.

- Te lo agradecería mucho. Cada vez que papá y mamá se pelean, Jungkookie termina con una pequeña crisis emocional. No quiero que sufra una en el colegio. Los profesionales del centro podrán alardear de que son muy buenos pero, en su momento, no supieron cómo reaccionar a la situación.

- ¿Estás hablando de que Jimin, aquí presente, es el mejor psicólogo en toda Corea?

- ¡Sí tan solo eres un simple estudiante! Digamos que de todo el barrio -observé la hora y me apróximé a la salida de la estancia-. No tardes mucho en levantar a Kookie. Confío en ti, ¿vale?

- Eso está hecho -nos despedimos y el pelirrojo me siguió hasta la entrada, para abrirme la puerta-. Suerte.

Sonreí ante su cumplido y salí a la calle. Al escuchar la puerta, cerrándose detrás de mí, abandoné el porche de la vivienda. 

No me esperé el verle allí, sentado en el bordillo de la acera. Tarareaba una canción mientras marcaba el ritmo con sus dedos. Terminó de entonar la melodía y apoyó ambas manos en el suelo. Me acerqué a él y me senté a su lado:

- Qué raro verte por aquí -coloqué mi mochila en el suelo-.

- Siempre paseo por el barrio cuando hay parón en las batallas.

ᥲgᥙst d; mιᥒ ყooᥒgιDonde viven las historias. Descúbrelo ahora