1. Escape

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En la espesa oscuridad del castillo, debajo de las puertas de madera pesada de la biblioteca, una luz cegadora azul iluminó las paredes de piedras húmedas del pasillo. Desde fuera, nadie sospechó, nadie se imaginó que la joven madre se comunicaba con el Libro de Las Almas. Cada noche, mientras todos dormían, ella se desveló para descifrar los secretos oscuros resguardados en el pesado y antiguo manuscrito. Y cada noche volvió a su habitación sin energía ni respuestas. Horas tras horas de sueño perdido, sus esperanzas se marchitaron al descubrir que no había solución.
Al principio, la energía entre ella y el libro fluyó a una velocidad deslumbrante. En una sola noche, Diana logró descifrar más de la mitad del libro. Pero nunca alcanzó tener suficiente energía o tiempo para terminar de leerlo. Algo impedía la comunicación entre ambos cerrando de golpe el manuscrito una y otra vez. La frustración la volvió histérica al darse cuenta que cada vez que comenzaba su lectura de nuevo, el manuscrito volvía al inicio, cambiando la narración, cambiando de perspectiva, contándola desde otra alma.

Y ahora, la loca frustración de Diana rozó la demencia. Ella necesitaba saber cómo lograrlo, no podía esperar más. Con urgencia, miró a su recién nacida enrollada en una manta sobre el sofá observándola con curiosidad, y casi con cierto reproche. Faltaba unas pocas horas antes de que su hija cumpliera el año y que su alma fuese marcada por el castillo de su familia para siempre. Necesitaba ganar tiempo, buscar aliados, y descubrir la identidad de ese ente oscuro que amenazaba a su familia, al castillo, a su hija y a toda la humanidad.

—Sabes que debo encontrar la manera, es mi única oportunidad de salvarnos —dijo Diana, justificándose con su hija cuyas lágrimas comenzaron a socavar su respiración—. No puedes llorar, no ahora, te necesito conmigo, somos un equipo: tú y yo.
Diana alcanzó a su bebé consolándola: —Sabes que siempre me tendrás en tu corazón, justo aquí. Nunca te dejaré. No me podrás ver, pero siempre, siempre estaré pendiente de ti. Nunca lo olvides —dijo Diana con lágrimas en los ojos—. Tengo que salvarte Nina, aquí te usarán, nunca serás libre. De haber sabido, nunca, nunca hubiera regresado contigo, lo sabes ¿verdad? Sabes que te quiero, si pudiera ir y quedarme contigo lo haría. Iría hasta el fin de los tiempos por ti. Pero debo cuidar de ti. Mira —dijo Diana, quitándose su collar para ponerlo en el delicado cuello de su hija—, te doy mi collar, fue el collar de mi madre y de su madre; ya ni sabemos desde cuándo ha sido parte de la familia. Cuídalo, y él te cuidará.

—¡Diana, estás allí! ¡Abre la maldita puerta! Tengo que hablar contigo —amenazó la voz de un hombre golpeando las pesadas puertas de madera.

—Necesitamos más tiempo, Nina. Entiendes lo que te digo, necesito que ganes tiempo por mí.
Con la sonrisa de ángel, los ojos marrones claros de Nina se desviaron hacia la puerta: la madera se tensó crujiendo mientras las células muertas volvieron a surgir de las entrañas convirtiéndose en feroces guardianas de la biblioteca.

—No durarás mucho, debo apurarme Nina. Nunca, entiendes, nunca te dejaría y no lo haré. Pero si algo sale mal, si hago el hechizo y no estoy lista, tendré que volver para cerrarlo. Nina, por favor perdóname, no logro imaginarme sin ti, ni vos sin mí. No me olvides, no olvides que te amo más que a mi propia vida. —Y besando la frente suave y frágil de su bebé con todo el amor que era capaz de transmitir, Diana se decidió. Todo era mejor que dejarla aquí—. Ahora, déjame leer el libro, Nina. Déjame salvarte, ¿sí?

El humo de las puertas quemándose picó las narices de ambas, mirándose ellas supieron que el momento de la despedida había llegado, no había vuelta atrás. Sin perder tiempo, sin pensarlo dos veces, Diana se lanzó en el círculo mágico con su hija acunada contra su pecho.
Pocos segundos después de lo que pareció una eternidad, en la pesada noche lluviosa, Diana tocó a la puerta de Sam temblando.

—¿Diana? ¡Qué haces aquí! Todos las están buscando.

—Lo sé, déjame pasar.

—Me meteré en un serio lío si lo hago.

—Te olvidas que si respiras hoy en día, es por mí. Así que mueve tu trasero de aquí y déjanos pasar —se molestó Diana, empujándolo para pasar con su bebé en los brazos.

—¿Cómo llegaste hasta aquí? —preguntó Sam ayudando a Diana a sentarse junto con la bebé en el sofá del salón.

—No querrás saberlo. No tengo mucho tiempo, debo confiarte a Nina —confesó Diana cuyos labios se tornaban morados y su nariz sangraba.

—¿Qué has hecho, Diana? Mírate, ¿dime cómo puedo ayudarte' ¿Qué encantamiento has hecho esta vez? ¿Llamo a tu hermano?

—No me dejaron opción Sam, no podía entregarles a mi hija. Y... y no tenía muchas fuerzas para trasladarnos a ambas. Te dejaré a Nina y me iré de vuelta allá.

—Quédate aquí, ¡ellos te sentenciarán por traición! Diana. Tu padre...

—¿Crees que me importa? Ella no debe saber nunca quién es realmente. Júramelo Sam, nunca.

—¿Jurarlo?

—Sí, si no me lo juras, me iré y no sé si podré ocultar a Nina a tiempo y te llevaré hasta el infierno Sam, sabes que lo haré. ¡Júralo!

—Está bien, ¡lo juró! ...juró que no se lo diré nunca —juró Sam entre sus dientes con sus manos crispadas sobre el sofá.

—Nunca, debe saber nada: ni de él ni de mí. Ella estará bien contigo, lo puedo ver tan claro. Mira hasta te sonríe, cuídala Sam, como si fuese tuya.

—No sé nada de niños Diana. Por favor, ¡entra en razón! Una niña de esa edad necesita a su madre, a ti. No lo hagas, Diana...

—... si no lo hago ellos volverán por ella y no podré impedirlo. Si hubieras visto lo que vi, no dudarías tanto en aceptarla.

—Diana, ¿qué está pasando? ¡Diana!
Pero Diana no pudo hablar, miró a su hija por última vez, despidiéndose de su angelito antes de desvanecerse por completo.


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La historia no trata sobre de Diana pero sí de Nina. Así que esa parte es únicamente para entender el fondo de la historia desde el inicio. En mi novela, tú sabrás más que los personajes ;)

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