Capítulo 5. Zona de Guerra. [EDITADO]

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—Estamos aquí para hablar de los Lenix, no sobre la vida privada de la señorita Aristeo—. Edrik se aclaró la garganta esperando que su voz fuera lo suficientemente alta.

—Si tiene razón señor... —. El reportero dejó la oración incompleta ante la falta de datos.

—Edrik Broker—. Contesto sin más. Volví a tomar asiento, pero ahora tomaba de la mano a Zaid, sentía que el mundo me daba vueltas, aun no tengo las ansias de casarme pero solo así la empresa de Zaid seguiría suministrando las armas necesarias.

—Díganos entonces como están las cosas—. Todos los micrófonos y miradas esperaban por mi respuesta con suma tranquilidad.

—Hemos descubierto dos nidos más en Alemania y Argentina al parecer han encontrado los yacimientos de Corindón—. El silencio se apoderó de la sala.

[•••]

Después de un rato la conferencia se dio por terminada. Aún sostenía la mano de Zaid como si en realidad fuéramos una pareja, mientras que Edrik camina justo detrás de nosotros, como una sombra.

Nadie habló durante el trayecto hacia la camioneta. El silencio estaba siendo pesado, como un muro de concreto.

Mi celular comenzó a sonar y en cuanto conteste no daba crédito a lo que Elena me decía.  
—¡Alto!—. Mi grito, había hecho que el conductor derrapara por el pavimento antes de pisar el freno de manera brusca.

Salí de la camioneta a toda prisa, después unos minutos un jeep negro llegó. Una chica y un chico bajaron del auto y me entregaron las llaves, las tome y sin decir alguna palabra me marché. Zaid se reunió con las dos personas recién llegadas para después comunicarle las malas noticias a Edrik quien parecía estar en shock.

*PoV. Edrik*

—Los Lenix casi han destruido el oeste de E.U. ¡Maldita sea, ¿como fuimos a descuidar nuestro propio territorio?!—. Gritó exasperado Zaid mientras pasa su mano por su cabello con frustración.

—Anyel se ha ido sola—. Murmuré, camine hacia la camioneta y saqué al conductor a tirones.

Su celular sonó después de un par de minutos manejando.

—Era mejor decirme a donde te dirigías. Soy tu pareja Anyel, lo quieras o no, ahora tú y yo estamos atados a cumplir un propósito juntos. A pesar de que estés enamorada de Zaid—. El silencio se apoderó de la línea por un momento.

—Ven al cuartel, fuimos convocados para defender el oeste en tanto fabrican pilares de para Corindón mantener alejados a los Lenix, lamentó no haberte podido entrenarte más pero ahora te necesito a mi lado—. Lo último lo dijo casi en un murmullo pero sabía que era lo más cercano que tendría de ella ya que a pensar de no haber confesado su amor por Zaid, Anyel tampoco lo había negado. Me tomó unos minutos llegar al gran edificio que ahora parecía mucho más sombrío que otras ocasiones. El jeep estaba aparcado justo afuera, en la entrada principal.

La habitación estaba completamente llena de armas; bombas, cuchillas, pistolas, espadas, rifles, hachas, demasiados utensilios para matar y dispuestos a terminar con lo que tocara su filo o se atravesara en su camino. Todos los objetos eran diferentes en peso y apariencia solo teniendo en única similitud el ser fabricados con Corindón; un material que únicamente se podría encontrar en Alemania, Argentina, Estados Unidos, Japón, Grecia y Turquía. Usualmente se utilizaban solo para joyería ya que al considerarse piedras preciosas por su cierto color; como por ejemplo el rubí y el zafiro, sin embargo el de color grisáceo tenía una cierta reacción hacia los Lenix quienes podían ser heridos o hasta eliminados con balas y artefactos creados con este material, cosa que las balas normales no podían.

—Letre, Gael necesito que me ayuden con la comunicación, esta es una misión de alto riesgo y no quiero ninguna falla. Cuando esto termine todos regresaremos a casa—. La voz de Anyel fue una orden rotunda, todos tomaron sus armas. El chico y la chica asintieron complacidos por tener trabajo en el cual centrarse. Ahora era capas de reconocer los nombres y rostros de cada uno.

Letre; chica de ojos verdes, piel clara y cabello rubio.
Gael; ojos cafés, al igual que su hermana compartían el mismo tono de piel y de cabello. Ambos se acoplaron a la perfección mientras uno tecleaba en su portátil otro acomodaba los transmisores.

Victoria; chica de impresionantes ojos azules, cabello rubio largo y ondulado.

Ernesto; a diferencia de su prima él tenía su cabello un tanto largo y de un tono rubio oscuro, ojos azules y piel blanca. Ellos se mantenían absortos en una discusión de cuantas y cuáles armas deberían llevar.

Dejando en último lugar a Zaid y Elena quienes habían desperdigado tres mapas en la larga mesa de cristal y dos hologramas salían del pequeño aparato sobre la mesa, se dibujaron las montañas detalladamente y comenzaron a girar lento para poder apreciar los puntos señalados en los mapas de papel.

Gold DarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora