❄El Huracan❄

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Luisiana, Estados Unidos

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Luisiana, Estados Unidos.
Principios de Agosto, año 2005.

Llevaba viviendo en aquel lugar desde hace cinco años siendo más exactos, trabajando como cocinera en el restaurante de su querida amiga Tiana cerca de su casa mientras su marido regresaba del hospital cada día, pues era doctor con un horario estresante. Ni a ella, ni mucho menos a Jack, le agradaba aquel horario que les daba muy poco tiempo para ambos.

Suspiró. Estaba sentada en la sala mientras bebía café con tranquilidad, recordando el momento en que decidió mudarse a Nueva Orleans.
En 1977, Elsa había nacido en Gran Bretaña, compartiendo la sangre inglesa junto a la alemana, siempre siendo tal alta que llegaba a incomodar a sus compañeros varones del salón de clases cuando apenas tenía catorce años. Y a sus veintitrés, en uno de sus viajes por el Estado de Luisiana para visitar a Tiana, lo conoció a él.
Alto, amable, un hombre solitario que logró robarle el corazón.
Y para Jack Frost, además de acostumbrarse a ella junto a sus románticos pensamientos, que Elsa tuviera su misma estatura era lo mejor que pudiese pasarle. No le gustaba que una mujer fuera tan pequeña a su lado.

—¿Jack? —preguntó al oír una puerta cerrarse, se levantó del sofá y con taza en manos se dirigió hasta allí para ver como el hombre dejaba su maletín contra una pared. Sonrió—. Hola, ¿cómo te fue?

—Como siempre —responde sin mayor importancia, sonriendo forzadamente—. Voy a cambiarme, permiso.

Y viéndolo partir, Elsa suspiró con pesadez.

¡Claro!, se me había olvidado. Aún no han podido tener hijos y ese es un tema que los ha puesto en discusión durante los últimos días. No es que uno no lo desee, si no que no han podido naturalmente; y Jack sabe perfectamente que de manera “artificial” tardaría bastante, claro, si es que no es totalmente infértil alguno de los dos. Tal parece que ese es el miedo de ambos: no poder engendrar un hijo por estar “secos” por dentro. Es por eso que el tema de hacerse los exámenes sigue sin resolverse, Elsa no quiere que su marido la deje, y viceversa.

—Sólo quiero que todo mejore… —susurró para sí misma, angustiada, antes de que el sonido telefónico la distrajera por el momento.

Luisiana, Estados Unidos.
Mediados de Agosto, año 2005.

—¡Para que quiero una esposa si ni un hijo me puede dar!

Y las peleas continuaban…

—¡No es sólo mi culpa, Frost! —alzó la voz en defensa— ¡Ambos debemos hacernos exámenes, no sólo yo!

—¡¿Para qué?! —se exaltó, enfadado—. ¡De por si habrá una negatividad! —resopló, tomando su chaqueta y llaves—. No me esperes, tengo el turno nocturno.

Y sin más salió, dejándola sola en esa casa que ya era una costumbre encontrar deshabitada la mayor parte del día.
Algo chocó contra la ventana suavemente que provocó un sonido casi sordo. Frunció el ceño, acercándose a la entrada para mirar que era lo que había causado. El viento estaba ligeramente fuerte, movía las ramas de aquí para allá, balanceándose de manera en que le preocupara que algún árbol cayera sobre su casa o el patio.

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⏰ Última actualización: Mar 18, 2018 ⏰

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