El encuentro con Baphomet

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Siempre tuve la facilidad de recodar los sueños en el transcurso del tiempo. Y siendo un chico rodeado de fobias y sentimientos cargados de angustia, escapar de la realidad no era tarea difícil.
Transcurrían mis primeros años de vida rodeado de una familia que me quería, desde su inocencia hasta su falta de empatía social, lo cual generó un refuerzo de estructuras que costó derribar con años de trabajo interno.
Recuerdo mis primeros sueños, noche tras noche repetirse.
Cada vez que me acostaba dispuesto a dormir, cerraba mis ojos y a los pocos minuto como si fuese una pantalla de cine a oscuras, podía comenzar a vislumbrar pequeños destellos de colores que me indicaban un movimiento importante de energía. Posteriormente de a poco, cómo quien observa a un artista pintar su lienzo, la imagen comenzaba a dejarse ver. Era una puerta. Quizás la más grande que he visto en toda mi vida, de color bronce, con dos hojas con el mejor estilo de rejas.
A cada segundo que pasaba cada vez más me acercaba a ella, y finalmente al tenerla cerca, esta comenzaba a abrirse.
El atravesar ese enorme portal me provocaba una hermosa sensación de libertad, de sentirme liviano. Acto inmediato me elevo en el aire y comienzo a volar, al mejor estilo Steven Spielberg, observando el color celeste del cielo, y formas que podía reconocer como nubes. Esa sensación era tan irresistible. Casi como viajar en un avión invisible.
Aterrizo en una zona que reconozco cómo algún desierto. Solo puedo observar que estoy arriba de un monte o cerro. El color naranja-rojizo del polvo y la tierra que observaba en extensión.
Pronto algo llamo poderosamente mi atención.
Desde donde estaba podía observar cómo al pie del monte donde me encontraba habían personas reunidas. Solo que... no parecían personas.
Intentaba enfocar mi vista en la distancia, hasta que pude ver de forma clara. Aquellas figuras no eran personas. No era nada que yo hasta esa corta edad haya podido ver con anterioridad. Esos seres se asemejaban a animales, quizás a caballos parados o cabras.
Estos seres formaban un círculo que yo podía observar desde arriba. Parecía algún tipo de reunión o ritual.
Mientras observaba cómo estos entes se desplazaban o movían, comencé a experimentar flashes, como instantáneas, que se me presentaban de forma casi telepática. La imagen era casi un plano americano o general de una de estas criaturas.
Estaba parado, intentando hablarme, llevaba algún tipo de manta que me hacía recordar a las vestimentas de los indios. En su mano izquierda observaba una especia de pulseras de color claro o beige.
Este ser quería hablarme, de hecho lo estaba haciendo en un idioma que yo no podía comprender de forma consciente. Así como tampoco podía escuchar su voz ni su idioma, solo me limitaba a ver su boca intentando explicarme algo y sus manos acompañando los gestos.
Luego de esos extensos minutos, volvía a observar la rueda o círculo de cabras, posiblemente cantando o realizando algún ritual o invocación.
Esa secuencia solía repetirse algunas veces en cada sueño, para luego continuar durmiendo el resto de la noche sin ningún sueño más. Pero a la mañana, al despertar cada día, recordaba con lujo de detalles cada parte del sueño.
Esto sucedió varios años, hasta que en algún momento, de la noche a la mañana, cesó sin previo aviso.
Pasaron años, y ya siendo un adolescente, fomentando mi gusto por las películas de terror, me di el gusto de ver gran cantidad de números de ese género. Hasta que dí con algo que despertó esa huella grabada en mi memoria.
En el final de esa película matan al villano, que era un brujo, y con los mismos flashes con que yo lo soñaba, ese villano se transformaba lentamente en el ser extraño que me hablaba, esa especie de cabra humana parada, confirmando que más allá de que sea un producto Hollywoodense, en el tiempo y el espacio, esa imagen, ese ser, no solo yo pude observarlo.
Han pasado veinte años desde aquellos sueños.    Desde ese momento no volví a pasar el portal de bronce, aunque lo intentaba ya no lo podía lograr. Ni volar por los cielo entre las nubes. Ni llegar al mismo desierto, ni ver a estos seres tan extraños, ni al que intentaba comunicarse conmigo de una forma no verbal-auditiva.
Todo eso quedo atrás, aunque es posible que esas imágenes jamás las olvide. Y quien dice que quizás, pronto ese portal u otro se abra, y me lleve a ese desierto, o quizás a algún lugar más, donde esa historia continúe y pueda entender lo que me dijo ese espectro.

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