Trance [Creek]

390 32 84
                                    

Jamás había sido vulnerable, era lo que se podía definir como un "hijo de puta". Pero que ello no los confunda, él tenía mucho amor dentro de él; aunque, claro, ese amor solo iba dirigido hacia su cobayo y a su dulce novio con el que, no en mucho tiempo, cumpliría seis años. Aunque el mismo Craig Tucker no quisiera aceptarlo, quería a su familia. Era aquel tipo de afecto que sientes pero que no demuestras; y no porque no quieras hacerlo, simplemente porque no sabes cómo.

No era muy fanático del romanticismo, ¡pero vaya miel que desbordaba cuando estaba con su novio! Tweek había hecho de nuestro querido jovencito azul, el muchacho más empalagoso del pueblito en la montaña. A simple vista se les podía considerar la pareja perfecta; se complementaban, cuidaban uno del otro, se prestaban atención y siempre eran considerados con el otro. Y lo más importante: se amaban.

A eso de sus ocho años les habían llamado maricas por una pelea que protagonizaron por un malentendido; qué curioso, ¿no? Dicen que del odio al amor hay un solo paso; ¡y vaya que no se equivocaron! Pero qué más da; haz el amor, no la guerra.

Proyectarse en un futuro no era simple para él. Nunca había sido el mejor estudiante, pero tampoco el peor; Craig había estado dentro de ese rango de alumno promedio que, por cierto, no le interesaba mejorar ni tenía la intención de empeorar. Las cosas podrían irle mal si no pasaba un curso. Dando un vistazo al pasado, sí, las cosas podrían irle muy pero muy mal si volvía a reprobar una materia. Tucker no era un genio, pero tampoco era bruto; simplemente tenía el problema por el que muchos estudiantes atraviesan: la flojera.

Tucker la tenía clara: reprobar una materia significaba pérdida para él.

No quería tener que estudiar para dar un maldito examen lleno de temas que no quiso escuchar cuando tuvo que hacerlo. No quería perderse esas tardes de vacilarse con su novio y sus amigos.

Token era todo un as en las materias, siempre había sido simple para él. No, no porque sea millonario, sino porque él disfrutaba del estudio. Clyde, bueno, tenía cara de que todo le valiera un carajo y precisamente así era; sin embargo, era perspicaz y las materias nunca habían sido problema para él. Jimmy también era sagaz. Por último, su novio, Tweek, era igual de lúcido que los antes mencionados; de hecho, ocupaba los mejores puestos. Tweek era realmente talentoso y eso era algo que enorgullecía al de chullo azul.

Todo ello se asemejaba a una flecha incrustada en la cabeza de Tucker. Se sentía menos de alguna manera. Pero si de algo estaba seguro, es que tenía que evitar volver a perderse las salidas con sus amigos por el hecho de que el enervamiento le carcomía las ganas de estudiar.

Y si de otra cosa estaba seguro también era que en un futuro quería seguir teniendo al de los ojos azules a su lado.

Siempre había creído que los enormes orbes de Tweak eran preciosos; al amante de los cuyos le fascinaba la astronomía y los ojos de su pequeño amante podrían contener todo el universo en sí. Craig podía jurar por su vida ver estrellas, todas las constelaciones, los planetas, las galaxias y demás con solamente fijar su mirada en la de su amado.

Había vivido en rutina hasta conocer al dueño de sus suspiros y de sus llantos también. La monotonía se había apoderado de la vida de Craig Tucker hasta que la mano de Tweek rozó la suya. Muchas cosas cambiaron, la dinámica era distinta y las actividades a las que ahora le empleaba su tiempo también eran distintas; pero lo atípico se volvió usual los últimos años. Ya con la mente fría, era importante establecer horarios para no invadir el espacio del otro todo el tiempo.

La rutina era esta: realizar las primeras actividades del día (bañarse, cepillarse, desayunar, ya saben, esas cosas), ir a estudiar, acompañar a Tweek a su casa, ir a la suya, luego ir a ver a Tweek ayudando en la cafetería de sus padres, etc.

South Park TalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora