Cuarta Parte

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Vi esos ojos verdes que me hipnotizaban y me hacían viajar a ese día en que decidí traicionar al rey de las tinieblas sólo por ella.

Estaba esperando mi respuesta. No me tenía miedo, eso era seguro, pero podía notar su ansiedad en lo agitada que estaba su respiración. ¿Qué podía decirle? Debía mantenerla segura y por esa razón había vuelto, pero al mismo tiempo debía estar lo más lejos posible para no hacerle daño.

Quería correr, escapar de esa necesidad que me descocía por dentro; quería tenerla entre mis brazos, besarla más allá del deseo y hacerla mía una y otra vez. Pero no podía. Al ser un demonio, cada mujer que poseo muere al instante, veo como la luz escapa de sus ojos y como su alma se vuelve prisionera de las llamas del infierno. No quería hacerle eso a Helena, la amaba.

-Aléjate. -logré decirle. -Yo asesiné a todas esas mujeres. -dije, esperando a que eso la asustara, pese a que me doliera.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, una reacción que no me esperaba.

-¿Por qué? -susurró.

-Porque soy un demonio, me alimento del alma de jóvenes vírgenes.

-¿Y por qué sigo viva? – las lágrimas recorrían sus mejillas, verla llorar me destrozaba. -Estoy aquí, en medio del bosque, frente a ti... ¿por qué no te llevas mi alma? De todas formas, estaré muerta cuando tenga que pertenecerle a ese hombre.

Parecía desconsolada. Se arrodillo frente a mí y comenzó a llorar de una manera intensa, con gemidos de dolor.

Ya no lo soportaba. ¿En qué momento me había enamorado a tal punto? Sólo era una bebé cuando sentí esa necesidad de protegerla y dejarla vivir. Y ahora que era una mujer, la deseaba, no con lujuria, sino con amor. ¿Cómo un demonio podía amar?

-Creo que estoy enamorada de un hombre que sólo he visto en mis sueños. - pese a sus sollozos pude entenderle.

En ese momento me desplomé frente a ella. La abracé con fuerza y me permití embriagarme con su aroma por unos momentos, Helena se quedó quieta a tal punto que me asusté y busqué su rostro para saber si aún seguía conmigo. Sentí alivio al ver su rostro con una expresión serena. Entonces perdí el control, sólo me dejé llevar; la besé como nunca había besado a nadie, sentí una sensación increíble que no sabía que podía sentir; la toqué de forma suave, delicada, con paciencia y ternura; la desnudé, porque había soñado con ver su hermoso cuerpo, su piel blanca y tersa. Quería besar cada parte de ella, pero me detuve. No podía hacerlo, le entregaría su alma al diablo.

-Escapemos. -susurró. -Quiero estar contigo, lejos de todo esto.

-No lo entiendes. -me puse de pie. -No puedo escapar de lo que soy. -suspiré. -Por ti siento algo que jamás había sentido, pero si hacemos esto y pierdo el control...

-¿Moriré?

-No sólo morirás, iras al infierno.

Helena se levantó, acomodó su vestido y me sorprendió al abrazarme. Quería sostenerla y hundirme en ese momento, pero conocía las consecuencias.

-Prefiero que le pertenezcas a otro hombre. -dije mientras me alejaba.

Eso le rompió el corazón y sin decir nada, corrió entre el bosque.

Sentí un dolor que no se podía describir y un vacío en el pecho que no tenía explicación. Soy un demonio, no tengo sentimientos, ¿por qué actuó así? ¿Por qué la amo con esta intensidad?

De pronto, sentí su presencia. No sólo abarcaba el bosque, si no todo el pueblo. Nos había encontrado, había dado con su paradero.

Corrí lo más rápido que pude. Antes de llegar a las casas, sentí el olor a madera quemada y lo pude verificar cuando salí de entre los árboles. Todo el pueblo ardía, las personas corrían, la iglesia tocaba las campanas y sólo había un lugar liberado del caos: ''La cabaña de Helena''. Me moví rápidamente hacia el lugar, debía encontrarla antes de que él lo hiciera, pero cuando entré a su habitación me di cuenta de lo tarde que era.

-¿Creíste que eras más listo? -preguntó desde una esquina del cuarto. Estaba sentado en una silla observando el cuerpo desnudo de mi amada.

Caí de rodillas, horrorizado por lo que veía. Muchas mujeres habían muerto en mis brazos, sabía lo hermosas y deseables que podían lucir luego de que su alma fuera sentenciada. Helena lucia mucho más hermosa, mucho más deseable, pero sumida en una tristeza eterna.

-Fue muy aburrido aprovecharme de una virgen. -dijo poniéndose de pie. -Pero su alma me pertenecía. -paso a mi lado y tocó mi hombro. -Ay querido Alex, todo este lio por amar a una humana. -rio

No podía hacer nada, estaba paralizado por lo que acababa de ver.

-Ya quemé tus alas, te desterré del infierno, pero parecer no ser castigo suficiente. -Me tomó de los brazos como si fuera un muñeco. -Los traidores deben ser torturados para que aprendan. -me arrojó con fuerza contra la muralla. -Pon atención. Ella volverá, tan hermosa como la ves, pero no te recordará. -se burló de mí. -Y cuando ella logré amarte... morirá. -volvió a reír. -Eso sucederá una y otra vez. -Se acercó a mí, rasgó mi camisa y puso su uña en mi pecho, justo en el lado izquierda. -Esta cicatriz te recordará que ella jamás será tuya.

Su garra marcó mi corazón y me sentenció a vivir una eternidad sin ti. 


~Fin

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