¿Qué ya no quieres que seamos amigos?

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— ¡¿Qué has hecho de mí?!

*Adelaida asota la puerta del comedor, luego de entrar a confrontar a Edgar*

— ¡Han pasado meses y no me explico ¿Cómo?! ¡Mis padres ya deberían de estar aquí! ¡DÍMELO!

Adelaida, consumida por el cólera, toma a Edgar por sus hombros, y batiendo al muñeco en los aires se descarga su ira, exclamando y pidiendo explicaciones a gritos.

— ¡Díme, díme, díme, díme...!

Gritando, a todo dar, Adelaida suelta al muñeco y se desploma en un doloroso y desesperado llanto por unos segundos, mientras recupera el aliento. Luego, ve al suelo y consigue retomar fuerzas.

Donde, mirando a Edgar, lo toma, acercándolo a su pecho, cabizbaja levanta su rodilla derecha, postrando su pie en suelo para así levantarse junto a Edgar, aún pensando en la situación.

Éste no perdió oportunidad de susurrar a su oído aquellas tormentosas palabras —Confía en mí —

¡Puertas y ventanas se cierran, persianas y cortinas se corren, mientras las luces se apagan!.

¡Por la sorpresa los ojos de Adelaida toman un tamaño desproporcionalmente grande, y sus pupilas se hacen tan pequeñas cuan luz incandescente miran!.

Adelaida, en shock, a empezado a escuchar aquellas misma cosas de ese primer sueño...

Las mismas risas y sonrisas.
Los mismos llantos y lamentos.

Escuchando los mismos gritos de gozo, felicidad y auxilio, comenzó a sentirse nuevamente entre divertidos juegos y sencillos; pero a la vez, en una persecución.

Adelaida, anonadada, aún sostiene al muñeco fuertemente. Sintiendo, cómo de un momento a otro su cabeza comienza a girar en dirección a su oído; cuando logra escuchar lo siguiente:

— ¿Puedes escucharte, Didi?

— ¿Q—Qué? — Titubea sorprendida.

— Ésta eres tú, Didi... Escucha todo lo que hemos disfrutado juntos todos éstos meses

— ¡No!. No puede ser... Lo sabías todo desde un princípio. ¿Cómo no pude darme cuenta?.

Edgar, con una muy sádica risa; dirigiéndose a Adelaida, dice:

—Ja, ja, ja, yo te lo he mostrado, luego de que aquél día te permitieras encontrarme, Didi. ¿O ya olvidaste nuestra primera noche, en la que intentaste decididamente narrar una segunda parte de mi historia?.

— ¿De qué estás hablando?, ¡¿Eras tú en mis sueños?!.

Cada segundo la conversación carcomía la cordura de Adelaida, más y más. Aún más, al enterarse de su mayor temor, para el momento.

— ¿Era yo?. Sí. ¿En tus sueños? Mmm, no. Yo solo te mostré en el sueño lo que disfrutarías conmigo a mi lado.

Dice Edgar, aún con su arrogante sonrrisa en su porcelanado rostro.

— Si te hubieras quedado en casa éste pasado 16 de Mayo, y no te hubiera antojado de salir a caminar ese día, significaría que no estabas preparada para mí...

— Deberías callarte de una vez...

— Ehhh, pero qué modales. Pero igual, como te decía; para mí, al "final", fue una grata e inesperada SORPRESA, SORPRESA, jajaja. ¡Pues era yo quien no estaba preparado para ti!.

— No entiendo. Qué es lo que quieres decir. ¡Habla de una vez, estúpido muñeco!.

— Oh, Didi. ¿Qué te sucede? Te comportas como si te hiciera algún daño. Me duelen tus palabras... Dijiste que me cuidarías. ¿Y ahora, sin más me interrumpes?. ¿Que ya no quieres que seamos amigos?.

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⏰ Última actualización: Mar 02, 2018 ⏰

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Su mejor amigo, Edgar [EN CURSO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora