"El Club 25".

74 5 108
                                    




12 de octubre de 1998.

(2018)

El sol moría a lo lejos, desapareciendo detrás del mar en la costa. Habían destellos de colores lilas y anaranjados que desprendían las últimas gotas de luz en el día y me quedé unos segundos más observando, hasta que finalmente el frío me venció.

Me paré, sintiendo la suavidad de la arena bajo mis pies. Recogí mi bolso y la sudadera que había utilizado para sentarme sobre ella, la sacudí para quitar el exceso de arena que se había añadido a la prenda de lana, para luego dejarla doblada sobre mi antebrazo.

Caminé hasta llegar a la acera de concreto, sacando mis zapatillas del interior de mi bolso me dispuse a sentarme en el borde de la rambla para poder calzar bien mis vans nuevas. Aún me costaba un poco adaptarme a ellas, ya que apenas hace cinco días que me las regalaron.

Iba dando la última vuelta del nudo en el pie izquierdo, cuando siento un fuerte impacto en el lado derecho de mi cabeza. Sentí un zumbido lejano que comenzaba a hacerse más fuerte a medida que mi cerebro regresaba a su sitio. Levanté una mano y la coloqué sobre la superficie latente, sintiendo una punzada fina con sólo apoyar mis dedos allí. Traté de buscar con mi mirada lo que me había golpeado y descubrí una pelota de fútbol blanca rodando hasta la calle repleta de autos.

"¿Qué demonios?.."

Me puse de pie un tanto molesta y otro poco adolorida. Un pequeño mareo me nubló la vista periférica, haciendo que mis ojos no fueran capaz de enfocar el bolso que intentaba agarrar.

- ¿Estás bien? Perdóname, es que no te vi. Iba a pasarle la pelota a Matías y se le escapó.- Levanté la vista y al observar al chico que tenía en frente, mis mejillas se pintaron de rosa por la vergüenza. Ahora no sólo estaba abrumada y molesta, a ésa lista había que añadirle "Vergüenza por estar frente a mi platónico".

"¡Santo infierno del que he salido!". Mi voz interior suspira, observando los rizos oscuros que el viento sacude de su cabeza en todas las direcciones. Aún estando en ropa deportiva, sudado y con una mueca de disculpa en sus labios, Camilo era el chico más guapo en toda la faz de la Tierra.

Un nudo de nerviosismo se ajustó en la boca de mi estómago, trataba de pasar saliva, pero algo extraño me lo impedía. Mis ojos dejaron de verlo a regañadientes, si continuaba viéndolo me sería más difícil poner en calma todo aquí dentro.

Aferrando mis dedos en las tiras de mi bolso, di un paso lejos de él y me aclaré la garganta sintiendo una extraña molestia en ésta.

- Ya, no pasa nada. Todo bien.- Sonreí sintiéndome enferma por no saber cómo interactuar con chicos como él.

Sus ojos me recorrieron el cuerpo entero, desde las puntas de mis vans, hasta el crecimiento en mi cabello que delataba que no era peli negra natural. Sentir sus ojos en mí, me hacían querer gritar de la euforia. Es decir, no todos los días se tiene el privilegio de que el chico que te vuelve loca te mire a detalle. Además, siquiera procuraba ser un poco discreto, sólo observaba sin más.

Mis mejillas ardieron cuando sus ojos se detuvieron en mis labios y sin poder evitarlo humedeció los suyos con la punta de la lengua. Solté el aire por mi boca, sentía la adrenalina dándole golpes a mi corazón. Mis piernas se sentían plumas y temía que en cualquier momento pudiera salir volando.

Bajo tú camaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora