Alicia. La joven Alicia. Tan joven para llevar una vida tan radical. Con solo dieciocho años de edad, uno se espera una adolescente normal, preocupada de amoríos y estudios, no una traficante drogadicta con un almacén de rifles dentro de su cuarto. Era difícil para ella irse a estudiar como cualquier muchacha y luego continuar su trabajo mercenario cambiando por completo su día, con clientes que muchas veces le quieren ver muerta. Así no se esperaba una vida, pero ella la había creado.
Se levantaba un nuevo día para comenzar su jornada estudiantil. El establecimiento le quedaba a unas dos cuadras, así que iba a paso tranquilo caminando. Al llegar, rápido se sentó con su amiga y compañera, Jennifer, quien la saludo con afán y la invitó a que escuchara sus problemas de amor. Luego de una hora de clases, alguien inesperadamente llego a interrumpir a la profesora en su clase teórica de química. Era la psicóloga del establecimiento, venía a retirar a Alicia y a Jennifer del salón porque tenían que ir a rehabilitación.
Rehabilitación era un grupo de adolescentes únicamente del instituto que tenían problemas de drogadicción, tráfico, portación de armas y/o problemas intrafamiliares. No habían muchos, porque eran muy pocos los que pasaban por esto. Y los que iban todos se conocían desde que se inició este grupo. El grupo era tan único que había de por medio un contrato para que nada de los que se hablaba con la psicóloga escapara de ahí, ni por cada problema que tuviera un alumno podía involucrarse la policía, porque para eso recibían ayuda, para que algún día no estuvieran tras las rejas.
Este año parecía ser distinto. Había llegado gente nueva al grupo. Algo muy raro. Los alumnos que estaban aquí no recibían visitas de gente nueva desde que hace dos años se creo esto. Sólo veían partidas, de alumnos que se mudaron, que se rehabilitaron o que simplemente no atinaron a cambiar y hoy se encuentran encerrados.
-¿Quiénes son los nuevos en la lista?. -preguntó Alicia a la psicóloga, tomando permisivamente la lista de los nuevos miembros.
-No puedo creerlo. Está él. -le comentó Jennifer a su amiga, viendo en la lista el nombre del muchacho que le atraía. -¿Qué tan malo podrá ser?. Si parece un ángel.
-Recuerda que una vez el diablo fue ángel. -le siguió Alicia.
-Mira, está Matias. ¿Cómo este tipo puede estar aquí?. -preguntó consternada Jennifer, al borde de los gritos.
-Nadie pensaría que estas personas llegaran aquí.
Luego de ir por todos los nuevos, la psicóloga; Claudia, los fue a dejar al salón de rehabilitación implementado dentro del establecimiento. Hizo que cada uno de los nuevos se presentarán frente a la clase. Las sillas estaban formando una media luna frente a ella, que estaba sentada encima de su mesa con total libertad. Comenzaron por su derecha, donde de los primeros estaba posicionado el muchacho que le gusta a Alicia.
-Bueno chico, preséntate. -dijo Claudia.
-Me llamo Javier, estoy aquí por drogadicción y verme involucrado con armas en varias balaceras. -miró a su derecha cediendo el turno de habla al otro a su lado.
-Bueno, yo me llamo Dylan, estoy aquí por drogadicción y tráfico fuera del liceo. -río nervioso y miró a su derecha. Se paró el siguiente, saltándose los antiguos que estaban sentados a su lado.
-Mi nombre es Matías, estoy aquí por drogadicción y peleas callejeras.
-Mi nombre es Carla, estoy aquí por venta de drogas.
Luego de la presentación de cada uno, hicieron la clase de siempre, con tratos de dejar los problemas, y un tanto de psicología de por medio. Alicia veía esto como una obligación y odiaba que la obligaran, sabía que solo iba porque el instituto se lo pedía y siempre iba de mala gana.
Al salir, Alicia tomó rumbo a su casa sola, ya que Jennifer se iba por otro camino. Sintió de repente que alguien caminaba a su lado con cautela. Era Javier, quien le miró y le sonrió con confianza.
-Eres muy mala. -dijo literal, tornando una pequeña carcajada que Alicia sintió tan sensual.
-Tengo que serlo. -ella se encogió de hombros.
-Me gustan las chicas malas. -rió de nuevo, con peculiaridad en su sonrisa traviesa.
-A mi me gustan los chicos como tú. -dijo Alicia sin rodeos. Ella tiene bastante personalidad, tanta que le deja hacer todo lo que se le de la gana. Es valiente, no teme al que dirán. Siempre dice lo que piensa, suele ser algo positivo, pero no siempre.
-Que directa, me gustan las chicas como tú. -sonrieron a la par. Iban nerviosos, pero coqueteando con sus miradas juguetonas. -¿Donde vives?
-Al frente, al segundo pasaje. ¿Por?
-¿Me ofreces una invitación a tu casa?. -dijo Javier, levantando una ceja de forma presumida.
-Te ofrezco una invitación a mi casa sola. -mencionó Alicia, pasando suavemente su lengua por sus secos labios.
Se fueron entre sonrisas y miradas traviesas hasta la casa de Alicia. Entraron con deseo, y al estar solos los dos, sin decir una palabra, se besaron como si el mundo se pudiera acabar, con apuro y afán. Tan solo sabiendo sus nombres y el problema que compartían se daban el debido derecho de besarse como novios, como amantes, casados o amigos con privilegio.
-Espera, antes de seguir besándonos y terminar haciéndolo, me gustaría conocerte un poco más. -dijo Alicia, separándose bruscamente.
-Creo que eso era importante. -comentó sarcásticamente Javier, sentándose en el sofá, al lado de ella. -Bueno, haré una breve presentación. Me llamo Javier U., tengo diecinueve años, vivo por aquí cerca, le hago a cualquier tipo de drogas y ya he probado bastantes, me gusta mucho el fútbol, vivo con mi padre y su pareja, suelo salir mucho con amigos, me gustan las fiestas, y eso, no tengo mucho que decir. Cuéntame de ti.
-Bueno ya saber mi nombre, no soy natal de esta región, tengo dieciocho años, soy traficante, tengo muchísimas armas, a pesar de mi trabajo me gusta mucho estudiar y estar sola, pero también me gusta mucho ir a fiestas y beber con amigos. Vivo sola y mantengo a mi mamá que esta en otra región con mi hermano pequeño, y bueno, eso. ¿Alguna pregunta?
-¿Qué tipos de armas tienes? -preguntó curioso el muchacho.
-Acompañame.
Subieron las escaleras hasta llegar a la habitación de Alicia. Javier la vio pequeña, no podía entender que en esa habitación tan acogedora hubieran tantas armas como ella decía, pero no había notado que habían dos habitaciones más. Miró de reojo la segunda, había una cama, un mueble y sólo eso, parecía otra habitación normal y se cuestionó el porqué de su existencia si Alicia dijo que vivía sola. Vio una tercera, cerrada, fue la que Alicia abrió, y cuando lo hizo Javier quedó impresionado. Solo había un camarote y un closet. ¿Dónde estaban las armas? Alicia abrió el closet, uno de esos dobles, que ocupaban casi todo el espacio horizontal en la habitación. Ahí estaba el arsenal de armas que ella había nombrado, y lo había hecho con razones.
Javier quedó anonadado, sintió miedo pero a la vez una emoción inmensa por lo que veía, era como ver un paraíso en el infierno. Pensó que Alicia si era todo lo que decía, pensó que si era mala de verdad, no era una cuestión de adolescente rebelde, de ocio, claro que no, ella lo hacía por subsistencia, porque era su trabajo. Comprendió que meterse con ella sería un reto, pero a él le gustaban los retos, entonces tomó cartas en el asunto.
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ALICIA
ActionAlicia en un país donde no hay nada de maravillas... Todos los derechos reservados. No usar, copiar o adaptar sin mi previo consentimiento.