PARTE 2

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Cuando abrió los ojos confusión fue lo único que sintió. Su ropa ya no estaba mojada, ni su cabello, ni nada, parecía como si ella nunca hubiera estado en el mar.

¿Habrá funcionado?

Ella estaba en el mismo lugar de siempre, pero al mismo tiempo no.
El hermoso cielo estrellado seguía ahí, pero todos los árboles y plantas que la habían cautivado desde la primera vez que estuvo en ese lugar, se encontraban marchitas, todo a su alrededor que en algún punto tuvo colores brillantes y excepcionales ahora estaba de un color grisáceo como si todo el color se hubiera esfumado del lugar, y ella solo se preguntó que era lo que había pasado para que todo estuviera en en esas condiciones.

Se preguntó donde estaba Ashlam y si estaba bien y con una presión en el pecho que no podía explicar, comenzó a buscarlo de la misma forma en la que lo hizo la primera vez que llegó allí.
Solo que esta vez ella no era una niña de trece años y ahora ella ya sabía a quien estaba buscando. La diferencia más notable era que ella había hecho todo para poder estar con él, ella lo amaba.
El tiempo pasaba y ella seguía sin verlo, lo buscó por mucho tiempo pero no lograba encontrarlo, se sentía desesperada por verlo y no quería rendirse pero las piernas ya le dolían y no había rastro de él.

Se sentó en un lugar donde antes había césped y al levantar su mirada lo logró visualizar a lo lejos. Sintió una felicidad tan genuina y como si le hubieran recargado la energía se levantó de un brinco y corrió hacia él.
Para su sorpresa cuando llegó, él ni siquiera la volteó a ver.
Estaba sentado mirando fijamente un clavel de color púrpura, igual al que él le había dado hace mucho. La diferencia era que ahora ya no quedaba más que un recuerdo de las que estaban a su alrededor, la pobre flor parecía ser la única que aun no estaba marchita por completo, se miraba casi sin vida pero aún había un rastro de lo que era en realidad y Ashlam parecía no despegar su mirada de ella.

Se acercó con cautela aunque ella sabia que él ya había notado su presencia. Con sutileza se sentó al su lado.
Tuvo que resistir su impulso de abrazarlo, tenerlo tan cerca pero no poder acercarse a él la hizo sentir impotente. Comenzó a pensar que tal vez solo la iba a ignorar, hasta que aún con la mirada en la flor le habló.

-Giheith...¿Qué acabas de hacer? ¿Por qué hiciste eso?-nunca se había dirigido a ella de esa forma y con ese tono de voz, por lo que Giheith se extrañó.

Ella esperaba cualquier reacción de él menos esa.

-Yo...no sé a que te refieres.-mintió Giheith con nerviosismo y sabía que no tenía sentido porque él la conocía mejor que nadie y era más probable que se diera cuenta de que le trataba de mentir.

-¿Segura que no sabes?-ella no pudo mirarlo a los ojos-¡Sabia que no tenía que haber dejado que me conocieras, que no tenía que seguir con eso porque eventualmente algo así podría suceder, no sé en que estaba pensando!-lágrimas de desesperación resbalaban por las mejillas de Ashlam, no quería dejarla ir, pero tenía que hacerlo. Tenía que salvarla, si no lo hacía nunca se lo perdonaría.

Él sabía que ella no entendía la gravedad de la situación, o tal vez si y corrió el riesgo sabiendo las consecuencias.

No. La Giheith que conocía no haría algo como eso. Ella nunca pondría su vida en riesgo y menos por él.
O tal vez no la conocía tan bien como creía.

Cuando lo miró llorar, su primer impulso fue limpiar las lágrimas que seguían saliendo sin parar de sus ojos. Él sostuvo la mano de ella contra su mejilla por un rato, disfrutando de su tacto y de lo cálida que se sentía su mano sobre su fría piel.

En ese momento decidió que no había otra solución, podría acostumbrarse a no tenerla con él, de no tenerla a su lado. Pero no se podría acostumbrar al peso de la culpa de haber podido salvarla pero no haberlo hecho por mero egoísmo.
De todas formas, él sabía que lo suyo era imposible. Solo estaban atrasando lo inevitable, esa despedida tenía que suceder en cualquier momento, pero él no creyó que sería tan rápido. Y aunque sabia que tenia que hacerlo, no quitaba el hecho de que le doliera un infierno dejarla ir. Y ahí, con la mano de ella reposando en su mejilla con amor, por fin aceptó eso que no quería enfrentar.

Giheith y el chico de las estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora