Dúo.

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Todo comenzó como un juego.

No un juego propiamente dicho, esto que ellos hacen definitivamente no es una partida de cartas que se acabara cuando alguno lo decida. Bucky no quiere que sea así y no dejará que Steve lo haga. Le gusta llamarlo juego porque le concede cierto aire de inocencia e infantilismo a una actividad tan adulta. Y bien, no lo niega, todo fue muy platónico cuando ambos se conocieron.

Bucky no lo dice porque sabe que a Steve le molesta que los separen, pero el nivel de enganche que tuvo con Steve fue diferente al que tuvo con el Capitán América.

Un día el soldado raso, Steve Rogers, se unió a su base. Y estuvo genial. Steve era un hombre nacido y criado en los barrios queer de Brooklyn. Rubio y enorme, se dedicaba al arte cuando era un simple civil, y aún lo hacía en sus ratos libres. Tenía un fuerte sentido de la justicia que igualaba su instinto suicida. El más valiente y estúpido hombre que alguna vez conoció. Era amable y divertido, tenía una actitud fresca y bocona. Toda una contradicción. Bucky se llevó muy bien con él desde el inicio. Ambos se encargaron de hacer la vida imposible al Coronel Phillips

Luego vino el Capitán América, todo traje ajustado y escudo tricolor. Era condenadamente gracioso e impresionante verlo en el campo de batalla, esquivando balas y demoliendo enemigos. En más de una ocasión, Bucky quedó boquiabierto ante la demostración de violencia ágil y cruda. Nació en él una admiración que le hizo comprar todos los álbumes del Capitán América. Steve se sonrojaba cuando revisaba las cartas de Bucky. Bucky le decía que no tenía que avergonzarse, el Capitán era toda una celebridad, mujeres y varones caían a los pies del héroe.

Una vez, cuando ambos descansaban en la tienda de campaña de Steve, Bucky susurro a su compañero todo lo que le gustaba del Capitán América. Se supone que Bucky es un niño normal y por ende, su admiración debería ir dirigida al impresionante gancho derecho del héroe o a su asombrosa motocicleta. Quizás le hablo con mucha franqueza o intensidad, o ambas, a su amigo Rogers de los bonitos ojos del Capitán, o de la mandíbula cincelada, de los hipnóticos discursos que lanzaba por la radio y su estúpida y sensual valentía. Steve se ponía rojísimo cuando Bucky hablaba de eso, pero nunca decía nada. Entonces Bucky empezó a sospechar.

Aquí debemos aclarar, las sospechas del niño militar iban dirigidas a que su amigo era tan raro como él. Bucky nunca se anduvo con estupideces, él a los catorce ya sabía que le gustaban los varones y nunca intentó convencerse de lo contrario. Pero quizás el sonrojo de Steve era el resultado de una oculta tendencia homosexual. Nunca creyó que Steve se sonrojaría porque él era el Capitán América y Bucky había hablado con todo el descaro del mundo sobre sus bonitos ojos y prominentes músculos.

Cuando entró aquella noche a la tienda de Steve y este se estaba colocando su traje, quería enterrar la cabeza bajo la tierra.

Convencer a Steve de aceptarlo como su compañero fue...mucho más fácil de lo que había previsto. Supuso que tendría que rogar, quizás chantajear. Todo lo que hizo fue proponerlo y poner ojitos duros, entonces Steve dijo que sí. Era la persona más irresponsable que Bucky conoció alguna vez.

Esa noche, Steve le contó su historia, sobre Erskine, el suero, el porqué era un secreto y desde entonces trabajan juntos. Es conocido por la prensa como “El compañero del Capitán América” original, lujoso, pamplinas. No entiende cómo los muchachos del ejército no miran el copete que Bucky comparte con el Compañero del Capitán América o que ambos desaparecen justo cuando los héroes entran a escena. Aunque prefiere no juzgar porque él mismo no vio el parecido entre Steve y el centinela de la libertad. Cuando el Coronel Phillips cuenta el secreto, Bucky descubre que no era tan secreto. Monty se encoge de hombros y los otros salen del edificio como si nada, siguen llamándole “chico” o “Jimmy” y prohibiéndole beber por su edad.

Peannáin. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora