Capítulo 3 - La llegada.

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Pronto habíamos llegado al campamento, quedaba poco para que amaneciera, y la luna que ya estaba a punto de abandonarnos nos seguía iluminando de una forma bastante fría pero acogedora. La gente estaba callada, con algo de sueño, aunque algunos estaban perfectamente y charlaban entre sí entusiasmados, deseando llegar a nuestras habitaciones para charlar tranquilamente.

Junto a mi estaba Tomás, bastante alegre, supuse que le iría bien todo con Susan. A mi derecha estaba Olivia, algo preocupada por lo de su hermano, y además, se percibía que estaba algo somnolienta.

Había algo extraño en el ambiente, no sabría decir bien el qué, pero hizo que los pelos de mis brazos se erizasen. Fue extraño, al parecer no fui el único en notar "eso" puesto que todos se callaron de repente, pero parecía que nadie quería comentar la sensación que nos acababa de llegar. A partir de ese momento el viaje hasta las cabañas fue únicamente acompañado de un ruido, el chocar de las ruedas de plástico de nuestras maletas con las pequeñas piedras que sobresalían eventualmente en el camino.

Tardamos poco más de cinco minutos en llegar a nuestro destino tras ese suceso. Una vez allí, el primero en hablar no fue uno de los tres monitores que nos esperaban en la entrada, sino un cuarto hombre, entrado en edad, el cual parecía estar allí por vocación, por ser el fundador o por algo del estilo.

Este era algo alto, pero esto se disimulaba con su chepa bastante pronunciada. Su rostro estaba arrugado como si su niño pasado hubiera jugado con este mismo como si de plastilina blanca se tratase. Tenía unas cejas muy pobladas, por unos cabellos blancos, finos y suaves, parecían estar perfectamente peinados. Su cabeza era cubierta por una vieja boina. A su vez destacaban los pelos de sus orejas, que acechaban como si dentro de estas hubiera una selva repleta de pulgas, era algo asqueroso, aunque tal vez fuese exagerado respecto aquello. Aun así, a pesar de esto último, su rostro sin vello facial y la claridad de su piel lo hacían ver como a un pequeño bebé albino cuya cara estaba siendo arrugada.

Otro detalle que me resultaba curioso, tal vez gracioso, era la combinación de sus ojos entrecerrados con sus enormes gafas de culo de baso.

Su vestimenta era la típica de su edad, boina marrón, jersey rojo bajo una chaqueta marrón, unos pantalones de pana y unos zapatos de un color marrón muy oscuro.

Pronto comenzó a hablar de una forma solemne.

-Bienvenidos, jóvenes afortunados, a estas tierras alejadas de vuestros hogares. Mi nombre es Joaquín, y soy quien ha financiado este lugar, por eso mismo se podría decir que soy quien lleva el mando en este paraje. Tras presentarme, dejaré que mis subordinados os expliquen como será vuestra estancia en este hermoso lugar. Un placer.-

Tras aquello, el anciano se dio la vuelta y comenzó a caminar lentamente hacia la cabaña más grande que estaba presidiendo al resto de alojamientos, un total de diez, separadas de cinco en cinco por un camino central que llevaba hacia la cabaña "presidencial" del anciano y a su vez comunicaba con nuestra actual localización, una especie plataforma de madera que como podía ver era utilizada para que los monitores se comunicasen con los estudiantes.

Una vez se fue del atrio el anciano, una mujer tomó su lugar para prepararse a hablar, era una monitora del campamento, ya que llevaba el mismo uniforme que el hombre que había allí con ella.

Era una mujer de pelo corto, casi rapado, este era de un color castaño oscuro, casi negro, su constitución era delgada y era un poco alta, alrededor del metro ochenta. A su vez se aprecia que es joven, unos veinticinco años, esta característica era compartida con su compañero.

El uniforme era simple, unos pantalones vaqueros y un jersey azul el cual tenía bordado en el centro un dibujo de una montaña nevada.

La mujer comenzó a hablar entonces.

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⏰ Last updated: Feb 23, 2018 ⏰

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El llanto de los alpes.Where stories live. Discover now