El Futbolista

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Dedicado a: James_Aldr

Con toda la furia en su cuerpo James Divaro abandona la cancha. Hoy su equipo jugaba la final de la súper copa 2018 y el árbitro lo hecho del campo de juego por un supuesta falta a otro jugador que ni siquiera rozo.
Peleaba con el juez de línea quien fue el que levanto la bandera acusándolo de haber cometido la falta. Sus compañeros lo tomaban de la camiseta tratando de pararlo, para que no hiciera algo de lo que estaban seguro se iba a arrepentir luego. Y es que James aparte de la fama de buen delantero tenía la fama de peleador nato; todo se debía a que sabían que de adolescente se dedico a las peleas callejeras para darle una buena vida a su familia hasta que por fin puedo dedicarse a lo que verdaderamente le apasionaba.

Caminaba furioso, cruzando por la mitad de la cancha.
No espero a llegar al vestuario para deshacerse de la camiseta mojada por el esfuerzo físico. Ese movimiento hizo que las femeninas presentes en el estadio dieran un suspiro de placer y es que era alguien digno de admirar, con ese dragón tatuado que le ocupaba toda su espalda, que parecía que tenía vida propia al moverse al compás de la respiración agitada de su portador.

El director técnico le dio una palmadita de aliento porque sabía que había sido injusto lo que hicieron con su jugador estrella.

Mientras avanzaba el partido, el equipo de James perdía 2 a 1 y esto más frustraba al hombre.
Cansado de no poder hacer nada, de no poder ir él mismo a patear ese tiro libre que fue cobrado, se perdió en el estadio.

Caminaba al vestuario sumido en sus pensamientos. Tiraba de vez en cuando su cabello negro y rizado para calmar la tensión que le recorría el cuerpo.
Entro dando un portazo al vestuario y se sentó en la banqueta mirando hacia sus botines llenos de barro. Escucho a lo lejos el festejo de la hinchada y se dio por enterado de que su equipo había metido gol, eso lo hizo sonreír sin querer. Cuando el griterío causado por los festejos seso puedo oír como alguien caminaba hasta él con pasos lentos.

La sonrisa lobuna que lo caracterizaba salió a la luz. Y los ojos negros, se oscurecieron aun más, casi comparándose con la noche, al darse cuenta de quien se trataba.

Sin siquiera mirar hacia donde provenían los pasos dijo

- Preciosa ¿Viniste a ver el partido? - Maia paró la marcha en seco, no podía entender como James podía reconocerla tan fácilmente, solo escuchando sus pasos- aunque algo me dice que viniste por mí. Estas excitada puedo olerlo desde aquí- el comentario hizo que ella se sonrojara. Él no mentía, estaba excitada, lista para satisfacerlo a él.

- En realidad vine a buscar la ropa sucia al vestuario- fingió que se ponía a juntar las prendas que estaban desparramadas por ahí sin más.

James se puso de pie de manera rápida y antes de que Maia notara su presencia se coloco detrás de ella acorralándola contra los lockers metálicos donde guardaban sus pertenencias.
Le tapo la boca con la mano para apaciguar el grito de sorpresa que salió de ella.

- Si has venido solo por la ropa sucia, tendrías que haber esperado a que se vaciara el vestuario- le susurro en el oído.

- Se supone que estarían todos en el campo de juegos señor Divaro- lo sintió tensarse. Lo había enfadado nuevamente al recordarle porque en realidad él estaba ahí, y no afuera peleando junto a sus compañeros por la copa. Se separo de ella dejando que siguiera con su trabajo pero Maia lo tomo por los brazos parándole el paso.

- Puedo hacer que esa tensión se vaya James- bajo una de sus manos y la coloco sobre la cinturilla del pantalón corto que este llevaba puesto. James le tomo la mano de manera brusca, con más fuerza de la necesaria

- Estoy enojado conmigo mismo Maia, y si lo hacemos no voy a hacer bueno contigo

- No quiero que lo seas. Sabes que me gusta rudo y...

