Lore de Adagio e Idris 3ª parte

13 2 0
                                    

Un tipo diferente de bestia de Churn repta entre Idris y el libro que busca...

Adagio miró hacia la bruma. Sabía bien lo que yacía en el centro de la ciudad derruida, pues ya había contemplado cómo el Churn tomaba el desierto con anterioridad; los terremotos habían derrumbado los picos de cristal hasta reducirlos al polvo que la humanidad pasaría a llamar El resplandor. Él mismo se había encargado de la construcción del Pozo Legendario, y lo había situado en un lugar tan cálido y desolado que había pensado que estaría a salvo de la civilización. Pese a ello, hubo personas que acudieron, atraídos por su poder, y crearon belleza en el desierto. Se permitió el lujo de creer que la ingenuidad de estas personas prevalecería, pero al final, se equivocó.

La esperanza era algo estúpido. Y aun así, miraba hacia la bruma, con la esperanza de que regresara el guerrero del desierto.

~

―Adagio ha enviado a un hombre para llevarse nuestro trabajo ―dijo una de las hermanas serpiente, y sus ojos se posaron con rapidez sobre un libro que se encontraba en el interior de un recipiente de cristal.

―Rana y Ayah ―dijo Idris, a la vez que cogía la lanza que portaba a la espalda―. Hay que llevar el libro de dispositivos mecánicos a la civilización para que podamos derrotar al horror que se ha apoderado de vosotras.

―¿Horror? ―se burló Rana.

―Lo que es un horror es la civilización ―canturreó su hermana.

―Y si nosotras somos un horror, tú también ―añadió Rana.

―El Churn se halla en tu interior ―dijo Ayah, y avanzaron juntas hacia él.

Idris podía sentir el Churn fluyéndole por la sangre, el poder y el caos bombeándose a través de su corazón. Reflejado en el visor, vio cómo le brillaban los ojos. El Churn lo estaba engullendo... y no deseaba oponer resistencia. El Churn emitía un canto de evolución; lo llamaba desde el mismo centro del mundo. Una bestia del Churn que brotaba desde dentro y suplicaba nacer.

Sacudió la cabeza con fuerza para deshacerse del canto maligno y se lanzó hacia el recipiente de cristal. La serpiente avanzó con rapidez, alzándose entre Idris y el libro, siseando. Las mujeres se abalanzaron con sus manos en forma de garra y bocas con colmillos, e Idris lanzó su chakram, alejándose de un salto y dando un giro en el aire para caer tras la bestia. En el visor, vio cómo volvía el chakram y lo cogió de espaldas mientras las escamas de acero caían al suelo ornamentado con azulejos.

Rana y Ayah gritaron de furia y volvieron a alzarse para atacar; Idris lanzó de nuevo el chakram, posó la mirada en el libro y deseó estar allí. El chakram le siguió, cercenando uno de los brazos de Rana, del cual comenzó a brotar un verde antinatural, a la vez que esta aullaba. Las hermanas se sacudieron y serpentearon en la confusión. Idris no se detuvo; golpeó el recipiente de cristal con la parte roma de la lanza y este se quebró. Las ingenieras volvieron a atacar y su poderosa cola de metal azotaba con tal fuerza que atravesó la pared. Idris dio una voltereta hacia un lado, esquivándola por una fracción de segundo, y cayó bajo las mujeres, por lo que la columna vertebral de Ayah se encontraba sobre él. Clavó la lanza y pudo sentir cómo se separaban y quebraban las vértebras de la ingeniera. Mientras esta gritaba e Idris mantenía la lanza clavada, volvió a lanzar el chakram y se balanceó hacia arriba, utilizando la lanza como polea y, a través del visor, vio cómo la hoja cercenaba el cuello de Rana y se clavaba en el ojo de la serpiente.

La cola de la serpiente se sacudió sin control. Idris recogió el libro y se abrió paso a través de la pared destruida, saltó por la ventana de una de las salas de astrología y aterrizó cerca de la fuente.

Se detuvo durante un momento, titubeante, mientras escuchaba el retumbar del Churn. Provenía del Pozo Legendario situado en el centro de la ciudad. «Quédate», susurró. «Estás en casa».

Se concentró en el djinn como punto de anclaje, expulsó todo el humo fuera de los pulmones y regresó.

~

El hombre que cayó sobre la resplandeciente arena ante Adagio no era el mismo que se había marchado. Adagio tomó a Idris en sus brazos y percibió el salvaje retumbar del Churn en sus pulsaciones. ―¿Te ha convertido?

―Soy yo ―susurró Idris, y cerró los ojos. El libro cayó sobre la arena.

Adagio soltó un suspiro. Qué molesto resultaba cuidar de los humanos. De sus manos emanó el obsequio del fuego, fluyó a través del humano moribundo y comenzó a extenderse bajo su piel. ―Esto te revivirá, pero ni siquiera yo puedo extraer el veneno de tu sangre. El Churn siempre te llamará.

Los ojos brillantes de Idris se abrieron y agarró el libro que se encontraba sobre la arena. ―Pero tengo esto. Ahora podemos ganar.

―Qué ridiculez. ―Rió Adagio, pero entonces miró a Idris a los firmes y brillantes ojos, y suavizó el tono―. Tu pueblo es valiente, ¿pero cómo van a crear los dispositivos de este libro? ¿Con lanzas, cabras y hogueras? No, este libro hay que dárselo a aquellos que pueden usarlo en este mundo. Supongo que puedo llevarte con los Tecnólogos.

Idris sacudió la cabeza e intentó sentarse. ―No abandonaré a mi pueblo contra este horror.

―No hay esperanza para tu pueblo sin la ayuda del resto del mundo. ―Bajo sus manos, Adagio podía percibir las fuerzas opuestas que luchaban por dominar: el obsequio del serafín y la maldición del Churn.

Idris cerró el puño. ―Entonces, iré contigo, pero juró que regresaré con guerreros y tecnología para combatir a esta horda malvada.

―Resultas... casi impresionante en tu ingenuidad ―dijo Adagio. Tomó al guerrero revivido en sus brazos, abrió las grandes alas y alzó el vuelo.

Fin del lore de Adagio e Idris

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 27, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Vainglory LoresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora