Venía desde la frontera de la antigua Bielorussia, me estaba adentrando en Prypiat. No era algo que yo quería, estaba corriendo de los fascistas. Había asaltado ese mini-campamento en Kiev, donde perdí a mis compañeros Boris y Filipp.
No me encontraba solo desde mi salida de la estación, asi que estaba un poco preocupado. Para sumarle, la zona de la ciudad muerta era conocida por estar infestada de necrófagos y a mi solo me quedaba mi AB y mi Vyplyunut'.
Recordaba esas historias que contaban los veteranos en estos. —No deben ir por ninguna circunstancia a la ciudad muerta.— o —La medusa radiactiva resguarda la ciudad.— Pero no tenia de otra, del otro lado estaba la estación de los sóviets. Tenía que llegar a ellos para poder seguir viviendo.
Llegué hasta la antigua zona de los 30 kilómetros. El césped muerto llegaba hasta las podridas chapas de las cabinas. Las enormes telarañas de esos arácnidos mutantes se podían ver desde las agujereadas y ya casi inexistentes ventanas. No tengo pudor en decir el miedo que sentía. Pero si me quedaba más tiempo era carne fresca para los necrófagos, o diana de los fascistas. Así que corrí dirección a la ciudad.
Antiguos scavengers se habían adentrado, eso era sabido. Había muchos refugios viejos en el camino que iba desde las cabinas a la ciudad, resguardados de trampas improvisadas para los necrófagos, la mayoría de ellas rotas. Llenos de cadáveres en sus afueras.
Me metí por el bosque rojo para evitar las autopistas inundadas de maleza, coches destruidos, y del constante agobio de ser interceptado por esa unidad fascista. Además de acortar camino. O por lo menos eso era lo que siempre me dijo Boris de hacer en caso de pasar por ahí.
Luego de poco más de cinco horas, con pequeñas pausas para descansar, llegué a la ciudad. Tenía bien ganado su nombre. Una urbe infestadas de coches destruidos por el pasar del tiempo. Edificios, hospitales, escuelas y gimnasios abandonados, con mohó y hongos producidos por la humedad. Cadáveres en descomposición de necrófagos cada ciertos metros. Paredes humedecidas, y suelo derrumbados producto del descenso del agua estancada por varios días en los tejados de los edificios. Pastizales del largo de un humano promedio, acompañados de arboles y enredaderas. Era la decadencia en si misma.
Solo tenía que pasar el perímetro de 10 kilometros cercado alrededor de la vieja centrál, y viajar por esa vacía y larga calle de 50 kilometros hasta la estación de los sóviets. Pero no podría hacerlo en ese dia. Tenia que buscar un lugar y descansar hasta la mañana siguiente.
Caminé por algo de media hora por unos complejos de bloques hasta llegar al menos derrumbado. Me metí en él, y lo primero en hacer fue encender mi encendedor, para quemar las telarañas gigantes que obstruían el paso por los pasillos.
Fotos, ropas de niños, televisor y otros muebles destruidos al igual que demás objetos personales de personas que fallecieron ese dia, o que lograron escapar pero dejaron todo atrás. El panorama adentro era igual que el de afuera, la fauna rebelde reinaba al igual que la humedad, solo que se notaba más al estar todo junto.
Al fin encontré una habitación habitable, con una cama no tan destruidas. Coloque las trampas del hilo en la puerta, al igual que las latas afuera, en el pasillo, para oír si se acercaba algo o alguien. Prendí un pequeña fogata ahí dentro para calentarme y me acosté en esa sucia, rota y fría cama.
En medio de la noche me desperté productor de un culatazo de una kaláshnikov. Eran los fascistas, me habían encontrado. Mis inútiles trampas no habían servido para nada. Lo siguiente que escuché fueron palabras en alemán, por el tono intuí que fueron insultos. Recibí una buena golpiza de ellos antes de pasar a la tortura. —Cada cortada va por cada alimento robado.— Me dijo uno en ruso, o eso es lo que entendí luego de varios golpes.
No me callé, cada cortadura me hizo gritar a los cuatro vientos. Pensé que algún necrófago aparecería para salvar el dia. Entonces fue cuando el alemán que resguardaba la puerta cayó. —¿Was ist passiert?— Dijo el fascista, y en el mismo momento giró para investigar. Los dos empezamos a oír un pitido que escalaba hacia lo fuerte. El alemán, aunque en vano, se tapó los oídos antes de caer al piso. Yo por mi parte no podía hacer más nada que sufrir y temer por mi vida. Tenía las manos atadas en la espalda. Fue ahí cuando una sombra, en forma de bola atravesó la puerta. Se puso justo en frente de mí y entonces yo me desmayé.
Desperté a la mañana siguiente en ese cuarto, liberado, con un dolor de cabeza impresionante, y dos cadáveres desfigurados justo en frente de mi.
ESTÁS LEYENDO
Scavenger
Mystery / ThrillerInmediatamente después del accidente de Chernóbil se inició un proceso de descontaminación, mitigación y contención. Esto no se pude completar debido a la imposibilidad del paso de trabajadores para poder sellar dicha planta. 30 años después, las p...