No la dejo que terminara de hablar. La hizo chocar con fuerza contra los lockers nuevamente, besándola de manera brusca, casi animal. Sintió en su boca el gusto metálico de la sangre y se dio cuenta de que se le había ido de las manos el mordisco que le dio en el labio inferior. Se separo de ella y la observo con cuidado, buscando su mirada pero Maia continuaba con los ojos cerrados disfrutando de lo que había sido ese beso.

James al ver que solo fue un hilo de sangre continúo con lo suyo. Bajo su cabeza y enterró su cara entre los pechos de ella. Succiono hasta quedar satisfecho, provocando una marca roja que posiblemente más tarde se tornara de otro color sobre su pecho izquierdo. Le saco la remera de tiras negra que llevaba sobre la cabeza para dejar sus pechos totalmente expuestos. Estos saltaron frente a sus ojos haciendo que la polla le palpitara impaciente dentro de los bóxers negros.
Le clavo las manos grandes en la cintura para inmovilizarla y jugar con ella a su antojo.
Sin preguntarle absolutamente nada, le bajo la pollera de jeans junto a su tanga y se enterró entre sus piernas.
Lamiendo y succionando a su antojo, haciendo que Maia se retorciera de gusto y gimiera su nombre

- ¡Por Dios James, no pares!- y no tenía la intención de hacerlo.

Todo el enojo que llevaba lo descargo contra el coño de esa mujer. Se perdió entre sus pliegues, desesperado por robarle el jugo del éxtasis que tanto ansiaba probar.
Cuando ella se vino sobre su boca, la soltó. Se limpio con el ante brazo los labios y le beso la cadera tratando de borrar la marca de sus dedos con besos.

Maia salió del mundo donde James la llevaba cada vez que le comía el coño. Sonrío al verlo arrodillado ante ella, besando sus caderas. Le acaricio de manera mimosa los risos negros y este levanto la mirada.
Ella no pudo evitar que un suspiro saliera de su boca al mirar directamente a esos ojos negros.
James se puso de pie, la tomo de la barbilla y la beso como solo él sabe hacerlo. La levanto con una sola mano haciendo que Maia enredara sus pies alrededor se su cintura.
La subió contra el lavabo. Una vez que la tuvo donde la quería se deshizo de su ropa quedando completamente desnudo ante ella.
Al seguir la mirada que su compañera le daba y descubrir que miraba sin ningún pudor su polla, la tomo entre su mano y comenzó a acariciarse de arriba abajo, masturbándose, dándose placer el mismo. Maia intento tomarlo en sus manos pero este se alejo

- No puedes tocar, esta vez solo yo tengo permitido tocarte y tocarme ¿Te quedo claro?

- Sí

- ¿Si, qué?

- Sí, señor

- Perfecto, abre las piernas para mí- obediente ella hizo lo que se le pedía.

Él comenzó a jugar en su entrada, esparciendo su humedad por todo su miembro y cuando las ganas le pudieron más que la razón se enterró en ella.
Ambos ahogaron un grito de placer en el hombro del otro.
Las fuerzas de las embestidas que este le daba hacían que Maia siempre estuviera a punto de caer, pero James siempre la tomaba antes de que esto sucediera.
Los festejos provenientes de afuera le recordaron donde estaban. Haciendo que apuraran el ritmo para llegar al orgasmo antes de que acabara el partido.
Cuando James sintió el cosquillo en la espalda baja antes del orgasmo, salió de manera apresurada de ella y esparció el resto del orgasmo sobre los pechos de esa chica que disfrutaba con los ojos cerrados de lo que quedaba del segundo orgasmo que ese hombre le regalo.
Al mirar como las gotas blancas bajaban desde los pechos al ombligo de Maia, sonrió satisfecho. Y es que sus encuentros sexuales jamás los decepcionaban.

Eran dos animales a la hora del sexo, lo disfrutaban lo máximo posible. Hoy le toco a él dominar la situación pero también supo disfrutar de las veces que ella lo amarraba a la cama y no lo dejaba moverse hasta que no quedaba satisfecha.

El grito de gol de la gente hizo que la tarde cerrara con broche de oro. Su equipo había ganado.
Beso a su amante festejando junto a ella y prometió pasar por su casa más tarde para un <segundo tiempo>

Amor, Pasión y SeducciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora