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En el club de tecnología, ellos hacían máquinas para ayudar a las personas.

Habían brazos robóticos, piernas, audífonos para personas con problemas de audición.

Quedé sorprendida, así que cada vez que estaba libre, iba allí.

Me sentaba en una silla y comenzaba a tocar con mi guitarra, de igual forma comenzaba a cantar.

La primera vez que lo hice, creí que los molestaba, pero ellos decían que mi música era relajante.

Gané más confianza y cantaba con todos mis sentimientos.

Del hecho de que cantara, el me puso más atención.

Fue cuando me dió la primera sonrisa, que sentí algo más.

No sabía cómo llamarlo, era una alegría interna.

Su amiga se mudó, así que él se quedó solo.

Yo lo acompañaba siempre, bromeábamos y nos divertíamos.

Enamorando al chico feoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora