Mirate, semejante octava maravilla inmunda dentro de los infernales corazones del propio egoísmo humano que deseosamente espera con mucha hambre de victoria el desceso de corazones agresivos que inhospitamente retribuyen a aclamar destrucción total en el orden de la sabiduría que simplemente busca tranquilidad. Para mi siempre fuiste casi nula, siempre estuviste bajo mi entero dominio pero lograste manipular una pequeñísima parte de mi existencia dándome como respuesta ególatra un sinfín de desgracia extendida por mas de 96 dias.
Derretido por el enorme odio que me transmitiste de un momento a otro, tuve un gran declive en mi personalidad que no pudo con la carga que desesperadamente intente arrojar a la fauces de un vacio inexistente creado por una ilusión ajena a mi propia persona y, que simplemente, murió en el despertar de mi realidad.
Me hiciste preguntar por un momento si deseaba seguir para adelante si lo único que me esperaba de forma segura era la estricta y envolvente presencia de la muerte, ¿Quién era yo? ¿para que debía existir? ¿habia motivo de mi nacer? No lo pude descifrar por un largo tiempo en el que tu me devorabas de forma continua sin ningún deseo de detenerte hasta acabar con mi proio sentido común.
A pesar de la enorme injuria que me provocaste durante esos 96 dias sin piedad, pude finalmente ver la luz en los ojos de aquella princesa que con toda calma y serenidad me cedió sus brazos en señal de alegría por verme de vuelta, parece que pudiste divertirte con mi mente por un largo rato lo cual para mi será inaceptable que vuelvas a mi con un tono muchísimo mas estricto que solamente yo poseo y tu no correspondras jamas de vuelta.
¿Adivina que? Deseo que mueras con los demás destinatarios que constantemente recibirán palabras de franqueza desde el molido corazón que han podido dejar a través de mis casi 18 años y en un santiamén decidí anular para bien propio. Después de todo lo acontecido, pude darme cuenta de que eras y como podía deshacerme de tu maldita enfermedad que solo ejercía amargura sin sentido.
-Y. H. Lovehorn-