Capítulo 1 - Días cotidianos.

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Hace mucho frío, incluso teniendo los ojos cerrados sé que cada vez que exhalo algo de aire, este es convertido en un vaho que se pierde en la nada. Estoy nervioso, ella está junto a mí, a solas, tal vez sea el momento. Suspiro nervioso y cierro los ojos, que comience el momento en el que saque mi corazón ardiente en pasión para declarar aquellos sentimientos escondidos y castigados dentro de mí, que comience el momento de la verdad, el momento de ser valiente.

-Olivia... quisiera decirte algo que he estado escondiendo por mucho tiempo, me mata por dentro seguir conteniéndolo. Yo... - volví a coger aire, mi corazón parecía querer estallar – siempre te he amado, desde que te conocí en nuestra primera clase de cuarto en el instituto, y... me gustaría poder mirar tus hermosos ojos sabiendo que ellos me miran desprendiendo el mismo amor y pasión que los míos, me gustaría poder estar a tu lado sabiendo que en cualquier momento puedo besar tus labios mientras acaricio tu suave rostro. Me gustaría poder expresarte constantemente esto que siento por ti... - abrí los ojos, llorosos por la tensión para poder observar el rostro de Olivia y predecir a través de este que es lo que iba a pasar. – Quisiera saber qué es lo que sientes tú. –

Para ese momento ya no tenía aliento y sentía que al haber soltado tal tensión, y a la vez estar siendo atacado por aquél frio cruel, me había convertido en una estatua de hielo, una estatua de un chico que acababa de declarar sus más fieles sentimientos, un chico normal y corriente que vive en España y no destaca por nada, un chico más.

Pronto algo hizo que aquél estado de "congelación" se desvaneciese como una hoja llevada por una corriente de viento. Un cálido beso de aquella que había escuchado mis palabras, un beso que por ser, era mucho más, era el estallido de un gran incendio dentro de mí ser, la luz llenando la oscuridad, la felicidad triunfando en la más triste alma. Era lo mi más puro deseo hecho realidad.

Mis ojos se abrieron de par en par, a la vez que apenas podía corresponder aquél glorioso y delicado beso que recibían mis labios. Para cuando quise darme cuenta mis ojos ya veían como ella se separaba sonriente, poniendo su pelo tras su oreja mientras me miraba de forma serena antes de contestar.

-Gracias por hacer esto... yo realmente no hubiera podido, pero creo que siento lo mismo por ti, creo que podemos cumplir nuestro sueño, creo que realmente, podemos intentar estar juntos, para siempre. –

En ese momento empezó a nevar de una copiosa forma, mientras ella lentamente volvía a acercarse a mí para abrazarme de forma cálida, el frío desapareció lentamente a la vez que respondía a ese abrazo con fuerza y cerrando los ojos, derramando una lagrima de felicidad, pero eventualmente, el calor iba ascendiendo, empezaba a quemar.

-Olivia... ¿qué está pasando?- alcancé a preguntar nervioso, preocupado, aterrorizado, no recibí respuesta. Exclamé su nombre mientras abría mis ojos para ver qué pasaba, no pude creerlo, cuando los hube abierto, ella estaba ardiendo, volviéndose ceniza y desapareciendo frente a mis ojos, soltándome, dejándome solo frente a un pequeño cumulo de ceniza que no llegó a salir volando para perderse entre aquellos copos de nieve que ya no enfriaban, que se iban reduciendo lentamente en número para acabar convirtiéndose en prácticamente nada. Estiré mi mano hacia aquél cumulo de ceniza, pero cuando lo toqué, fui yo el que repentinamente entró en combustión, pronto mis ojos dejaron de poder ver, grité esta que no pude más, dolía.

Entonces desperté bruscamente, sudando sobre mi cama cuyas sabanas habían sido revueltas, al igual que mi pijama, incluso uno de mis calcetines se había perdido en aquél revuelto de sabanas. Otra vez ese sueño.

Miraba a mi alrededor mientras que recordaba que hoy era jueves, y a deducir por la iluminación, no quedaba mucho para que la alarma de mi reloj sonase, así que me estiré un poco para de un manotazo apagarla pulsando un gran botón que este tenía.

El llanto de los alpes.Where stories live. Discover now